Al convertirnos en madres, entramos en un proceso de transformación y de duelo: dejamos atrás nuestra independencia y tiempo libre, y nos dedicamos en cuerpo y alma a nuestros hijos. Esto cambia por completo nuestra vida, nuestro tiempo y nuestras prioridades.
Ser madre es hermoso, y también difícil: física, emocional y espiritualmente. No hay descanso, somos madres las 24 horas, y la responsabilidad, en ocasiones es abrumadora.
Por lo mismo, un ejercicio sano e inteligente antes de convertirnos en madres, o durante el proceso de serlo, es descubrir y confrontar nuestras expectativas irreales o inalcanzables. Es vital también, poder hablar abiertamente de TODAS las emociones negativas que se generan al ser madre: miedo, angustia, desesperación, frustración, desesperanza, etc.
Ver, descubrir, sentir y vivir la maternidad de forma completa y sin idealizarla: integrando la belleza, el amor y el júbilo, junto con aquellos aspectos que nos da culpa y vergüenza mencionar, promoverá que seamos madres y mujeres sabias, sanas, fuertes y con la capacidad de crecer y aprender de nuestros errores.
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