Creo que la ternura es como un movimiento que nos arrastra hacia un camino repleto de sensaciones y de sentimientos en los que se entremezclan: la bondad, la aceptación,
el abandono, la confianza, el estímulo, el asombro.
Para poder sentirla hay que soltar nuestros miedos, dejar atrás los prejuicios, y atrevernos a enfrentarnos a lo nuevo.
Para nacer a la ternura necesito de la inmovilidad y el silencio para sentirla, vivirla… expandirla.
La ternura está en lo que fluye.
Implica un intercambio, un compartir que ya va mucho más allá de las palabras.
Necesito utilizar todos mis lenguajes, proximidad, contacto, olor, respiración, vibración, para poder manifestarla y recibirla al mismo tiempo.
Recibir ternura es lo mismo que sentirse reconocido y apreciado como alguien realmente importante, como un ser excepcional.
Las distintas formas de ternura:
1. La del espíritu, que me hace sentir conectada con algo tan grande que me contiene siempre
2. La ternura de estilo, que a partir de lo cotidiano y simple sabe cómo trazar los caminos hacia los demás.
3. La ternura de los sonidos con los que me regocijo en la música, en la voz de quien amo, en la primer palabra de un hijo, nieto…
4. La ternura de la palabra, cuando al igual que un pintor o escultor se ofrece como un poema.
5. La ternura de la risa, que ilumina el rostro y brota el manantial del asombro, gozo y felicidad.
6. La ternura de la piel, que llena el cuerpo cuando se siente tocado, abrazado, besado, que hace resonar mi corazón.
7. La ternura del corazón, que abarca todas las anteriores, que alimenta una a otra, y me permite convertir cada día en un nuevo día de fiesta, y decirle a la vida cuánto la amo.
Brilla siempre
Meg
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