Las reacciones que aprendimos de pequeños ante eventos traumáticos, serán las que sigan rigiendo nuestra conducta como adultos
Por Margarita Blanco
Los niños, al ser extremadamente frágiles y vulnerables, pueden ser en sus primeros años víctimas de abuso, violencia, abandono, etc… Y las reacciones que aprendimos de pequeños ante esos eventos, serán las que sigan rigiendo nuestra conducta como adultos. Es vital sanar esas heridas emocionales para trascender dolores que incapacitan y lastiman.
Reflexiones de una pequeñita…
“¡Qué envidia ser un refrigerador!… él no siente nada..” pienso mientras lo observo fijamente y escucho el ruido monótono de su motor.
Tengo seis años de edad y pienso sólo en eso una mañana, sentada en el desayunador, moviendo nerviosamente mis pies que cuelgan de la silla, mientras mi mirada vaga por el resto de los muebles de la cocina, sintiéndome sola, muy solita, aun rodeada de los seres que conforman mi familia. La noche anterior había sido como una de tantas, muy difícil… Fui a dormir a mi recámara, que quedaba justo arriba de la cocina.
Esa noche, al igual que muchas otras, poco antes de quedarme dormida escucho asustada, desde mi cama, las señales de la tormenta que se acerca: mi padre comienza a levantar la voz más y más, de pronto ya está gritando, manoteando sobre la mesa, insultando a mi madre… la voz de ella casi no se escucha, pero lo que dice o lo que calla, lo va irritando más y más… y así, la tormenta se desata furiosa…
Me cubro bajo las cobijas buscando refugiarme y encontrar protección sin hallarla, mis sollozos se ahogan y allí estoy retorciendo mis manitas y sintiendo una angustia que me inunda y me rebasa… me duele el estómago y quisiera no estar allí… pero ¿qué puedo hacer a mis seis años de edad?
¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser así?” me pregunto. No hay respuesta. Sigo llorando, asustada y temblando, hasta que me quedo dormida llena de tristeza y angustia…
A la mañana siguiente, mamá está llorosa, triste, mientras me peina, me sirve el desayuno y entre el aroma del café y del pan recién tostado, me dice una a una, como quien desgrana una fruta, todas las cosas tan horribles e insultantes que le dijo aquella figura a la que tanto admiro y quiero, pero que no entiendo por qué trata tan terriblemente a esa pobre y débil mujer que es mi madre.
Todo es confuso, y muy, muy triste… Yo solo tengo seis años y no entiendo nada, no sé quién tiene la culpa, siento que me duele la panza y como que algo se me atora en la garganta…Cuando acaba de atenderme y de “informarme”, mamá se va de la cocina y me quedo sin saber qué hacer e infinitamente triste, observando y, de algún modo, envidiando al refrigerador..”.
Publicado inicialmente en mi sitio Salud y bienestar total
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