Como parte de la maternidad, existen momentos desafiantes y frustrantes, así como experiencias llenas de amor, gozo y plenitud. En ocasiones, las exigencias físicas (como el cansancio y el desvelo), son más fáciles de atravesar que los retos emocionales:
No ser capaz de quitarles el dolor: por un golpe, una caída, por las vacunas o la toma de muestras de sangre (cuando son necesarias). Así como también cuando han tenido un problema, cuando alguien se pelea con ellos, cuando alguien los lastima emocionalmente.
Todo esto sin duda, hace que se te rompa el corazón en mil pedazos.
La preocupación constante y que nunca acaba: desde el momento en que una mujer se entera de que está embarazada, siempre existirá la preocupación por la salud, bienestar y felicidad de sus hijos a nivel físico, emocional, social y espiritual.
No importa que sean recién nacidos, que tengan 1, 2, 15, 30 o 50 años, una madre siempre buscará verlos bien, fuertes y sanos.
Darte cuenta de que no eres perfecta: y que habrá muchas veces que te equivoques, que no tengas paciencia, que quieras renunciar o salir corriendo, que quieras regresar el tiempo atrás o que te enojes, entre muchas otras emociones. Así como que lo que hagas no les gusté, que se enfurezcan contigo, y que te reprochen por tu forma de educarlos.
Vivir con incertidumbre: de no saber exactamente qué les pasa, qué les duele, qué tienen, por qué no confían en ti, por qué no te dicen las cosas, por qué mienten.
Lo que produce que te cuestiones tus propios instintos maternales, tu salud mental, tus capacidades, si estás haciendo las cosas bien, y hasta tu capacidad para cuidarlos adecuadamente.
Aprender a dejar ir: momentos que gozabas como amamantar, arrullarlos, cargarlos, besarlos y abrazarlos cuando tú quisieras, en fin, dejarlos crecer, ser independientes y autosuficientes.
Sentir que has perdido el control: cuando has logrado que hagan algo, como dormir toda la noche de corrido o en su propia cama, que ya no lloren al entrar a la escuela o que coman más, para descubrir que por diversas situaciones, has vuelto a hacer aquello que no querías, que luchaste tanto por sobrepasar o que te cansaba en exceso.
E incluso, situaciones como llegar a tiempo a una cita, salir sola y que te llamen porque están enfermos, regresar antes de un viaje, tenerlo que cambiar o cancelar, y cualquier otra situación que habías planeado cuidadosamente.
Saber que no siempre podrás estar ahí para ellos: porque habrán crecido y decidirán vivir solos, se casarán, se irán a estudiar o radicar en otro estado o país. Porque tendrán algún otro confidente, alguien más que los ayude, los apoye o los escuche. Y también, porque la vida generalmente dicta que los padres se irán antes que los hijos.
Saber que algunos momentos hermosos, serán los últimos: la última vez que amamantaste, la última vez que los viste gatear, el último balbuceo, la última vez que los acompañaste a dormir, la última vez que los llevaste a una fiesta. Momentos que pasan volando, y que no volverán.
Vivir siempre con una parte de tu corazón lejos de tu cuerpo: porque les pertenece y vive en ellos, ya que siempre los amarás a pesar de lo difícil, complicado, angustiante, frustrante, cansado, tortuoso y descabellado que pueda ser la maternidad.
#grupodeapoyoDPP
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