Las relaciones no se terminan.
En las relaciones hay una separación.
Y separarse implica asumir un dolor.
No hay dolor que sea justo.
En una separación, pierden todos. De todos modos, hay modos mejores y peores de separarse.
En una separación tenemos que aceptar algo muy doloroso: que el otro no fue una solución, que independientemente de los sentimientos, esperábamos que nuestra pareja nos diera algo que no tenía y que nosotros proyectábamos en la relación como una expectativa de salvación.
En última instancia, todos esperamos que el otro nos salve de algo. De preocupaciones, de una infancia dura, de una vida inestable, de alguna locura, etc.
Separarse es finalmente aceptar que el otro no te salva, que la existencia no admite representantes y que nuestros temas los necesitamos resolver por nosotros mismos…
Liberar de la carga al otro de nuestras expectativas nos permite perdonar y sanar para podernos despedir desde el amor y no desde el dolor.
Requiere tiempo, paciencia y autocuidado. Es importante permitirte sentir y procesar tus emociones sin reprimirlas, pero también evitar quedarte atrapado en el dolor. Rodéate de personas que te apoyen y busca actividades que te ayuden a reconstruir tu bienestar, como el ejercicio, la meditación o nuevos proyectos. Enfócate en ti, en tus metas y en lo que te hace feliz. Aceptar la situación y verla como una oportunidad de crecimiento te permitirá seguir adelante con mayor fortaleza y claridad.
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