Habitualmente me preguntan: ¿qué es la felicidad?, y mi respuesta acostumbra a ser "La felicidad es un hábito".
Pero, ¿qué es un hábito?
Cada persona mantiene unos patrones de comportamiento característicos que conforman su carácter y personalidad. Cada circunstancia que se presenta en nuestras vidas activa un patrón de comportamiento específico y diferenciado. Nuestra forma de actuar en presencia de los jefes, acostumbra a ser distinta de la que tenemos en presencia de nuestra pareja, de nuestros amigos, de nuestros hijos, etc. No necesitamos pensar en ello para actuar y reaccionar de forma distinta en función del contexto en el que nos encontremos.
Los hábitos son patrones de comportamiento que se ejecutan de forma repetitiva, generados por nuestro subconsciente, en base a las creencias adquiridas, sin la necesidad de centrar nuestra atención consciente en él.
Todas las personas tenemos unos determinados patrones de comportamiento repetitivos ante los estímulos externos que recibimos en cada momento. Tenemos unos hábitos en nuestra relación con el dinero, otros en nuestra relación con el trabajo, otros en la relación con nuestros jefes, con nuestros hijos, sobrinos, padres, amigos, profesores, etc. Son muchos los hábitos que conducen nuestras vidas sin ni siquiera ser conscientes de ellos. Nuestra forma de caminar, de respirar, de sentarnos, de protegernos con las manos al tropezar, de reaccionar ante una mala o una buena noticia, o de conducir un vehículo, son otros ejemplos.
Aun siendo conscientes de que muchos de estos patrones de comportamiento, de forma sistemática, nos conducen al fracaso, la insatisfacción o la infelicidad, la mayoría de personas desconoce el mecanismo que activa dichas respuestas, y lo que es más importante, cómo modificarlas.
¿Cómo se activan estas respuestas?
Nuestra mente presenta dos partes con características y capacidades totalmente diferenciadas, la mente consciente y la mente subconsciente. La mente consciente es la responsable de nuestra creatividad, es la que nos permite planificar y establecer objetivos, evaluar los resultados y analizar cualquier situación, ya sea presente, pasada o futura. La mente subconsciente es muy distinta. Vendría a ser como un ordenador, responsable de ejecutar siempre los mismos programas de forma automática. Cuando percibe unas determinadas señales, ejecuta unas respuestas concretas. Es la responsable directa de más del 95% de nuestras decisiones y acciones diarias.
Ambas son realmente importantes en nuestra vida. Sin la mente consciente estaríamos dirigidos exclusivamente por nuestros instintos. Por su parte, la mente subconsciente, nos mantiene con vida y nos protege alejándonos de los peligros.
Los hábitos son estos patrones de comportamiento repetitivos activados por nuestro subconsciente sin la participación activa de nuestra mente consciente. Se trata por tanto de respuestas automáticas ante determinados estímulos; respuestas dirigidas por las creencias que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida.
Y, ¿Qué es una creencia?
Una creencia es la aceptación, en lo más profundo de nuestro ser, de aquello de lo que hemos sido testigos, de aquello que hemos experimentado o conocido por nosotros mismos, incluso antes de nacer; o de aquello que nos han transmitido otros mientras no teníamos capacidad para valorarlo. Familiares, amigos, profesores, líderes de opinión, etc., son el origen de gran parte de las creencias que tenemos y que nos condicionan en el día a día definiendo nuestra realidad, sin ser nosotros conscientes de ello.
Nuestras creencias son la base de datos que alimenta a nuestro subconsciente cuando genera patrones de conducta repetitivos. En consecuencia, nuestras creencias dirigen nuestras vidas, y son responsables de nuestros comportamientos y actitudes.
Muchas de nuestras creencias son positivas y nos ayudan en el día a día. Son las negativas (creencias limitantes) las que nos impiden ser quienes deseamos y conseguir los objetivos que nos proponemos. Son los patrones negativos (hábitos negativos) generados a partir de esas creencias los que nos causan problemas, y nos impiden ser realmente felices.
“Me odio a mí mismo”, “Merezco ser infeliz”, “Soy incapaz de conseguir lo que quiero”, “Soy una víctima de las circunstancias”, “Mi vida no tiene ningún sentido”, “Me quedo anclado en experiencias pasadas”, “Soy incapaz de superar los errores que cometo”, “No me acepto a mí mismo ni a los demás”, “No asumo riesgos”, “Soy un perdedor”, “Mi vida es dirigida por otros”, “No sé lo que quiero”, “Me resisto a los cambios”, etc., son algunos ejemplos de creencias limitantes, que conducen a generar hábitos autodestructivos, que violan los principios básicos de la felicidad.
Si a estas creencias les añadimos alguna carga emocional negativa, ya sea de miedo, derrotismo, sentimiento de inferioridad, ansiedad, etc., que podemos tener bloqueada como respuesta a situaciones vividas anteriormente, tenemos el campo de cultivo perfecto para desarrollar una vida de autodestrucción e infelicidad total, para desarrollar el hábito de ser infelices.
Por el contrario, liberando los bloqueos emocionales negativos, y nutriéndonos del conjunto de creencias adecuadas, facilitaremos que nuestro subconsciente ejecute unos patrones de comportamiento coherentes con el hábito de ser feliz.
Si realmente queremos ser felices, la clave está en controlar nuestras emociones y creencias, evitando que sean ellas las que nos controlen a nosotros, y eso es relativamente fácil. Tanto el liberar los bloqueos emocionales negativos, como el substituir las creencias limitantes por creencia potenciadoras, puede ser cuestión de pocos minutos.
Ahora que ya conoces el camino, como dice el proverbio hindú, “Si quieres ser feliz, sé feliz”.
Ricardo Eiriz
Autor de “Un curso de felicidad”
Comentarios