Todo es una mezcla de emocionalidad, inteligencia y voluntad. Por eso siento a la vida tan viva, y la enfrento como una aventura que me desafía y encanta
Cuando en una consulta o en un curso alguien, de entre 20 y 40 años, me expresa las siguientes inquietudes: “Siento que soy un fracaso. No tengo un proyecto de vida. Estoy perdida. Jamás me he enamorado” o bien me pregunta “¿qué hago mal? ¿qué tengo mal?, o ¿por qué no atraigo a la gente adecuada?”, no puedo evitar contestarles que yo, a mis casi sesenta, aprendo algo todos los días; un nuevo conocimiento, que antes me parecía complicado o una nueva lección de vida, que me permite superar límites que creía imposibles. Ojo, no es que minimice los dolores y sin sabores que tienen los pacientes, pero con el paso del tiempo uno aprende a entenderse, valorarse y a conquistar la vida. ¿A los 25? era tenaz, pero era una ignorante con doctorado.
La vida es generosa
Pareciera que la existencia, sobre todo en este periodo de pandemia, se ha quedado congelada, sin embargo vale la pena entender este momento desde otro punto de vista. La vida cambia, se hace rara, nos sorprende, nos asusta, nos reta, nos deleita y no se detiene. Y aunque vivir bien o bien vivir no es fácil, la vida siempre puede ser generosa, en particular si la entendemos y la sabemos capotear. Si comprendemos nuestras frustraciones, equivocaciones y fracasos como estados de tránsito que necesitamos para llegar a mejores lugares. Es inevitable.
No pretendo convencer a nadie de que se haga de un optimismo idealizado en el que todo se puede y las cosas que siempre llegarán exactamente como las queremos y necesitamos. No creo en eso porque sé que la vida no se comporta así. Tampoco practico los famosos decretos y las afirmaciones compulsivas: “yo soy valiosa”, “yo soy poderosa”, “yo soy…” En lo que sí creo es en la atención consciente, en las reflexiones profundas y en los procesos sostenidos, y por qué no, en el deleite de disfrutar el camino mientras atravesamos el trayecto.
Disfrutemos el camino
Para bien o para mal, la educación conservadora, religiosa y represiva que recibí, mi adaptación a las tradiciones familiares y la súper exigencia de mi entorno, me llevó a actuar, desde los primeros años, desde un riguroso “deber ser” que afortunadamente también me dio muchos momentos de diversión y placer. Aprendí, pues, a mezclar ciertas “torturas” con el goce. Y en tanto los hábitos firmes y la voluntad férrea me ayudaron a sostener mis objetivos y a sobreponerme ante los fracasos, mi curiosidad constante me impulsó a buscar, una y otra vez –en lugares familiares y en territorios desconocidos– nuevos senderos… ¡y vaya que los he encontrado! Por eso hoy, a mis casi 60, sé comenzar y emprender, y añoro cada día. Soy el resultado de todo, de lo que fui, lo que soy y lo que quiero ser.
Consejos para vivir bien
A ti que me lees, anhelo poder trasmitirte que lo que vale la pena llega muy ocasionalmente por un golpe de suerte, porque lo preciado (lo que verdaderamente importa) se cuece a fuego lento. Y es que la paciencia es un don en un mundo donde el “lo quiero todo y lo quiero ahora” es la constante: se buscan amores instantáneos, trabajos espontáneos e hijos que crecen espolvoreándoles “royal”. La inmediatez no es una buena consejera, de hecho lejos de enseñarnos a “tomar la vida por los cuernos” distorsiona los procesos de crecimiento que eventualmente nos permiten conquistar del bienestar.
En honor a lo anterior, aquí les dejo tres ingredientes para vivir bien que me han acompañado a lo largo de mi existir:
- Paciencia. Una capacidad que, aunque me ha costado, me ha permitido aprender a respirar, a transpirar y a esperar.
- Entendimiento. La clave aquí es no dejar de estudiar, ampliar constantemente nuestros conocimientos. Para lograrlo hay que tener información, terapia –si la situación lo amerita- y suficiente reflexión.
- Constancia. La disciplina es la posibilidad de sostener decisiones a través de acciones y omisiones concretas que están direccionadas hacia un propósito deseado. Conquistarla no es fácil para nadie, pero los resultados son maravillosos.
En conclusión, todo es una mezcla de emocionalidad, inteligencia y voluntad. Por eso siento a la vida tan viva, y la enfrento como una aventura interesante, que me desafía y me encanta. Y sí, quiero vivir mucho y más, porque morir simplemente me implicaría dejar de leer, de coger, de reír, de beber, de escribir y de aprender.
¡Buen cierre de año y mejor comienzo de tu vida!
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Publicado inicialmente en mi página SALUD Y BIENESTAR
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