¿Qué pasa cuando la vida no sale como esperamos? ¿Cuándo tenemos algo que no queremos o queremos algo que no tenemos?.
EL duelo usualmente no se trata de lo que pasó, sino de lo que dejó e pasar. Lo que dejas de vivir dadas determinadas situaciones por haber tenido que vivir de otra manera sin que esta fuera nuestra elección. Cuando nos aferramos a estas circunstancias, nos mantenemos prisioneros, atándonos al remordimiento y evadiendo o minimizando nuestro dolor.
Es bueno dejarnos sentir todos los aspectos del duelo: tristeza, dolor, indefensión, sin quedar atorados en alguno de estos pues cuando tenemos un duelo sin resolver, y una furia entretejida,
vivimos atorados en el eterno porque no hizo, hice dijo, tenia que haber… si yo hubiera etc.
No se puede cambiar nada de lo sucedido y nos toca aceptar nuestro dolor y nuestro sentido de indefensión ante ese pasado o situación.
Resolver el duelo significa ambas cosas, soltar la responsabilidad de todo aquello que no estuvo en nuestras manos hacer y en hacer las pases con las opciones que tomamos pero que no pueden ser cambiadas.
Mientras uno sigue enfocado sentirse responsable de las decisiones de otras personas, uno permanece atorado y el duelo o la perdida no se resuelve.
Esta bien sentir el dolor de lo que paso, llorar, recordar pues hay cosas que definitivamente no se van y no se quieren olvidar. Después de todo la vida también se trata de celebrar a aquellos que estuvieron e nuestras vidas, en ocasiones por periodos mínimos de tiempo y otras por periodos mas largos, y también se trata de dejar ir en amor, honrando el dolor y la alegría que coexisten en estos momentos y recibirlos y vivirlos en total aceptación.
Sanar no significa olvidar sino que somos capaces de trascender ese dolor y sostenerlo. Que podemos encontrar la felicidad y satisfacción en nuestra vida a pesar de la pérdida.
La culpa no nos permite amar. La culpa nos detiene de disfrutar nuestros momentos vividos con los que ya no están, y nos previene de vivir en completa presencia nuestra vida hoy. Cuando uno siente culpa no estas disponible para amar, para jugar, para tener intimidad y deja entonces de disfrutar o recordar aquellos momentos felices que se tuvo con esa persona.
Generalmente tenemos miedo de olvidar a los que ya no están, paradójicamente nos sentimos mal por sentirnos bien y esto nos permite estar presente con los que hoy si están, con todas aquellas personas que se quedaron y que también amamos.
El duelo tiene tantas capas y sabores, (amargura, dolor, alivio, falta de seguridad, fragilidad); toca las fibras de la culpa y corresponde al cuestionamiento existencial para encontrar la respuesta pues todo nuestro sentido del mundo ha de ser reacomodado.
En ocasiones buscamos compensar el dolor o la perdida de sentido llevando la vida como si nada hubiera sucedido, el trabajo las relaciones y las actividades permanecen estáticas, pero cuando hemos tenido una perdida nada es lo mismo; así que un duelo puede ser una invitación a revisitar nuestras prioridades y decidir otra vez, el reconectar con nuestro propósito y gozo. A comprometernos a ser lo mejor que podemos SER en el presente, a darnos cuenta que la vida nos esta invitando hacia nuevos lugares.
Un duelo sin resolver te lleva a conductas y comportamientos que no sirven a tu mejor bien ni a los de a tu alrededor.
Ira desmedida, adicciones, falta de compromiso, intolerancia que hace difícil la convivencia y llevan a un sentimiento de soledad y sin sentido que convierte la vida de quien no lo resuelve y muchas veces de los seres cercanos en relaciones nocivas y destructivas.
De pronto este sinsentido te hace pensar que ya no tienes herramientas disponibles para disminuir la pena que nos invade mientras uno no logre hacer las paces con este dolor. Hacer un trabajo terapéutico personal es de vital importancia en donde el espacio contenido, el encuentro y la valentía para hacer frente al dolor, nos llevan a encontrar esperanza incluso sin saber como hacerlo pero sabiendo que en es posible y que vas a estar bien. Mucho del trabajo de duelo se da en nuestro silencio, en nuestro estar con nosotros mismos.
El saber que habrá preguntas que no tienen respuestas es parte del proceso de sanar. Hay cosas que no entenderemos, vivamos con eso. Hay muchas razones y por ques y un duelo trabajado, nos lleva a ver de manera responsable eso sobre lo que si es mi asunto y me toca resolver y aquello sobre lo que yo no tengo control alguno y toca al otro resolver y aquello que solo es asunto de DIOS.
Hacer las paces con quien nos lastimó, nos hirió, se fue de nuestra vida. Reconocer aquello bueno que nos dieron en su momento y conocer que lo que hicieron es en ocasiones porque no supieron hacerlo mejor. Quizás fue lo mejor que lo pudieron hacer. Agradecer lo bueno pero también lo malo pues eso nos trae hoy a ser quien somos. Es lo mejor que hicieron con las herramientas e historia que ellos tuvieron.
Agradecerles por inspirarnos a encontrar dentro de nosotros esos recursos internos para sanar.
Podemos hacer las paces con lo que fue y con lo que no y podemos enfocarnos no en lo que perdimos sino en lo que permanece, la elección de vivir cada momento como un regalo, aceptando lo que es.
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