Todas las relaciones que sobreviven a largo plazo implican un acomodo.
Requieren compromiso de los involucrados y comprender que, lo que podría ser un factor decisivo para alguien, no necesariamente lo es para la otra persona, incluso siendo parte de la misma relación.
También, es imposible que no sean complicadas, pero sí son gratificantes.
Y, lo más difícil de entender es que, necesitamos pagar un precio para estar con otra persona, ya que como todo en la vida ganamos unas cosas, pero perdemos otras, renunciamos a cosas…
El tema -me parece- es que, en una sociedad de consumo como la nuestra donde pasas de desear una cosa a otra, de satisfacción rápida y fugaz, de cosas desechables, una pareja estable a largo plazo, puede no encajar en este esquema y parecer una afrenta contra el individualismo y de primar el Yo por encima del “Nosotros “; novedad constante por convivencia cotidiana. Necesitamos mirar a la pareja y decidir si todo lo que lleva esa persona a nuestra vida, es suficiente para compensar las cosas que vamos a dejar atrás para no verlo como un sacrificio, sino como una oportunidad de mejorar nuestra vida, ya que, de lo contrario, se lo cobraremos tarde o temprano…
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