Resiliencia no significa resistir, apretar los puños y aguantar, hacerse fuerte.
La resiliencia es hacerle lugar al dolor de lo que pasó para transformarlo, es volver a la vida con conciencia de vulnerabilidad, asumido el color del miedo, la textura de la pérdida, la fragilidad de la existencia.
Es bajar la cabeza de la omnipotencia y dejar los disfraces de súper héroes en el armario.
Es volver mejores, más humildes, más sabios...
Es recuperar la confianza y darle un sentido a la experiencia y, una vez que se le ha dado un significado al dolor, ayudar a otros a través de la propia experiencia. Es ahí donde el círculo se cierra...
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