LOS MANDATOS QUE HIEREN A LOS HOMBRES

30999070884?profile=RESIZE_710xEl día que miramos a los hombres con otros ojos

El Día Internacional del Hombre nos invita a hacer algo que pocas veces ocurre: voltear a ver a los hombres no como figuras fuertes, invulnerables o autoritarias, sino como personas que también han sido educadas bajo mandatos que los lastiman profundamenteDurante décadas hemos hablado —con toda justicia— de la violencia que afecta a las mujeres. Pero muy pocas veces nos sentamos a analizar desde dónde nace esa violencia, qué modelos la sostienen y cómo esos patrones también dañan a los propios hombres.

La equidad no se logra solo defendiendo a un género: se logra reconociendo que tanto mujeres como hombres estamos atrapados en estructuras que nadie eligió, pero que todos aprendimos.

Hoy, es una invitación a mirar la raíz. A entender que un hombre violento, agresivo o desconectado emocionalmente no nació así: fue formado, condicionado y moldeado por mandatos que le enseñaron que sentir es debilidad, que callar es fortaleza y que controlar es sobrevivir.

Los mandatos masculinos que forjaron generaciones: “No llores”, “aguántate”, “sé fuerte”: Los hombres crecieron escuchando frases que parecían inocentes, pero que funcionaron como un programa emocional restrictivo:

  • “Los hombres no lloran.”
  • “Aguántate como los machos.”
  • “No seas débil.”
  • “Tú provees, tú mandas, tú decides.”
  • “Controla, domina, no sientas.”

Estos mandatos crearon una jaula emocionalA los niños se les enseñó a desconectarse de su miedo, de su tristeza y de su vulnerabilidad —que son precisamente las emociones que permiten pedir ayuda, regularse y procesar el dolor. Cuando un niño crece sin permitir que esas emociones existan, ese dolor se transforma en rabia, y esa rabia, sin canales sanos, se convierte en agresión.

Paradójicamente, el mandato que pretendía “hacerlos fuertes”, los volvió frágiles emocionalmente. No pueden pedir ayuda, no pueden reconocer lo que sienten, no pueden mostrarse humanos. Y cuando no se puede sentir, se termina hiriendo a quienes sí sienten.

El costo silencioso: los hombres sí sufren (pero nadie los escucha). Hablamos mucho, y es necesario, del sufrimiento femenino. Pero también debemos reconocer el sufrimiento masculino. Ellos cargan con una presión que pocas veces se verbaliza:

  • Ser proveedores, aun cuando la economía no lo permite.
  • Ser exitosos, aun cuando internamente se sienten perdidos.
  • Ser fuertes, aun cuando están rotos.
  • Ser controlados, aun cuando están llenos de miedo.

El mandato de “aguantar todo” tiene consecuencias:

  • Altas tasas de suicidio masculino.
  • Mayor incidencia de adicciones.
  • Dificultad para pedir ayuda psicológica.
  • Relaciones afectivas basadas en el silencio y la incomunicación.

Y lo más doloroso, muchos hombres viven una soledad emocional absoluta. Tienen amigos para hablar de fútbol, trabajo o política, pero casi nunca para decir: “Estoy triste”, “estoy cansado”, “no sé qué hacer”, “me siento insuficiente”Este silencio, impuesto, aprendido y reforzado, los rompe por dentro. Y lo que duele demasiado, termina saliendo de la peor manera.

La raíz de la violencia: hombres heridos que hieren. Esto no justifica la violencia. Pero sí explica su origen. La violencia masculina tiene múltiples causas sociales, históricas y culturales, pero una de las más profundas es ésta: los hombres no aprendieron a gestionar sus emociones, y lo que no se gestiona, explota.

Cuando un hombre siente miedo, lo transforma en enojo. Cuando siente tristeza, la transforma en irritabilidad. Cuando siente frustración, la transforma en control. Cuando siente pérdida, la transforma en agresión.

Y así aparece el círculo que lastima a las mujeres:

  • violencia física,
  • violencia emocional,
  • violencia económica,
  • violencia simbólica.

Pero si queremos erradicarla, no basta con castigar al agresor, también debemos trabajar en la formación emocional de los hombres. No podemos seguir pidiéndoles que “no sean violentos” mientras la estructura social los obliga a reprimir todo lo que los humaniza.

El camino hacia la equidad: sanar lo masculino para liberar a lo femenino La equidad verdadera se alcanza cuando liberamos a las mujeres de la violencia, pero también liberamos a los hombres de los mandatos que les enseñan a ser violentosNinguna lucha de género avanza si solo liberamos a un bando.

Para sanar como sociedad necesitamos:

  1. Educar a los niños con inteligencia emocional real. Enseñarles que llorar no es debilidad, sino regulación.
  2. Crear espacios donde los hombres puedan hablar sin miedo a ser juzgados.
  3. Romper el mandato del proveedor único.
  4. Normalizar la terapia en hombres.
  5. Celebrar la vulnerabilidad como un acto de valentía y no de fragilidad.
  6. Modelar nuevas masculinidades desde el ejemplo diario.

La equidad no es una guerra; es un puente. Y ese puente necesita que ambos géneros atraviesen hacia una versión más humana de sí mismos.

¿Qué podemos hacer las mujeres? ¿Qué pueden hacer los hombres?

Las mujeres pueden:

  • Dejar de asumir que la fortaleza masculina es insensibilidad.
  • Permitir conversaciones emocionales sin ridiculizar.
  • Reconocer que ellos también necesitan apoyo emocional.
  • Impulsarlos a pedir ayuda profesional cuando lo necesiten.

Los hombres pueden:

  • Dar el primer paso hacia la vulnerabilidad.
  • Atreverse a hablar con autenticidad.
  • Renunciar al mandato del “yo puedo solo”.
  • Construir relaciones sanas basadas en el diálogo y no en el control.
  • Reaprender la forma en la que sienten, expresan y resuelven.

Y juntos podemos:

  • Criar niños libres de estereotipos.
  • Formar relaciones más empáticas.
  • Romper la cadena de violencia desde la raíz emocional.

Liquidar los mandatos para liberar a mujeres y hombres. Si queremos un futuro sin violencia para las mujeres, debemos sanar a los hombresNo desde el juicio, sino desde la comprensión. No desde la culpa, sino desde la reeducación. No desde la rivalidad, sino desde la empatía.

La verdadera equidad se logra cuando rompemos los mandatos que nos hicieron daño a todos. Cuando un hombre puede ser sensible sin ser juzgado. Cuando una mujer puede ser libre sin ser violentada. Cuando ambos pueden caminar sin cargas ajenas, sin roles rígidos, sin expectativas imposibles.

Hoy, en el Día Internacional del Hombre, honramos algo que por décadas no se dijo:

  • Ellos también sufren.
  • Ellos también necesitan sanar.
  • Ellos también merecen un mundo donde ser hombre no signifique ser invulnerable, controlador o agresivo.

La equidad verdadera no divide; integraY solo cuando reconozcamos el dolor masculino podremos realmente liberar al femenino.

 

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