Esta semana quiero compartir contigo la visión de Carl Rogers respecto de la empatía, como actitud promotora del desarrollo humano.
Para dicho autor, la empatía consiste en la comprensión profunda de la experiencia del otro, desde su propio marco de referencia.
Es decir, la disposición de ánimo tendiente a la apertura frente a nuestro interlocutor, en grado tal que nos permite: atenderlo, escucharlo, mirarlo, sentirlo y percibirlo de modo integral. No sólo entendiendo o captando el contenido de su diálogo verbal, sino permitiéndonos también acompañarlo en su vivencia: emocional, corporal, mental, espiritual y relacional en el aquí y ahora, sin perder la conciencia de la percepción de nuestros propios: pensamientos, sentimientos y sensaciones, al momento de estar interactuando con nuestro interlocutor.
La empatía bajo esta perspectiva, para mí constituye un vehículo idóneo para una auténtica comprensión del otro y es considerada como una actitud básica para el desarrollo integral del potencial humano porque le permite a quien la recibe, sentirse acompañado en todas las dimensiones de su ser, así como libre y seguro para: expresarse, sentirse, auto-evaluarse, explorarse, mostrarse, elegir, moverse y actuar en cualquier sentido que en ese momento le parezca más conveniente.
Todo lo anterior permite además ir recuperando paulatinamente autonomía y responsabilidad, al posibilitar una interacción intra e interpersonal con menos: bloqueos, distorsiones, limitaciones y rodeos y por tanto, favorece el enriquecimiento tanto de quien la brinda, como de quien la recibe.
En mi opinión, el desarrollo de la empatía requiere un continuo esfuerzo por mantener a raya: los prejuicios, las etiquetas, la impaciencia, el hábito de anticiparnos a completar interna o externamente la frase de nuestro interlocutor, la pretensión de tener una mejor respuesta o un mejor consejo, la intención de convencerlo y sobretodo, de creer que podemos saber que es lo mejor para él.
Por todo ello la empatía constituye un importante reto, requiere un trabajo personal profundo de: conciencia, paciencia, exploración, libertad, respeto, responsabilidad y por supuesto, práctica cotidiana; pero sobretodo, de comprensión y aceptación de la vulnerabilidad, falibilidad, dignidad y a la vez, de la enorme posibilidad de transformación de la condición humana, cuando aprendemos a reconocernos en el otro y a relacionarnos desde lo que nos une a todos, la capacidad de sentir.
Así que te deseo una semana: ¡llena de empatía!
Alejandrina García Carrera.
Consultora legal y orientadora humanista.
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