¿Te has parado a pensar alguna vez cuánta gente vive su vida amargada, insatisfecha o llena de estrés? Basta con centrar tu atención en tus vecinos, amigos o familiares para encontrar un buen número de personas que viven de este modo. Quizás incluso te ocurra a ti.
Sin llegar a este extremo, nos encontramos con que la mayoría de la población ha renunciado a vivir una vida plena, ha decidido trabajar por obligación supuestamente para ganar un dinero que no ganaría de dedicarse a aquello que le hace disfrutar, y ha decidido renunciar al placer que le produce la familia, para dedicarle más tiempo al trabajo. En definitiva, buena parte de la población está dejando pasar la vida sin disfrutarla ni vivirla intensamente.
Quien vive este presente, debe ser muy valiente para mirar hacia el futuro y plantearse cuál es su destino. Si no hace nada, su destino no puede ser otro que mantener la vida que ya tiene, y repetir una y otra vez las mismas experiencias.
Vivimos en un mundo que mira más hacia fuera que hacia dentro. Buscamos fuera aquello que nos hará felices, sin darnos cuenta de que la felicidad debemos encontrarla en nosotros mismos. Buscamos la aceptación y el reconocimiento de los demás, perdiendo de vista que son nuestro propio reconocimiento y valoración los realmente importantes. Buscamos distraer nuestra mente con cuestiones intrascendentes, para evitar sentir lo que nuestro corazón nos muestra.
Este modo de vivir hacia fuera nos conduce a crear una realidad interna carente de poder. La mayoría de las personas han renunciado a controlar y dirigir su vida, convirtiéndose en víctimas de las creencias colectivas que la sociedad ha generado.
La insatisfacción, el miedo, la apatía o la inseguridad, se han convertido en las emociones que dirigen la vida de muchos de nosotros, con el perjuicio a nivel físico, mental y emocional que esto conlleva.
Afortunadamente, nada es definitivo. La experiencia nos ha demostrado que todos, sin excepción, tenemos la capacidad de cambiar nuestra vida cuando lo deseemos.
Si realmente deseas dar un giro a tu vida y recuperar el poder con el que naciste para convertirte en el protagonista de tu historia, dejando a un lado papeles secundarios como actor de reparto en películas de otros, plantéate la siguiente pregunta: ¿Quién soy realmente?, ¿soy el personaje que represento en cada ámbito de tu vida, o el actor que interpreta cada uno de esos personajes?
Por supuesto, tú no eres tus personajes. No eres la ama de casa, periodista, terapeuta, monja, peluquera, madre de tus hijos, esposa de tu esposo, hija de tus padres, etc., esos son únicamente personajes que interpretas. Pero ¿quién existe primero, el personaje o el actor? En efecto, el actor.
Pon tu atención en el actor que eres, en las necesidades tus necesidades para estar equilibrada y en paz contigo misma. No debes olvidar que los papeles que interpretas son temporales… llegará un día que dejarás de interpretarlos.
Ricardo Eiriz
Creador del Método Integra®
Autor de los libros Método Integra, Escoge tu camino a la Felicidad y el Éxito, Un Curso de Felicidad, Apunta Alto, El Alma de la Salud y Recupera tu Poder Personal.
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO.
Doc. Honoris Causa por la Universidad privada Telesup, Perú.
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