¿Qué tal llegará diciembre para ti? ¿Será de festejos, celebraciones y planes para el 2026? ¿O lo sientes pesado, con un nivel de agotamiento que ya quisieras que las vacaciones estuvieran aquí?
Probablemente estás viviendo en lo que se denomina “piloto automático”. Te levantas a diario para cumplir con tus compromisos familiares, laborales y sociales, sin pensar ni disfrutar lo que estás haciendo. Llega un momento en que te preguntas ¿Para qué?
Careces de dirección consciente y has perdido el rumbo de lo que realmente deseas para tu vida; y claro, no es que a veces no sientas que has tomado decisiones acertadas, pero la dinámica diaria te ha alejado de lo que realmente importa. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero estás irritable, te desesperas con facilidad, los fines de semana se pasan “volando”, encuentras solo cosas negativas en tu trabajo o en tu relación familiar…en pocas palabras: estás ¡tremendamente agotada!
En esta época es común sentir un agotamiento emocional profundo, ese cansancio que no se quita solo durmiendo y que va acompañado de pensamientos como: “debo poder con todo”, “no puedo fallar”, “tengo que cumplir”.
Este tipo de autoexigencia no es casualidad. Responde a una lógica que Byung-Chul Han describe como propia de la “sociedad del cansancio”: un sistema donde ya no necesitamos que alguien nos presione… porque nos presionamos a nosotras mismas.
El filósofo señala que hemos pasado de una sociedad disciplinaria a una sociedad del rendimiento. Hoy no nos sentimos obligados por otros, sino por un ideal interno de productividad, eficiencia y éxito permanente. El problema es que esta autoexplotación es más peligrosa que cualquier exigencia externa: es silenciosa, se disfraza de motivación, y convierte el descanso en un lujo o en una culpa.
En diciembre esto se intensifica. Queremos cerrar pendientes, cumplir compromisos familiares, “cerrar bien el año” y ser la mejor versión de nosotras mismas… todo al mismo tiempo. Reconocerlo es un acto de honestidad. El segundo paso es darnos permiso de dejar de exigirnos tanto. Como diría Han, necesitamos recuperar espacios de quietud, no-productivos, donde simplemente podamos ser, no rendirnos. Es un regreso a lo esencial: escuchar el cuerpo, reconocer nuestras emociones y validar nuestros límites.
Algunas prácticas ayudan a recuperar nuestra energía. Por ejemplo, elegir conscientemente los compromisos a los que sí queremos asistir y soltar los que solo añadimos por obligación. Incorporar microdescansos que nos devuelvan presencia: un momento de respiración profunda, un paseo breve, cinco minutos sin pantallas. También es valioso realizar un cierre emocional del año, preguntándonos: ¿qué me pesa que necesito soltar?, ¿qué aprendizajes quiero honrar?, ¿qué no necesito cargar en el próximo ciclo?
Diciembre no tiene que ser una carrera hacia el agotamiento. Puede ser un espacio para reconectar, para reconocer nuestra humanidad y para recordar que el valor no está en nuestra productividad, sino en nuestra capacidad de habitar la vida con autenticidad.
Regálate pausas. Suelta exigencias. Y recuerda: tu bienestar emocional no es negociable. Es el terreno fértil desde donde nacerá un nuevo año más ligero, más real y más tuyo. Diciembre puede ser un mes exigente, pero también puede convertirse en un tiempo de reconexión y ternura contigo misma. No tienes que llegar “perfecta” al final del año; solo necesitas llegar siendo honesta con tu energía y respetuosa con tu bienestar. Regálate pausas, elige lo que te hace bien y recuerda: tu bienestar emocional no es negociable. Es la base sobre la que construirás un inicio de año más estable, más auténtico y más en sintonía con quien deseas ser.
Comentarios