Si nosotros trabajamos en tratar de conocer nuestra biología, en conocer cómo es nuestra psiquis y cómo y por qué nos relacionamos con el mundo exterior, con nuestras amistades, con nuestra pareja, en la forma que lo hacemos, vamos a darnos cuenta de cómo podemos usar nuestras emociones a nuestro favor para transformarlas en calidad de vida y en alegría de vivir. La existencia de un hombre o de una mujer, se desarrolla formando parte de un núcleo social y donde el entorno determina en cada uno de nosotros respuestas emocionales y estas respuestas son productoras de impactos físicos y mentales que van delineando, conformando, moldeando nuestra personalidad y condiciona la manera que nosotros nos vinculamos con el resto de las personas.
Hoy hay numerosos trabajos científicos que reafirman lo que las culturas orientales ya habían observado hace miles de años lo referente a la estrecha vinculación entre las emociones y el estado inmunológico de las personas. Por supuesto que tanto tiempo atrás no se hablaba de sistema inmunológico o sistema de defensa, lo que sí se veía era que las emociones proyectaban y repercutían directamente en la salud del individuo.
Y si nosotros tenemos una mente abierta, nos vamos a dar cuenta que una gran cantidad de enfermedades que hay en el Siglo XXI, limitan la calidad de vida del ser humano, que se producen justamente por la caída de las defensas, por la caída de ese sistema que está diseñado para protegernos y que queda diezmado por las emociones negativas.
Y estas culturas orientales hablan de emociones positivas que son balsámicas, que incluso llegan a favorecer la longevidad y a las emociones negativas le llaman emociones tóxicas que invaden el límite natural frente a la enfermedad, destruyendo el bienestar físico y mental.
El estrés incontrolado, el enojo, la ira y otras reacciones tan frecuentes en un mundo convulsionado en el que nos toca vivir, van promoviendo un desorden en los finos y delicados mecanismos de nuestro equilibrio psicológico y facilita la aparición de las enfermedades psicosomáticas que son de variable entidad. Van desde las más sencillas y las que tienen menor repercusión hasta algunas que limitan enormemente al individuo, perturbando el normal desenvolvimiento de la vida de aquellas personas que lo padecen.
Lograr una buena conjunción entre el equilibrio físico y el psíquico es fuente de bienestar y de salud. Analicemos cuánto tiempo dedicamos a lo largo de un día común a generar emociones constructivas, a respetar nuestros sentimientos y cuánto tiempo a realimentar vivencias verdaderamente tóxicas, que nos debilitan y nos separan cada vez más de nuestro deseo de vivir, destruyendo nuestra calidad de vida.
Cada ser humano ha venido a este mundo a cumplir con una misión personal que consiste, entre otras cosas, en establecer los límites de aquellas cosas que nos lastiman, que nos duelen seriamente. ¿Por qué? Porque estas cosas nos afectan de una u otra forma de acuerdo a nuestra actitud y a la manera que interpretamos los acontecimientos.
Todos conocemos personas que ven siempre los aspectos negativos de cada situación y no ven la oportunidad que la situación que los involucra les está dando para darse cuenta de que tienen que tomar un camino diferente en la vida. Todos tenemos una cuota parte muy importante en el control y en el manejo de nuestras emociones que va a depender de nuestra permeabilidad, la falta de firmeza para establecer las fronteras que nos protejan frente a las agresiones. No podemos cambiar el mundo, no podemos cambiar esos misiles que nos envía el entorno, pero sí podemos trabajar sobre nuestra actitud y es fundamental para la preservación de la salud física y de la salud emocional.
Si los seres humanos consiguiéramos mantener una actitud mental centrada en principios sólidos, que reflejen nuestra real manera de pensar y de sentir, los hechos por más estresantes que fueran, podrían ser ubicados de tal manera que no nos afectaran excesivamente y por consiguiente no lograran deteriorar nuestro cuerpo emocional.
En ese largo camino hacia la salud emocional, tenemos que aprender a no reaccionar desmedidamente y a lograr controlar nuestros pensamientos que reiteradas veces corren muchos kilómetros por delante de la realidad. ¿Y por qué te digo esto? Porque los pensamientos son los generadores de las emociones y si nosotros podemos controlar nuestros pensamientos también, por ende, podremos controlar nuestras emociones.
Nosotros fantaseamos con situaciones que ni siquiera existen todavía, pero que nos lastiman, que nos hieren, que nos desequilibran. Y es ese pensamiento fatalista que nos hace sentir no merecedores del bienestar y de la alegría de vivir.
Cada uno transita por la vida con su equipaje. Con sus virtudes y con sus defectos, con sus fortalezas y con sus debilidades, pero es tu misión generar tu propia luz. Y hay una sola forma, que es potenciando tu autoestima, que es valorando aquellos aspectos positivos que tú tienes y llevándolos a nivel de tu conciencia; entonces allí podrás lograr el acariciado equilibrio y bienestar. No es una tarea fácil pero no es imposible. Está al alcance de cada persona que quiera realmente ocuparse de sí mismo y que desee cambiar la concepción de su vida de cara al futuro. Tratar de sanar tu propio interior para luego poder entregar también lo mejor de tu persona.
Dr. Walter Dresel
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