En ocasiones se nos presentan contratiempos o situaciones que no se plantean tal como las teníamos planeadas. Solemos ponernos nerviosos e incluso nos dejamos llevar por nuestras emociones perdiendo los papeles.
Cada vez que reaccionamos de forma impulsiva, activamos nuestra biología de supervivencia, pasando a concentrar toda nuestra energía en los músculos y en los mecanismos de lucha o de huida. En esos momentos nuestro cerebro pasa a trabajar en unas frecuencias más elevadas, alejándonos de la relajación y tranquilidad mental necesarias para desarrollar nuestra creatividad y vislumbrar soluciones a los problemas. De este modo, en lugar de minimizar el problema, lo agrandamos.
Es en esos momentos en los que las cosas no salen como nos gustaría cuando resulta más importante mantener la calma. De ello depende encontrar la solución rápidamente, o alargar el problema de forma innecesaria.
Cuando hacemos todo lo mejor que sabemos en cada momento, tan solo debemos confiar en que los resultados llegarán, sean los que sean, y que esos resultados están bien. Dar lo mejor de nosotros mismos nos permite vivir en coherencia y plenitud, y quien vive de este modo, acepta que todo está bien.
Ricardo Eiriz
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