Hace poco hablaba con una amiga que acaba de convertirse en mamá. Me contaba algo que muchas hemos vivido: aunque su pareja estaba presente, muchas de las tareas del día a día parecían “automáticamente” suyas.
Especialmente las relacionadas con el cuerpo, con la lactancia, con el apego… Todo eso que, social y emocionalmente, recae sobre nosotras.
Pero mientras leía mi libro, me compartió algo que me tocó profundamente: se dio cuenta de que sí, hay cosas que quizás solo puede hacer la mamá… pero hay muchas otras que perfectamente puede hacer también el papá. Solo que a veces no se las permitimos.
Cambiar pañales. Darle de comer al bebé. Cargarlo para dormir. Estar ahí, presentes, implicados.
Y eso me hizo reflexionar: ser mujeres no significa hacerlo todo solas. Podemos —y debemos— compartir las tareas y las responsabilidades. Porque en este camino de construir nuestros sueños, hay dos recursos que son esenciales: el tiempo y la energía. Y no son infinitos.
Uno de los aprendizajes más desafiantes que he tenido es justamente este: aprender a soltar el control y delegar también en casa.
- ¿Se va a hacer diferente? Probablemente.
- ¿Va a haber accidentes? A veces, sí.
- Pero… ¿y qué? Así también se aprende.
Igual que en el trabajo delegamos para crecer, en casa también delegar es un acto de amor propio. Un acto de confianza. Un paso hacia la corresponsabilidad.
Así que hoy te invito a hacer una pequeña reflexión:
- 🌱 ¿Qué tarea podrías delegar esta semana?
- 🌱 ¿Qué pasaría si además de la tarea… también delegas la responsabilidad?
No importa si tienes hijos, pareja o no. Esto se aplica a tu equipo, a tu familia, a tu red de apoyo. El punto es este: para vivir una vida plena, necesitas liberar tiempo y energía para ti.
Y tú, ¿qué vas a delegar hoy?
Cuéntame en los comentarios. Y si ya lo hiciste… ¿cómo te funcionó?
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