Alguna vez seguramente se han preguntado qué es la FELICIDAD. Yo también me lo he preguntado. Y… surgen allí diversas opiniones acerca de lo que es el concepto de felicidad. Para algunos, no es un estado permanente o un estado a obtener, sino que es la sucesión de momentos o de circunstancias que nos generan bienestar que encadenadas entre sí nos dan ese sentimiento de felicidad.
Y cada uno puede tener su propia opinión al respecto. Lo cierto es que la pregunta que sigue a ¿qué es la felicidad? es ¿qué necesita hoy en día el ser humano para poder ser feliz? Y ésta sí no es una pregunta fácil de responder porque cada ser humano es diferente a otro y por lo tanto cada uno necesita de cosas y de situaciones distintas para poder llegar al mismo estado. Lo que sí me parece que puede ser común a todos, es que tenemos que aprender a manejar el concepto de que nadie lo tiene todo, de que nadie puede con todo y de que el balance y el equilibrio entre lo que uno tiene y lo que uno pretende o pretendería, es lo que finalmente nos da el concepto de equilibrio, de bienestar o de felicidad.
Aquellas personas, hombres o mujeres, que van tras un ideal que nunca van a alcanzar, que saben que nunca lo van a lograr y que sufren por no poder conseguirlo, jamás podrán obtener ni siquiera ese estado de bienestar tan necesario como para poder armonizarse interiormente y como para poder poner en práctica un proyecto, un objetivo o trazarse metas en la vida.
Por lo tanto el problema no está en alcanzar la felicidad sino en extraer de la vida cotidiana todo lo que ella nos ofrece, de la mejor manera posible, incorporando un concepto que a mi juicio y a través de los años de haber entrevistado a miles y miles de personas, me parece que es el concepto fundamental y es desarrollar una buena tolerancia a la frustración. Justamente, cuando reflexionamos sobre fracasos, justamente, cuando reflexionamos sobre éxitos, tenemos que aprender a no derrumbarnos frente a las dificultades a las que la vida nos enfrenta. Es decir, problemas tenemos todos, problemas tuvimos, tenemos y seguramente aparecerán nuevos en el futuro. Es el precio que hoy tiene el derecho a vivir. Nosotros tenemos que enfrentarnos a desafíos constantes, a circunstancias conflictivas, a situaciones que tenemos que resolver adecuadamente y que no podemos permitir que nos generen depresiones, que nos generen frustraciones, que nos generen ese sentimiento paralizante.
Una cosa es reaccionar con tristeza frente a aquello que nosotros no podemos obtener o perdemos. Cuando nos referimos al fracaso, nos referimos a que ineludiblemente tiene que haber un sentimiento de pérdida, de lo contrario no existe el pensamiento o el sentimiento de fracaso. Pero una cosa es estar triste porque algo no nos salió bien, una cosa es estar triste porque nos han lastimado, porque consideramos que algo que nos sucede es injusto y otra cosa muy diferente es permitir que esa tristeza nos envuelva y nos vaya haciendo perder las ganas de vivir y el sentido de la vida. La clave es admitir que no todo lo que nosotros nos proponemos va a llegar a un buen fin pero por una sencilla razón. En primer lugar, porque no estamos solos en la vida, porque interactuamos con otras personas que no piensan igual que nosotros, que no tienen las mismas necesidades, los mismos principios o los mismos valores y que del juego de esa confrontación entre nuestros principios, nuestros valores y lo que nosotros deseamos y lo que los otros quieren, tiene que surgir ese equilibrio en el cual tengamos la capacidad de adaptación y la flexibilidad necesaria para poder transitar por un mundo que no es exactamente como nosotros quisiéramos que fuera pero que es el único mundo que tenemos.
En este Siglo XXI que está transcurriendo, el concepto de bienestar o de felicidad le resulta esquivo a la enorme mayoría de las personas. Y uno puede preguntarse por qué. ¿Por qué le cuesta tanto al ser humano sentirse bien con la vida? Y le cuesta… porque no estamos preparados para los golpes, no estamos preparados para el dolor físico y mucho menos para el dolor emocional, mucho menos para los conflictos que van apareciendo en los vínculos humanos, en la violencia doméstica, en la manipulación, en toda esta cantidad de situaciones que día a día vemos que crecen desmedidamente.
Entonces debemos aprender a desarrollar esa TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN. ¿Qué significa esto? Hoy se me cierra una puerta. Perfecto, lo admito, lo acepto, me duele, estoy triste, genero un resentimiento frente a eso porque lo considero una injusticia. Sin embargo tras esa puerta cerrada hay una puerta que se abre. ¿Por qué? Porque tu mente, que es la gran aliada, permanentemente tiene que estar generando ideas, proyectos. Entonces el cierre de una puerta no puede ser el derrumbe de una vida, tiene que ser la oportunidad que la vida te está dando para que te des cuenta de que tras esa puerta que se cierra hay una, dos, tres o cuatro que se van a abrir y que tú tienes la opción y la necesidad de ver dónde y cómo se abren esas puertas.
Hay que decirle adiós al fracaso que tiene un punto de comienzo y tiene un punto máximo y es tu responsabilidad el aprender a ponerle un punto final.
Mira siempre hacia delante.
Tu vida es presente y es futuro.
Siempre hay una nueva oportunidad para
que cumplas con tus sueños.
Dr. Walter Dresel
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