- La vida pasa más deprisa de lo que, por regla general, nos gustaría.
No importan los buenos ni los malos momentos, lo que, de verdad importa, es vivir. Por consiguiente, rendirse no es una opción para aquellos que estén comprometidos consigo mismos en dotar de sentido a sus existencias. Nada se soluciona en un abrir y cerrar de ojos, ningún desastre se gesta, por así decirlo, en cinco minutos. Las ‘cocciones’, tanto de las causas como de las soluciones, suelen ser lentas y pasar desapercibidas para la mayoría, sobre todo de los síntomas que suelen acompañar a las causas y que van anunciando, a modo de ’aviso’, por donde van los tiros o por donde puede explotar el volcán, figuradamente hablando. La mayoría de los mortales, centrados en su cotidianeidad, agarrados a sus costumbres y a su rutina, se convierten en miopes no viendo más allá de la punta de su nariz, por lo que, todo les es ajeno cuando no inverosímil o de imposible asentamiento en la realidad. No se les puede culpar puesto que, ¿a quién no le gustaría una vida tranquila, exenta de grandes sobresaltos y en un vecindario cómodo sin que nadie provocase disturbios ni hiciese ruido? A la mayoría, le gusta la paz no la guerra. Irónicamente, en su interior, la mayoría, no practica la paz. En vez de ello, están en permanente, o casi, disgusto y desacuerdo consigo mismo. ¿Cómo iba a reinar la armonía en el exterior, en el mundo grupal, si en el interior particular habita la discordia? La paz se generalizará cuando la gente trabaje en pro de desarrollar una relación armónica consigo mismo a través de la aceptación, valoración, validación y muestre un gran respeto por el ser divino que es. No podemos erradicar la guerra a menos que la eliminemos de nuestro interior.
- La cobardía es muy mala consejera amén de promotora del miedo y del conflicto interpersonal.
La cobardía nos hace mirar hacia otro lado, callar ante una injusticia, mordernos la lengua para no decir lo que pensamos de algo o de alguien. La cobardía nos conmina a agachar la cabeza y sumarnos a la ‘opinión generalizada’ adoptando sus consignas, aunque, estas, vayan en contra de nuestra escala de valores. Mejor mirar hacia otro lado o pretender que algo no existe. Algo así como practicar la técnica del avestruz. Cuando el ‘quedar bien con los demás’ cobra más importancia y uno se convence de que es la ‘única manera’ de sobrevivir, el cuidado del yo y el respeto por los principios propios se deja de lado. Acallar la conciencia sólo se logra ficticiamente. Tarde o temprano, aquello a lo que le hemos tapado la boca, acabar por reventar sembrando el caos en nuestra vida.
- Cuando el ‘futuro’ nos alcanza, a la mayoría, le pilla por sorpresa...
pues no lo vieron venir por estar mirando para otro lado, negando la realidad o con la cabeza metida en un agujero que se creyó proporcionaría el estar ‘a salvo de decepciones y disgustos varios’. Es más, el Club del Redil, a aquellos que tuvieron la osadía de no sumarse al ‘main stream’, negarse a adoptar el discurso predominante y siguieron alzando la voz aún a pesar de que trataran por activa y por pasiva de silenciarles, se afanó en presentarles como apestados, perdedores, mentirosos, falsos, terroristas de la moral… Al poder no le gusta que le lleven la contraria. En las sectas, la discrepancia, el pensar por cuenta propia, no se tolera, se castiga. Sí, la originalidad está mal vista y es penalizada.
- Del feminismo que nació para liberar a la mujer de las garras y de las consecuencias del machismo se pasó, en menos de cien años,...
... a un hembrismo que promovía el odio al hombre y la eliminación de la mujer usando a todo aquel que se prestase. Llegó un momento en que, casi ni se podía hablar, so pena de que te cayese una demanda por ‘odio’. Si osabas decir que un hombre biológico era un hombre cuando éste se percibía como ‘mujer’, te podía caer la del pulpo. Negar la realidad era lo ‘cool’, lo políticamente correcto. Osar decir que ‘el rey va desnudo’ podía llegar a ser motivo de acabar no sólo en el patíbulo del ostracismo social sino acarrear consecuencias penales.
¿Qué le había pasado al feminismo?
El ser humano odiando al ser humano.
Caín contra Abel y Abel contra sí mismo.
- Hubo un tiempo en el que, si eras gay, hetero o bisexual, nadie se metía contigo.
Fue un espejismo, por lo visto a juzgar por lo poco que duró ese tiempo feliz. Cuando, los hijos, de los de esa generación que celebraba las diferencias, crecieron, el respeto llegó a su fin y fue sustituido por ‘la venganza’. Mujeres que habían sido educadas por mujeres que, en teoría, habían crecido en la libertad y el respeto a la diferencia, mostraban, en la superficie, un odio hacia el hombre que era, en realidad, un ‘matar a la madre’ al más puro estilo freudiano. En su despropósito, abrieron la puerta del manicomio y salieron a pasear las peores pesadillas. No querían la armonía, el respeto y la celebración de la diversidad les molestaba porque solo podían lograr sus fines creando caos, conflicto y odio intergénero. Era el comunismo reinventado y disfrazado de feminismo.
De repente, el sol se oscureció. Si no se pensaba como mandaba el hembrismo o ‘uoquería’, ya se fuera hombre o mujer, independientemente de la orientación sexual, sin miramientos se le echaba fuera del redil condenándole al ostracismo y a la ignominia. No se fomentaba la diversidad de pensamiento, sino que se imponía el pensamiento único. La demagogia campaba a sus anchas. Tal y cómo constató Jane Ellen en su experimento (‘Ojos azules, ojos marrones’), los disidentes eran ‘clase inferior’. Si el amor propio o autoestima ni tenía suficiente consistencia, si el sistema inmunológico de la psique tenía deficiencias, el temor al deshonor y al descrédito social provocaba que se callase, se agachase la cabeza y se aceptase comulgar con ruedas de molino. ¿Nadie había previsto las consecuencias desastrosas de esta manera de proceder? Sí, claro que había quien lo había visto venir, pero no les quisieron hacer caso: ‘ojos azules’ eran mejores que ‘ojos marrones’. Y, viceversa… Porque, la tortilla, siempre se da la vuelta.
Los esfuerzos, de gente como Juliette, Antoinette, Peppa, Lucía, Martha, Sam, Antonio…, por devolverle el sentido común a la gente y abrirle los ojos, eran muy loables. Sin embargo, no todos querían tomarse la ‘pastilla roja’. Muchos, la mayoría, prefería seguir en la inopia… ¿Sería posible invertir el proceso y generar un nuevo Renacimiento? Los milagros existen.
- El ser humano, en general, acaba siempre por rebelarse contra los tiranos. Lamentablemente, suele hacerlo tarde ya que acostumbra a tragar y tragar… mucho al envolverse en el miedo hasta que no puede más y transita hacia la rabia, siendo ahí cuando es imparable.
- Ni hombres ni mujeres, personas.
- Todos somos seres humanos o, si se prefiere, seres espirituales viviendo una vida humana.
- Todos amamos, todos enfermamos, todos anhelamos ser amados y aceptados. Todos queremos que nuestras vidas tengan sentido.
La guerra nunca trajo nada bueno.
- Si seguimos pelando hombres contra mujeres, mujeres contra mujeres, mujeres contra hombres, hombres contra hombres… nunca lograremos un mundo donde la diversidad tenga cabida. La armonía sólo se logra aceptando las diferencias y conciliando los opuestos, para empezar, en cada uno de nosotros, y luego, entre nosotros.
No es más un hombre que una mujer.
Una mujer no es inferior a un hombre.
Ninguna mujer es más que otra mujer.
Ninguna mujer es mejor que un hombre.
La biología es la que es, punto.
Somos almas enfundadas en un cuerpo físico y nuestro karma o cómo se le quiera llamar no lo solucionaremos externalizando el conflicto ni culpando a otros. El dinero nunca debió ser más importante que las personas.
El poder terreno se queda aquí, es temporal y ficticio, ergo nunca deberíamos agachar la cabeza ante un ‘cargo’: “Respeto, sí. Servilismo, jamás.”
Soy personista, siempre lo he sido. No creo en el envoltorio físico, creo en el alma que da vida a ese envoltorio o cuerpo.
Con este libro no he pretendido ‘dar lecciones’ sólo invitar a reflexionar a través de los personajes y de sus devenires existenciales. He venido a sacudir conciencias y a animar al ser humano a reconciliarse consigo mismo a través de recordarle que es lo mejor que le ha pasado. El cielo en la Tierra es posible…
Toda reconciliación de los opuestos empieza en uno mismo.
Continuará…
Fuente: (c) Rosetta Forner
Libro LAS PERSONAS ILIMITADAS TIENEN LA LENGUA DEPILADA (Amazon)
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