Piensa por un instante en esa persona que admiras. Ahora compara tu vida con la de él o ella y específicamente con aquellos resultados que le admiras más. En mi caso hay gente de diversos ámbitos: desde biólogos y veterinarios que han aportado grandes logros a la conservación de animales salvajes, hasta grandes personajes del desarrollo humano que han transformado su vida y la de mucha gente a su alrededor, así como deportistas que logran proezas que parecen casi antinaturales. No sé en quiénes hayas pensado, pero lo cierto es que en mi caso y en el de las personas a quienes les doy sesiones de coaching solemos elegir personas con algo en común: Logros extraordinarios.
Es en esas acciones en donde se divide a los que logran cosas extraordinarias del resto. De hecho por mucho tiempo se tuvo la pregunta sobre qué era lo que dividía a los genios del resto de la gente, independientemente de la disciplina, y al entrevistar a cientos de ellos se descubrió que una persona que es buena en algo entrena al menos de cuatro mil horas, una persona considerada maestro y que es muy bueno entrena un promedio de ocho mil horas, pero los verdaderos “genios” en su área han entrenado por más de diez mil horas, algunos de ellos incluso mucho más.
De hecho cuando se les preguntó a los integrantes de los Beatles cuánto tiempo practicaban los integrantes respondieron de manera casual que lo hacían durante muchísimas horas al día, suponiendo que eso era lo “normal”.
Como ellos grandes deportistas, escritores, investigadores, actores y de todo tipo de personas exitosas en sus áreas, compartieron el hecho de practicar muchas horas al día durante mucho tiempo, la gran mayoría de las cosas que hacemos durante el día son ya hábitos que hemos desarrollado durante muchos años. De hecho por eso es que es tan difícil cambiarlos cuando queremos cosas diferentes en nuestras vidas, pues nos hemos vuelto como esas personas extraordinarias, increíblemente buenos para hacer lo que hacemos y de hecho lo hacemos sin pensarlo.
Piénsalo bien, date cuenta como la gran mayoría de tus acciones durante el día ni siquiera las tienes que pensar. Incluso si dices: “no mira, lo que hago requiere de grandes cantidades de concentración”, y tal vez sea cierto, pero de cualquier modo lo que ya has hecho durante muchísimas horas de tu vida a base de repetirlo diario, de pronto se vuelve un hábito que no requiere de tu atención.
Y aquí es donde viene la parte interesante. Es común que la gente diga que cambiar es muy difícil, y tiene lógica. Si una persona ha realizado algo diariamente durante muchos años, a nivel cerebral es como si las sinapsis (comunicación entre neuronas) hubiera hecho una especie de caminito, como cuando en una vereda personas y caballos recorren una ruta una y otra vez. Por otro lado a nivel muscular también se crea memoria celular, en especial si se trata de una acción que implique movimientos físicos. El “caminito” ya está muy definido y el error de mucha gente es querer borrarlo. Cuando queremos cambiarlo hay que crear nuevas rutas, lo que de hecho podemos hacer en cualquier momento, pero debemos repetirlas un suficiente número de veces y con la suficiente energía para que las adoptemos de manera inconsciente y se vuelvan parte de nuestros nuevos hábitos.
Y sí, lo sé, dije que a veces es difícil cambiar los hábitos pues los que tenemos están muy arraigados, pero eso no quiere decir que no se puedan cambiar. Una de las cosas que ayuda es empezar por cambios pequeños que sea fácil replicar. Si hoy en lugar de cambiar todos tus hábitos identificas algo sencillo que puedas empezar a modificar y lo haces suficientes veces para adoptarlo, ese logro te va a ayudar pues a tu cerebro le gusta sentir la satisfacción de lograr algo y de hecho químicamente hay liberación de sustancias que hacen que nos sintamos bien. Si esa persona que hizo ese cambio exitosamente pronto agrega otra acción pequeña y constante, en poco tiempo habrá cambiado tantas cosas de manera positiva en su vida que los cambios lo ayudarán a ser imparable.
Gustavo Aglez.
Gustavo Aglez
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