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Te has preguntado realmente ¿qué es lo que hace felices a nuestros hijos? Como papás, ¿qué deseamos para ellos? ¿Estamos actuando correctamente?

Vivimos en una sociedad altamente competitiva, parece que nada es suficiente, queremos que nuestros hijos sean los mejores, y ¿sabes qué? Estamos muy equivocados.

En otra ocasión hemos hablado de la educación sustentada en la hiperpaternidad, en la cual los padres desean que sus hijos estén preparados para vida, pero no en el sentido amplio del término, sino en el más restringido: que tengan los conocimientos y las habilidades necesarias para hacerse de una buena profesión, obtener un buen trabajo y ganar lo suficiente.

Su meta es que sean los mejores, los llenan de actividades extraescolares, les allanan el camino y buscan el éxito a cualquier costo, bajo el lema: es por tu bien.

¿Cuál es el resultado? Niños que viven bajo presión, la cual termina por arrebatarles su infancia y los convierte en adultos emocionalmente rotos.

¿Cuáles son los peligros de querer que nuestros hijos sean los mejores?, ¿De empujarlos al éxito contantemente?:

Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden, pero, a la larga se limita su pensamiento autónomo y las habilidades que lo conducen al éxito real.

La presión innecesaria les arrebata su infancia. Sabemos que es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar volar su imaginación, y pasar tiempo con otros niños.

Cuando los padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la motivación intrínseca, porque pensará que cuenta más el resultado que el camino. Incluso puede buscar medios no éticos para complacer a sus papás y obtener el resultado deseado.

Empujar a los niños desde temprano al éxito solo sirve para plantar en ellos la semilla del miedo al fracaso. Prefieren apostar a lo seguro y a la mediocridad, que enfrentar un fracaso.

Y, por último, se genera una pérdida de autoestima. Cuando los niños crecen con una expectativa de que todo debe ser perfecto, se convierten en adultos inseguros, que creen que no son lo suficientemente buenos para ser aceptados por los demás.

Los niños NO necesitan ser los mejores, solo necesitan ser felices. Debes cerciorarte de que tu hijo o hija sepa:

- Que lo amas de forma incondicional y en todo momento, sin importar sus errores
- Que está a salvo, que lo protegerás y apoyarás siempre.
- Que puede perder el tiempo jugando con sus amigos
- Que puede elegir lo que más le gusta y dedicarse a ello.
- Que es una persona especial y maravillosa, al igual que muchas otras personas.
- Que merece respeto y que debe respetar los derechos de los demás.

No quieras tener al mejor de los niños, mejor comparte con él actividades sencillas, que no cuestan dinero, dale tu tiempo y tu cariño, y lo convertirás en un niño feliz.