¿MUJER O GUERRERA?

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Desde hace siglos, las mujeres han ocupado un papel fundamental en la historia de la humanidad. Aunque sus aportaciones muchas veces han sido invisibilizadas, han estado ahí: construyendo, educando, liderando y resistiendo. En el antiguo Egipto, las mujeres podían poseer propiedades, divorciarse y ejercer como médicas. En Esparta, eran entrenadas físicamente y gozaban de una libertad inusual para su época. Y aunque la historia occidental moderna las relegó al ámbito doméstico durante siglos, cada generación ha luchado –de manera silenciosa o ruidosa– por recuperar su lugar.

Hoy, esa lucha continúa. Pero… ¿en qué se ha convertido?

Nos han enseñado que ser mujer es sinónimo de fortaleza. Y sí, somos fuertes, pero también humanas. Hemos pasado de ser las administradoras del hogar y educadoras de los hijos, a ser, además, profesionistas, proveedoras económicas, ejecutivas, maestras de tareas, choferes, entrenadoras, cocineras, decoradoras, terapeutas familiares, y claro, mujeres que deben verse bien, estar en forma, sonreír y jamás quejarse.

Somos las que deben demostrar que tener hijos no interfiere con el desempeño profesional. Las que se levantan antes que todos y se acuestan después. Las que buscan un momento para el gimnasio o al menos una rutina exprés para "cuidar el cuerpo", no solo por salud, sino para no "descuidar la imagen". Y si por alguna razón la comida del día se compró en vez de cocinarse, si los niños no están perfectamente peinados o si la casa no brilla, llueven las críticas... muchas veces, incluso, de otras mujeres.

Y entonces, cuando logramos sobrevivir a todo eso, nos llaman “guerreras”. Como si el máximo halago fuera reconocer que vivimos en permanente combate.

Pero... ¿realmente queremos vivir en guerra?

Ser guerrera implica pelear, defenderse, resistir. Y sí, hay momentos en la vida en los que necesitamos activar esa fuerza. Pero vivir todos los días en modo batalla es vivir en estado de alerta constante. Es agotador. Nos llena de culpas cuando no llegamos a todo, nos hace sentir insuficientes cuando no logramos la perfección (que, por cierto, no existe), y nos deja con la sensación de que siempre le debemos algo a alguien: a la pareja, a los hijos, al trabajo, a la sociedad.

Hoy quiero invitarte a hacer una pausa. A preguntarte si realmente quieres ser una guerrera… o simplemente una mujer libre, plena, auténtica y viva.
Una mujer que se permite amar, criar, trabajar, disfrutar, equivocarse y aprender.
Una mujer que, si decide ser madre, entiende que lo esencial es amar profundamente a sus hijos, ponerles límites con ternura, y enseñarles que el amor también se demuestra con presencia, no con sacrificios desbordados.

Una mujer que comprende que no necesita una medalla por ser la mejor ama de casa, sino respeto.
Que quiere ser compañera de vida, no mártir. Que se valora tanto que no acepta menos de lo que merece.
Que no quiere cargar una armadura cada mañana para demostrar que puede con todo, sino que desea caminar ligera, con dignidad, con paz, con alegría.

A pesar de todos los avances que hemos vivido en cuanto a lo que significa “realización personal” para las mujeres, aún cargamos con muchas exigencias heredadas. Hoy, más que nunca, es momento de redefinir qué significa para ti sentirte realizada. No por cumplir con todas las expectativas externas, sino por conectar contigo misma y vivir desde el amor propio. Ya no necesitamos demostrar que somos guerreras. Somos mujeres. Y eso ya es, en sí mismo, poderoso.

Si requieres acompañamiento, cuenta conmigo: gabycruzcoach@gmail.com

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