Las mujeres que nos encontramos en edades comprendidas entre los 45 y 55 pasamos un momento de nuestras vidas en el que nos encontramos agotadas, exhaustas, sin energia y muchas veces sin ganas para continuar. Nos vemos en mitad de un verdadero sandwich entre padres, hijos, maridos, amigos y amigas. Nos pasamos el día contentando a todos y a todo y en ocasiones nos olvidamos de cuidarnos a nosotras mismas que en esta ocasión somos las que más lo necesitamos.
Por si ese sentimiento de tener que estar en todo y no llegar a nada fuera sencillo de llevar, esta etapa coincide con un momento en el que a nivel físico, emocional y hormonal se están produciendo cambios en nuestro organismo que hacen que no nos encontremos en nuestro mejor momento. No nos reconocemos en el espejo. Nuestro cuerpo y nuestro físico ha comenzado a cambiar producto de la bajada de niveles en nuestras hormonas y el nivel de energía para estar siempre pendiente de todas las personas que están a nuestro alrededor comienza a fallar, comienza a estar sin recarga.
Y llega también el momento en el que miramos atrás y nos preguntamos si el camino que nos ha traido hasta aquí ha merecido la pena. Si la vida que llevamos es la que queríamos haber vivido. Si esa niña de 11/12 años soñaba con ser la mujer en la que se ha convertido.
¿Y por qué?¿ Que nos está pasando?
Nos pasa que estamos comenzado nuestra segunda juventud, el último tercio de nuestra vida y en este periodo muchas de las cosas que veníamos haciendo no nos resultan ni válidas ni adecuadas para nuestro nuevo propósito de vida, el que afrontamos desde la madurez. Con la bajada hormonal comienza a desparecer ese instinto cuidador que la madre naturaleza nos tenía preparado para esas etapas en las que erámos fértiles y lo usábamos para procrear y para cuidar de nuestro entorno. Con la desaparición de ese instinto cuidador aparecen unas nuevas ganas de abrazar aquello que de verdad nos gustaba o que dejamos atrás por muchas razones para convertirnos en la mujer que se mira hoy al espejo.
Y es que ese acto de mirarnos al espejo es más importante de lo que nos podemos imaginar. Significa aceptar que esa mujer que vemos es la que nos ha traido hoy hasta aquí: con nuestras imperfecciones, con nuestras arrugas y nuestros posibles kilos de más. Esa somos cada una de nosotras. Pero ¡ojo! aceptar que esa mujer que vemos en el espejo somos nosotras no significa que no podamos ayudarla a conseguir lo que a partir de este momento se proponga.
Y ¿ eso como se hace?
Se hace de diversas formas, pero la fundamental dándole una vuelta a nuestros hábitos de vida.
Debemos frenar, disminuir el estrés y comenzar a ser más compasivas con nosotras mismas, cuidando nuestro cuerpo a través de la alimentación, el ejercicio y hablándonos como le hablaríamos a nuestra mejor amiga. Viene una etapa para disfrutar y para sentir, pero antes debemos hacer algún que otro cambio en nuestra rutina porque sólo así conseguiremos ser más felices y cumplir años con más energía y vitalidad. Todas pasamos por ello y todas estamos en el mismo camino pero solo las que aprendan a sobrellevar este camino serán las que al final obtengan su recompensa. Volver a tener ilusión y volver a sentirse bien consigo mismas.
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