LO QUE ENCONTRÉ DESPUÉS DE LA RESILIENCIA.

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"Tienes que morir unas cuantas veces antes de poder vivir de verdad".Charles Bukowski.

 

¿Quién no ha pasado algún revés en su vida? ¿Por qué algunas personas enfrentan los tiempos difíciles con audacia mientras otros se derrumban? ¿Y si nuestra capacidad de crecer se encontrara en nuestras fragilidades? Surgen miles de interrogantes en torno a la capacidad de resiliencia de cada ser humano, si bien algunas personas tienden a ser más resilientes por naturaleza, también es una fortaleza que se adquiere. Sin embargo, aprender a ser fuertes no es garantía de que no se presenten nuevos momentos de impacto que como una especie de boomerang redefinan una y otra vez tu poder innato (lo uses o no) para fortalecerte en cada prueba. Después de llegar a la conclusión de que nadie puede escapar a esta realidad, me adentré una vez más en el estudio de la resiliencia, esta vez para intentar descifrar el sentido al hecho de: Y después de la resiliencia ¿Qué?

¡Eureka! Encontré la respuesta en el arte japonés del Kintsugi. Para los japoneses, cada historia, aunque sea dolorosa, es una fuente de belleza y cada cicatriz se celebra con orgullo. Según el Kintsugi, a partir de una herida es posible devolver vida a aquello que ha sido dañado, creando una nueva forma de la que nace una historia aún más preciosa, tanto a nivel estético como interno, tomemos el ejemplo de una taza de café que se quiebra. Cada pieza reparada se vuelve única, las grietas que antes eran puntos frágiles se realzan con oro. Esta poderosa lección nos enseña a ser amables con nosotros mismos, aceptar y acoger nuestras heridas en lugar de eliminarlas, a transformarlas en crecimiento "cubriéndolas de oro", pues, son el firme testimonio de nuestro pasado, de pruebas superadas y de quiénes somos aquí y ahora.

Esta reflexión conecta con el significado de la resiliencia y lo que se encuentra más allá de ella: La antifragilidad. Las personas resilientes pueden perseverar en tiempos de dificultad, pero siguen siendo las mismas, porque simplemente aprendieron a resistir. En cambio, una persona antifrágil usa la adversidad a su favor, crece, mejora y emerge de la dificultad con mayor vitalidad y sabiduría. El libro de Nassim Nicholas Taleb, “Antifragil” (2012) acuñó el término, que describe los sistemas que no solo se recuperan de los impactos, sino que realmente mejoran gracias a ellos. Es un concepto aplicable a los aspectos de la vida, desde el crecimiento personal hasta la estrategia organizacional. Al cultivar la antifragilidad, las personas se adaptan más fácilmente a los cambios, ya que, adquieren nuevas herramientas internas que les permiten navegar en un mundo impredecible. A diferencia de la resiliencia, la cual permite recuperarse de la adversidad, la antifragilidad es un músculo que se ejercita mediante cada desafío.

Las personas antifrágiles asumen cada obstáculo como una oportunidad de evolución de conciencia en medio del caos. En virtud de ello, sin lugar a dudas, sólo cuando nos desmoronamos descubrimos de qué estamos hechos, en consecuencia, recuperar las condiciones de bienestar y energía después de una situación desafiante es importante, pero muchas veces sucede que descubrimos cualidades, actitudes y recursos que antes del evento difícil desconocíamos que ya poseemos en nuestro equipaje interior. Esto significa ir más allá de la resiliencia; concedernos el permiso de que florezca todo lo que descubrimos de nosotros mismos cuando la vida te invitó a ser resiliente.

La naturaleza también nos da una clara evidencia  acerca de ser resilientes y antifrágiles: El roble es conocido por su fuerza y ​​resistencia. Se mantiene alto y robusto, a la hora de resistir la tormenta, simboliza estabilidad y firmeza frente a la adversidad y aunque puede balancearse con el viento perdiendo algunas ramas, permanece profundamente enraizado y se fortalece con el tiempo. Por el contrario, el bambú es conocido por su flexibilidad y adaptabilidad. Se dobla con el viento, adaptándose a los cambios de su entorno. A pesar de su sutil apariencia, el bambú es increíblemente resistente, puede soportar condiciones climáticas extremas e incluso recuperarse después de doblarse hasta el suelo. El bambú representa la antifragilidad a través de la flexibilidad, lo cual demuestra que doblarse sin romperse es su forma de dar paso a un nuevo nivel de crecimiento. El roble encarna la resiliencia a través de la estabilidad, mientras que el bambú representa la antifragilidad por medio de su potente capacidad de adaptación y tenacidad para recuperarse de forma vigorosa en medio de la incertidumbre. Y tú ¿Eres roble o bambú? La mayoría siempre estamos en una ardua batalla para ser el roble y tarde o temprano la vida te colocará en la delgada línea donde lo frágil busca estabilidad y lo antifrágil crecerá gracias al desorden, tal como afirma Edgard Morin: “Allí está la fuerza misma del hombre” y yo agregaría: Ahí también reside la fuerza de la mujer (asuntos del feminismo).

Una persona que aprendió a ser resiliente debido a una circunstancia adversa, a menudo hace más que solo recuperarse, todo lo llevará a convertirse en antifrágil en algún momento de su existencia. Después de la resiliencia, no solo cultivas la habilidad de resistir, sino que has abierto la puerta para que el alma florezca a la luz del equilibrio perfecto de reencontrarte plenamente con el valioso ser que eres, lo cual reafirma tu valentía, fortaleza y sabiduría vital para ennoblecer el espíritu y seguir caminando con el alma más ligera, con la convicción y confianza de que cada nuevo desierto, será una nueva medalla en la senda de tu desarrollo personal. En tal sentido, al otro lado de la resiliencia está un ser humano antifrágil y más determinado a trascender sus miedos porque ahora extrae el regalo que el golpe le regala, al mirar con coraje cada infortunio. Una persona antifrágil asume el fracaso como un entrenamiento que contiene una base de datos con información certera sobre su enfoque, así observa lo que necesita ser revisado y refina su capacidad de respuesta ante el siguiente reto. Entonces comprende que hasta los peores dolores o sus más cruentas heridas, no son para ser borradas sino abrazadas para evolucionar con su aprendizaje.

Al final, a pesar de cualquier situación superada o que estés atravesando en este momento, todo te está enseñando a que emerja lo mejor de ti (alegoría del mito de las cavernas de Platón) para ilustrarnos acerca del conocimiento de uno mismo, y una vez que te has encontrado con esa verdad y la internalizas por medio de tu propia antifragilidad, ya no hay retroceso, nunca más volverás a ser engañado por tus propias sombras y mucho menos por las de otros. En este punto, se termina el tiempo de ser víctimas o buscar culpables de tus propios errores. En este universo tú eres 100% la causa de todos tus efectos.

Aunque tu vida pueda romperse algunas veces como una taza de café, a pesar de tu lucha por ser un roble o tu búsqueda incesante para convertirte en bambú; ir más allá de la resiliencia es saber que cuando sientas que el mundo se te viene encima, será para descubrir una nueva faceta de lo que estas hecho porque estarás una vez más cubriendo cada cicatriz con oro de tu auténtica esencia. Si eres capaz de ir más allá de la resiliencia también comprenderás que nada te enseñará más que un corazón roto.

POSDATA: Para profundizar más sobre temas de crecimiento personal para mujeres resilientes, te invito a leer el libro de mi autoría UNA MUJER AL OTRO LADO DEL MIEDO, disponible en amazon.

Mayerlin Romero.

Escritora venezolana.

@soy.mayer

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