Soltar se vuelve un arte porque a nadie le gusta perder, a nadie le gusta salir de la zona de confort, de lo conocido aunque no sirva, sea doloroso o incluso dañino. Esto se debe a lo que denomino los 3 demonios que nos impiden soltar:
1. Apegos: el budismo habla acerca de los mismos como la gran fuente del sufrimiento, ya que somos amantes de hacer los mismo esperando resultados diferentes; nos aferramos a relaciones que ya no sirven, a personas, a hábitos dañinos, a situaciones con tal de no afrontar el dolor de la pérdida porque tenemos la fantasía de que no podremos enfrentar lo que esto representaría. El problema es que por no tocar ese dolor, lo transformamos en sufrimiento que es la permanencia del mismo. De hecho, la clave más simple y eficaz del mundo para dejar de sufrir es la “aceptación” de lo que es y de lo que está.
2. Expectativas: vivimos en el mundo de la “ilusión”. El día que el otro cambie y me de lo que necesito voy a ser feliz; el día en que la vida sea justa conmigo y obtenga todo lo que merezco voy a ser feliz; el día en que tenga dinero y pueda vivir como rica voy a ser feliz. Es decir, vivimos aferrados a una ilusión que no existe y no sabemos si va a existir, o esperando que lo de afuera venga a darme lo que yo no me doy. Esto evidentemente me hará sentir víctima en lugar de responsable y co-creador de mi propia vida.
3. La culpa: esta emoción tóxica tiene muchos matices, pero muchas veces alimenta una sensación de poder y control sobre la persona a la cual no perdonamos, ya que mientras nos sintamos que “nos deben” porque nos hicieron un daño, tendremos el poder sobre el otro, ya que su bienestar dependerá de nuestro perdón. Siempre hay una ganancia secundaria cuando no perdonamos, pero estos rencores y resentimientos nos mantienen atados a las personas. Su antídoto evidentemente es el perdón. En este sentido perdonar no significa olvidar, ya que si olvidas no aprendes, y si no aprendes repites. Se trata simplemente de que te deje de doler. A lo mejor la otra persona ni siquiera se dio cuenta del daño que hizo, a lo mejor no le importa, o no le interesa una reparación; de tal manera que el perdón es un regalo que nos damos a nosotros mismos para continuar con nuestra vida ligeros de equipaje.
¿Qué hacer entonces para soltar? Reconocer cuáles son mis apegos, expectativas, miedos y resentimientos que me tienen atado. Escríbelos en una lista. Después es importante que te contestes las siguientes preguntas:• ¿El estar aferrado a esto qué me está impidiendo?• ¿Qué gano al no soltar? (Ya sé que dirán que nada, pero siendo honestos, siempre hay una ganancia secundaria al no hacerlo –control, poder, privilegios, sometimiento, entre otras.• ¿Cómo sería yo, cómo cambiaría mi vida, qué haría de manera distinta si perdonara?
Si logras contestar estas preguntas con honestidad, estoy segura que te ayudarán a soltar lo que no estás pudiendo. Y si de plano consideras que no puedes con la situación, te recomiendo tomar terapia.
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