Desde que nacemos, el apego es nuestra primera brújula emocional. Es a través del vínculo con otro que aprendemos a amar, a confiar y a sentirnos seguros. No estamos diseñados para la soledad; nuestro cerebro y nuestro corazón necesitan conexión.
Los seres humanos no estamos diseñados para la soledad porque nuestra esencia radica en la conexión. Desde el nacimiento, el amor y el afecto son fundamentales para nuestro desarrollo emocional y psicológico. Necesitamos ser vistos, escuchados y comprendidos, porque es en la interacción con los demás donde encontramos significado, apoyo y crecimiento.
La conexión amorosa —ya sea con la familia, los amigos o una pareja— nos da fortaleza en los momentos difíciles y multiplica nuestra alegría en los instantes felices. No se trata solo de compañía, sino de compartir, de sentirnos parte de algo más grande y de construir lazos que nos sostienen y nos transforman.
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