AROMATERAPIA Y EL SENTIDO DEL OLFATO

AROMATERAPIA Y EL SENTIDO DEL OLFATO

La Aromaterapia nos pone en contacto con la naturaleza a través de los sentidos del olfato y del tacto ofreciendo salud y bienestar a nuestro cuerpo, y si bien podemos usar los AE para aliviar alguna disfunción física o anímica, su uso con el fin exclusivo de incrementar el bienestar y el placer es más que suficiente para aventurarnos a disfrutar de este enorme regalo del mundo vegetal que está al alcance de nuestras manos.

En publicaciones anteriores expuse cómo los AE se forman en el interior de las plantas como producto de su metabolismo y son de importancia fundamental para su sobrevivencia y desarrollo. También conocemos como se extraen para poder emplearlos, así como lo relacionado con su calidad para poder utilizarlos con fines terapéuticos y, si bien son el producto más elaborado del reino vegetal, serán aplicados sobre el organismo más complejo y evolucionado que existe en el planeta: el ser humano.

Vamos a revisar el sentido del olfato y sus funciones, y en el siguiente artículo veremos el sentido del tacto albergado en la piel, ya que es por medio de ellos que nos beneficiamos de los AE.

El sentido del olfato

Nuestra nariz es el órgano encargado de la recepción de aromas y olores, su forma característica surge de la protuberancia del hueso nasal y el cartílago móvil que tienen una forma diferente y típica para cada persona.

La función de la mucosa nasal y su vellosidad es calentar, humedecer y filtrar el aire aspirado con el fin de que las vías respiratorias no sufran al recibir directamente aire demasiado frío y seco o contaminado.

La región olfatoria inicia en la parte superior de la nariz y es el único lugar de nuestro cuerpo donde el sistema nervioso central está relacionado estrechamente con el mundo exterior, de este modo los estímulos olfativos llegan directamente a las centrales nerviosas más internas de nuestro cerebro. Las neuronas de la región olfatoria son sensitivas primarias y forman parte de las neuronas cerebrales.

En lo referente al sistema límbico, se sabe que es un conjunto de núcleos cerebrales y zonas corticales estrechamente ligadas entre sí y su función principal se relaciona con el mantenimiento de la especie. Esta parte tan importante del cerebro también es denominada centro sensible y en ella se coordinan el comportamiento emocional y los impulsos condicionados por los sentimientos y los instintos; la alegría, el miedo, la ira son parte de las funciones principales del sistema límbico aunado a su influencia en el comportamiento sexual y reproductivo y el control de producción de hormonas. Al sistema límbico se le atribuyen algunos centros de funcionamiento esencial que son de importancia para la capacidad de memorización y de aprendizaje.

De esta manera, después que un estímulo olfativo atraviesa la corteza rinoencefálica mediante numerosas fibras nerviosas alcanza las centrales de control superior del cerebro como el hipotálamo, la glándula hipófisis o pituitaria –glándula maestra– y el tálamo el cual es el centro de transformación más importante para todos los estímulos sensoriales.

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El olor entra por la nariz y llega a los cilios y a las células nerviosas olfatorias, es así como las moléculas aromáticas accionan con receptores nerviosos específicos y mandan señales al bulbo olfatorio donde se sabe que se huele algo pero no qué es, de ahí el mensaje se manda a la corteza olfatoria que lo identifica, llega al tálamo y a la corteza donde se asocia con otros sentidos, y por último a la amígdala y al hipocampo, estructuras que controlan la emoción y la memoria.

Es mediante el sentido del olfato que se estimulan campos importantes de nuestro cerebro. Son necesarios muchos mecanismos y acciones para que dicho sentido funcione además del impecable trabajo de complicadas conexiones nerviosas en el cerebro. Es obvio que si respiramos por la nariz las sustancias olorosas provocan en nosotros sensaciones muy intensas: al oler una rosa llegan a las neuronas olfativas muchas más moléculas odoríferas que si sólo respiramos por la boca.

En resumen, se puede decir que nuestro bienestar general depende mucho más de la capacidad de oler de lo que suponíamos. El olfato no sólo rige funciones corporales no sometidas a nuestra voluntad consciente, también influye en nuestro mundo emotivo, esto se puede explicar analizando las funciones de varias estructuras cerebrales –sistema límbico, hipotálamo, tálamo– las cuales se ocupan tanto de procesos emocionales como físicos y están vinculadas con el sentido del olfato.

 

 

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Fragmentos del libro “Aromaterapia en el universo de los aceites esenciales” de Conie Bastar

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