Cuando Violeta era niña, su padre le decía que no era lo suficientemente buena, y no merecía el esfuerzo que él hacía por ella. Criticaba su poca dedicación a los estudios o a las tareas del hogar, le gritaba, la castigaba e incluso llegó a golpearla en más de una ocasión. Las sensaciones de abandono y desprecio se convirtieron en sus compañeros habituales durante su infancia.
Al ir creciendo, Violeta hizo suyos los juicios de su padre, convirtiéndose en una mujer insegura, y no merecedora de alabanza, de éxito o de amor.
En su adolescencia conoció a Raúl, un joven bien parecido y simpático. Su vida pareció iluminarse de repente. Su sueño de un príncipe azul que la rescatara y la hiciera feliz parecía haberse cumplido. Cuando lo miraba, Violeta tan solo veía la seguridad y la confianza en sí mismo que Raúl tenía, cualidades de las que ella carecía totalmente. En su esfuerzo por satisfacerlo y mantenerlo a su lado, Violeta llegó a rebajarse y aceptar la humillación, primero en privado y posteriormente también en público. El desprecio con el que siempre había sido tratada por su padre apareció de nuevo, en este caso viniendo de una persona que ella admiraba profundamente.
Sus siguientes relaciones estuvieron marcadas por su esperanza de encontrar a alguien que la hiciera feliz, aunque ella no creía ser capaz de hacerlos felices a ellos. En el fondo, estaba segura de que si la conocían de verdad no la querrían. No se consideraba digna de amar ni de ser amada, lo que la llevó a mostrarse tan solo parcialmente. Pensaba que si era amable y mostraba únicamente lo que ellos querían ver, la aceptarían y la tratarían con cariño. De este modo, nunca trató de ser verdaderamente honesta ni abrió la puerta a la Violeta que había en su interior. Pasó a vivir una especie de doble vida, una interior llena de miedos e inseguridades, y otra exterior, esforzándose para que no se viera esa realidad interna, lo que con toda seguridad la llevaría a ser rechazada.
Ya de adulta, consiguió trabajo en una fábrica, pero la sensación interior de no ser suficientemente buena para hacer un trabajo digno la carcomía por dentro. Temerosa de ser descubierta, ridiculizada y despedida, fingía a diario. Intentaba por todos los medios no llamar la atención, e incluso se escondía para no ser vista por los jefes, de modo que no descubrieran que era un fraude.
Su mayor temor era cometer algún fallo, por lo que evitaba a toda costa realizar actividades que supusieran un cierto riesgo, y por supuesto no tomaba decisión alguna sin consultarlo antes, lo que habitualmente retrasaba la realización de tareas ordinarias.
Toda su vida pasó a estar caracterizada por la inseguridad y la dependencia de los demás. Siempre estaba con miedo de que los demás descubrieran lo mala que era. Nunca se comprometía completamente. Nunca era honesta porque no podía mostrar su verdadero yo interior. Su vida era un esfuerzo y una lucha constante. Jamás supo lo que era la felicidad y la paz interior.
Seguro que todos hemos conocido alguna Violeta en nuestra vida. Quizás tú mismo te hayas visto reflejado en esta historia. Las experiencias que vivimos en nuestra infancia nos marcan enormemente y nos llevan a desarrollar un diálogo interior que nos empuja, llevándonos en volandas, o nos frena totalmente en seco.
La buena noticia es que podemos cambiar ese diálogo interior. Por mucho que hayamos sufrido durante años, podemos cambiar esas memorias, vernos a nosotros mismos de un modo totalmente distinto, y disfrutar plenamente de la vida. Y lo mejor de todo, nunca es tarde para hacerlo.
Si lo deseas, te invito a tomar las riendas de tu vida y cambiar ese diálogo interior. Grabando una creencia diaria, en poco tiempo estarás haciendo grandes cambios internos y externos. En el siguiente enlace puedes registrarte y te iremos enviando a diario las instrucciones. Es un servicio totalmente gratuito que busca construir un mundo más feliz…
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Ricardo Eiriz
Creador del Método Integra®
Autor y conferenciante
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO
Doc. Honoris Causa por la Universidad privada Telesup, Perú
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