La vida que hay en ti es un milagro. ¿Sabes cuántas funciones estás desarrollando simultáneamente mientras que pones tus ojos en la lectura de esta reflexión?
No solo estás captando las letras y relacionándolas con ideas, pensamientos y emociones, y logrando las conexiones cerebrales necesarias para asimilar el mensaje que quiero ofrecerte, también estás haciendo la digestión de tu más reciente alimento, y a la vez estás respirando sin darte cuenta, tus pulmones llevan oxígeno a cada uno de los rincones de tu cuerpo a través de las arterias, tu corazón late sin cesar, tus uñas están creciendo, tus células se están renovando, etcétera.
Hay cerca de 70 mil funciones que tu cuerpo realiza sin que tú estés al tanto. ¿No es maravilloso? Y ese gran esfuerzo orquestado sin duda por un ente que no puedo calificar más que de proveniente de la divinidad, no puede ser inútil.
Me encanta ver imágenes de bebés que se están desarrollando en el útero de su mamá. ¿Has tenido la oportunidad de observarlas?
Te pido que las recuerdes y que imagines que eres tú en el vientre de tu madre. Momentos después de la concepción, dos células diferentes, diminutas, la de tu papá y la de tu mamá, provistas con toda la información necesaria, se empezaron a reproducir y a especializar rápidamente para convertirte en un ser humano -con todas sus características, atributos, potencialidades- unos meses después. De hecho, a las dos semanas de gestación, tú -como embrión- empezaste ya a tener forma. Tu cabeza desproporcionada con respecto al resto del cuerpo, hizo que te parecieras a un camaroncito.
A las cuatro semanas, algunos músculos de tu pecho comenzaron a moverse acompasadamente, después se transformaron en tu corazón, que aún al momento presente sigue latiendo sin cesar y distribuyendo el flujo sanguíneo hasta las células más apartadas de tu organismo. A las doce semanas, dentro de la matriz de tu madre, ya tenías un sistema nervioso central en ciernes y empezaste a tener reacciones al hambre, ruido estruendoso, luz intensa, y experimentaste por primera vez sensaciones de incomodidad.
Y a todo esto, ¿quién le dio órdenes al cigoto, que es la primera unión de la célula masculina con la femenina, que fuera especializándose tan sabiamente como para crear los tejidos de la retina del ojo?, ¿la vesícula biliar?, ¿el omóplato?, ¿el lóbulo frontal?, etcétera.
¿Quién tuvo la inteligencia para crear la coordinación necesaria de todos los tejidos con objeto de permitir eficazmente tantos miles de funciones al mismo tiempo? No se requiere de tener mucha fe para pensar que por sí sola la evolución del hombre no hubiera nunca imaginado tanta perfección, ni siquiera en esta era digital en que las computadoras parece que piensan solas y resuelven muchos problemas.
No dejo de sorprenderme ante el gran espectáculo de la creación que hay en el ser humano. Todo está maravillosamente orquestado. Todo se presenta en tiempo y forma. Ahí está el mensaje de la sabía naturaleza: Nada está de más. Todo es perfecto. Todo opera en armonía. Y todo lo que existe tiene un para qué. Hasta los “accidentes de la creación” tienen significado.Hay impulsos naturales que te obligan al crecimiento, a la evolución, pero a veces no les haces caso. En ocasiones no vibras en sintonía con la fuerza de la creación que vive en ti. Sin embargo, no es posible desligarte de esa inspiración cósmica que te creó. ¿Qué puedes hacer para seguir en contacto con la fuente de la que vienes?
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