- Acéptame como soy: no me compares.
- Con un nombre que me sustenta: llámame por mi nombre.
- Yo soy como tú, una persona única con maneras propias de percibir, interpretar y expresarse. Aprender es agradable. No lo eches a perder con castigos, tareas y amenazas.
- Permíteme expresarme libremente: no termines mi frase, ni culmines mis trazos, ni rellenes mis dibujos. Intercambia conmigo opiniones. Así me ayudas a aceptar las críticas ajenas.
- Mírame a los ojos cuando me hables. De ser posible, colócate a la altura de mi vista. A veces me duele el cuello de mirar hacia arriba.
- El silencio me abruma. Permíteme hablar, ¡yo sé hablar!
- Permíteme reír, yo sé reír. Permíteme llorar, ¡yo sé llorar!
- ¿Te digo algo muy importante? Me interesan sólo mis intereses. Lo demás no puede entrar en mi pensamiento. Lo cotidiano es importante para mí. De allí extraigo las comparaciones y los contrastes para entender el mundo.
- Sé discreta con mis asuntos: mis piojos, mi zurdera, mi tartamudez o mis rabietas. ¡No van a desaparecer por el hecho de que tú las pregones!
- Déjame tomar decisiones. Sugiéreme y plantéame alternativas, pero enséñame a ser independiente: a prescindir de ti. Estimúlame para mantener despiertos mis sentidos. ¡Con ellos puedo hacer y rehacer el universo!
- Necesito tu confianza y comprensión para aceptar que (no sé) o que (no puedo). Así podré ganar en seguridad, confianza y comprensión.
- Si me gritas, me siento como un pájaro desplumado. Si yo grito y me hablas en voz baja, entenderé mejor que no debo hacerlo.
- Valora mis esfuerzos más que los resultados de mis actos. Así tendré ánimo para seguir adelante y ese, ¡será nuestro triunfo!
- Ten conciencia de tus sentimientos para que puedas entender y respetar los míos. Si asumes que yo soy un individuo en proceso de transformación, y tú también, podremos ser solidarios en la creación.
- Necesito límites y está bien que ejerzas el control pero hazlo con firmeza, congruencia, perseverancia y cariño.
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