Ahora tomando un café contigo voy a escribirte acerca del precio que puedes tener que pagar por el estrés que vives en el día a día.
Tú sabes perfectamente que nada es gratuito en la existencia humana. Seguramente lo has experimentado más de una vez ante diferentes escenarios ante los cuales has debido enfrentarte. Pero… en este caso el precio no tiene que ver con un costo económico, sino en un costo físico, emocional y la posibilidad de que el delgado límite entre la salud y la enfermedad se vulnere a favor de esta última. El gran problema es que no siempre tu cuerpo te avisará con tiempo que debes detenerte. Puede suceder que en forma súbita aparezca una disfunción o definitivamente una enfermedad que resulte difícil tratarla con éxito.
Esto nos lleva al pensamiento que lo lógico y quizás lo ideal sería que logres anticiparte a los hechos y que puedas darte cuenta cuándo estás exigiéndole a tu organismo más de lo que él puede brindarte.
Solemos creer que “podemos un poco más”, porque no dormimos lo suficiente y sin embargo continuamos; porque no comemos adecuadamente y sin embargo no hay nada que nos diga que estamos haciendo una vida poco saludable; porque no encontramos el tiempo para poder aunque sea caminar media hora por día o cuatro o cinco veces a la semana…y así podría continuar enumerándote una serie de “horrores”, que cometemos en contra de nuestro cuerpo que no se queja hoy, no se queja quizás mañana o la semana que viene, pero que en determinado momento te dirá ¡¡¡basta!!! y probablemente de la forma menos amigable posible.
Tú debes encontrar tu nivel óptimo de estrés. Esto significa que debes hallar el nivel de estrés suficiente como para tener la motivación de ser proactivo y progresar en tu vida, estableciendo metas y objetivos que arrastren tu voluntad, limitando la acción de los agentes agresores que pugnarán siempre por infiltrarse a través de cualquier flanco que tú dejes al descubierto.
Ellos estarán siempre al acecho, pero tú puedes trabajar sobre tu actitud frente a los mismos, aprendiendo a priorizar tu vida y tu salud y administrando tu tiempo de una manera adecuada.
Después que tu organismo claudique no hay protesta que valga. Aunque él no te haya advertido que no podías seguir así, ahora que estás leyendo estas líneas, estás al tanto que nada es para siempre y que la complacencia que tiene tu cuerpo al acompañarte en todos los excesos a que tú lo puedes someter, tiene también un límite que debes respetar.
No es conveniente llegar hasta el borde del precipicio y creer que no caerás en él, pensando que serás capaz de retroceder antes que el desastre se produzca.
La experiencia marca con claridad que son muchas más las veces en que puedes caer al vacío, que aquellas en las cuales puedes actuar a tiempo en salvaguarda de tu salud.
¡¡¡Piensa en ti y en quienes te rodean y que a la vez quizás dependen de ti!!!
No los defraudes. Cambia tu actitud e incrementa tu calidad de vida. No hay nadie que se vea más beneficiado que tú.
Tómate diariamente unos minutos para reflexionar simplemente acerca de tu vida y del grado de satisfacción o insatisfacción con lo que la misma te devuelve en el día a día. Modifica en la medida de lo posible aquellas conductas que tú identificas como las responsables de tus fracasos o de tus frustraciones.
Estarás poniendo a la reacción del estrés en su justo lugar.
El desborde en cualquier ámbito de tu existencia no es aconsejable.
Actúa a tiempo. La vida a pesar de las dificultades que tiene…vale la pena vivirla.
Dr. Walter Dresel
Mail: wdresel@adinet.com.uy
Blog:walterdresel.blogspot.com
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