Cuando hablamos de paridad de género y justicia social enfocada a los derechos de las mujeres, nos estamos refiriendo a un esfuerzo colosal por sus dimensiones históricas, culturales y legales.
La paridad de género implica integrar la participación equilibrada de mujeres y hombres en las esferas del poder. Sobre esa base, el primer reto que se presenta a esta aspiración es que, en sí misma, implica desafiar la forma en como ha sido sustentado el poder, es decir, a los hombres mismos y las singularidades que tienen para ejercerlo. Por eso la paridad es un tema que incómoda, implica diluir costumbres ancestrales y, simultáneamente, darle paso a otras que no son, no tienen porqué ser, "femeninas". Implica la modificación del tejido social, es decir institucional, y el impulso de novedosas prácticas en el ejercicio del poder.
Las resistencias a la paridad son notorias: son las mujeres, dicen, quienes deben mostrar sus cualidades y éstas no pueden tener espacios sin antes ganarlos. Para ello, habría que advertir, es construir un piso parejo, no sólo frente al arraigado prejuicio que confina a las mujeres a determinada actividad y a los hombres a la política. Y ese piso parejo también implica el diseño normativo que rompa las resistencias para la participación de la mujer. De otro modo, esperar que ellas ganen sus espacios sin mejorar las condiciones de su desarrollo es pretender confinarlas a las mismas actividades ordinarias se siempre y dejar en los hombres los asuntos del Estado.
En un entorno global, vale decir, mundial, hay algunos ejemplos icónicos que prueban las capacidades de la mujer y al mismo tiempo son un incentivo para ellas y la construcción de sociedades paritarias. La estadista Angela Merkel, por ejemplo, y sus políticas públicas en Alemania para el incentivo de la educación y la tecnología o, en particular, la exitosa forma en que el país ha enfrentado la pandemia por el Coronavirus. Podríamos citar casos donde hombres que dirigen algún país no han tenido los mismos resultados o incluso sus resultados han sido pésimos. Pero la paridad no implica una guerra de sexos o la descalificación del otro, sino el reconocimiento de que hombres y mujeres pueden desempeñar actividades públicas.
La paridad de género por eso, también es un reto de las democracias contemporáneas. En México, por primera ocasión, en un par de meses, una mujer será quien presida al país. Esperamos que su presidencia sea con perspectiva de género, ya que hay tantas carencias, que si así lo hace, ganaremos todas.
Comentarios