Con la llegada del año nuevo y el estreno del calendario, muchas son las personas que acostumbran a ‘prometerse’ que este año sí o sí cumplirán sus metas. No obstante, como cada año, al igual que el recuerdo de los días de celebración se diluye en la rutina, las promesas de ‘aprender inglés’, ‘mejorar la autoestima’, ‘aprende a hablar en público’, ‘salir a correr cada mañana’, ‘adelgazar’, ‘ponerme en forma’, ‘encontrar al alma gemela’ o ‘dejar de fumar’ se pierden el túnel de las promesas incumplidas o se ahogan en el lago del olvido y la desidia.
¿Cómo puede ser esto?
¿Tiene remedio el asunto?
Personalmente, cambio de año coincidiendo con la fecha de mi llegada a la Tierra, esto es, mi natalicio. Para mí, el uno de enero es tan solo el primer día del calendario, pero no mi año nuevo. Ahora bien, independientemente de cuándo comience mi ‘año nuevo’, no acostumbro a hacer promesas ni siquiera a mí misma, y mucho menos aquellas que no haya negociado previamente conmigo, o que no estoy dispuesta a cumplir. No me 'prometo' por prometerme, ni porque sea una ‘norma social’ eso de ‘año nuevo, vida nueva’. Prefiero celebrar que sigo viva y me animo a seguir siendo lo mejor que me ha pasado. Si durante el año, se me ocurre empezar a hacer algo nuevo, me da igual si es agosto como si es marzo. Me pongo a ello y punto. Practico el ‘akuna matata’, o sea, el no complicarme la vida.
- Cómo es que algunas metas se resisten (a veces, parece que se niegan) a convertirse en realidad:
- Ponerse una meta sin considerar siquiera el por qué y el para qué.
- ¿Crees que serás capaz de lograrla? ¿La ves factible?
- ¿Te suena a ‘tópico’? Me refiero a si es una meta surgida de tu propia necesidad y decisión o es ‘algo que se lleva’ (must) o ‘cosí fan tutti’.
- La meta es lograble, empero, la persona no tiene suficiente confianza en sí misma.
- La meta es alcanzable, empero, la persona se la impone a sí misma como consecuencia de no estar contenta consigo misma, es decir, la meta es más bien un ‘castigo’.
- La persona no cree en sí misma y/o está enfadada consigo misma y busca (consciente o inconscientemente) maneras de autosabotaje o de tener algo que echarse en cara.
- No se tiene en cuenta en qué estado están ciertas capacidades tales como, a saber: perseverancia, constancia, paciencia, fuerza de voluntad. Se trata de capacidades que, en la teoría mucha gente alega tener pero que, cuando se trata de bajar al terreno de juego (realidad) se topan con un montón de ‘excusas’ que les impide desarrollarlas sobre todo cuando se constata que están ‘oxidadas’.
- Las capacidades están oxidadas, y la frustración que ello conlleva provoca que aparezca en escena la subpersonalidad victimista. Obviamente, las fuerzas se van por el desagüe.
- A menudo la persona se centra en el ‘esfuerzo’, el ‘precio a pagar’ olvidando los ‘beneficios’. De centrarnos en lo que ‘ganamos’ o en lo que nos aportará el comprometernos en el logro/cumplimiento de dicha promesa/meta, allanaremos el camino y nos motivaremos a ir a por todas.
En mi caso, hace ya más de un año, va camino de dos, decidí volver a nadar, pero esta vez, no en la piscina, sino en el mar. Mientras el tiempo fue caluroso, me fue fácil cumplir con mi objetivo de ir a nadar todos los días. Conforme el agua iba perdiendo su calor y el frío iba ganado la partida tanto dentro del agua como fuera, hubiera sido fácil desistir y tirar la toalla. ¿La excusa? Muy simplona: hace frío, el agua está fría, en invierno suele haber marejadas. ¿Tiré la toalla? No. Es cierto, el agua está fría, cada día más. Incluso, he ido a nadar con marejada y mucha. Me he curtido en fuerza de voluntad, resistencia, perseverancia… Cuando empecé nadaba cuatrocientas brazadas. Luego mi récord era de seiscientas… En verano alcancé las 2.500 (sí, dos mil quinientas). Y, actualmente, con el agua ya fría y siendo invierno, mil ochocientas. Ya me han salido escamas, metafóricamente hablando, y me siento sirena de tal modo que, si un día no voy a nadar, a mi cuerpo y a mí alma, les falta algo.
Yo no soy nadie excepcional, sólo una persona normal que usa sus capacidades y su mente a su favor.
¿Cómo me motivo?
Cuando me adentro en el agua me digo a mí misma que ‘el frío’ sólo dura unos minutos, puesto que mi cuerpo se acostumbra rápidamente a la temperatura del agua.
Me doy ánimos.
Me digo que es el Mediterráneo, no el Pacífico, que sí está súper frío, al menos en California.
Pero, sobre todo, me centro en el placer (me encanta fluir en el agua, es como volar o bailar en el cielo), y en los beneficios (mejora de circulación, tonificación muscular, relax…).
Asimismo, procedo como siempre he procedido con todas las metas a lo largo de mi vida, las he decidido yo porque me ha dado la gana. Por consiguiente, he asumido toda la responsabilidad de principio a fin. Lo hago por mí y para mí, porque me quiero y me valoro.
Mi receta rosettiana:
Parte 1. Analizando el pasado.
Haz una lista de ‘metas logradas’ a lo largo de toda tu vida.
Reflexiona acerca de cómo contribuiste por acción u omisión a su cumplimiento, logro, alcance.
¿Te enamoraste de tu meta, te gustaba?
¿Creíste que era posible lograrla?
¿Celebraste su logro?
¿Te proporcionó lo que pensabas que te iba a proporcionar?
¿Transferiste los aprendido a otras áreas de tu vida y/o aspectos tuyos?
Parte 2. Nueva meta
- Decide tu meta, sueño, proyecto...
- Analiza los potenciales ‘frenos’ (contras’).
- Sé realista, muy realista. De salir mal algo, ¿qué podría ser? E incluso piensa en cuál podría ser el peor escenario posible.
- De darse esos ‘frenos’, ¿cómo procederás?
- ¿Qué capacidades hay en ti que te puedan ayudar a lograr tu meta?
- Céntrate en los beneficios. ¿Cuáles serán?
- Sé amable contigo. Escríbete frases de ánimo.
- Cree en ti. Especifica en qué consiste.
- No te riñas, cada meta requiere un tempo de adaptación y cada estrategia conlleva sus ‘correcciones’ (un avión sale de un aeropuerto y llega a su destino a base de corregir el trayecto constantemente…).
- Sólo tienes que quedar bien contigo misma.
- No te castigues si cambiaste de ‘opinión’. En su lugar, analiza cómo es que ‘te has tomado un descanso’ en la consecución de tu meta.
- Asimismo, no estaría de más que revisases cómo reaccionas cuando las cosas no salen como esperabas:
¿Te hundes?
¿Te sacudes el ‘error’ y te pones de nuevo en marcha?
¿Te agarras al ‘error’ (resultado no deseado) y empiezas a echarle la culpa a primero, segundo, tercero… que se te ocurre?
¿Te insultas, te destruyes la autoestima llamándote de todo?
¿Analizas qué fue lo que pudo salir ‘mal de forma rápida?
¿Analizas el cómo contribuiste por acción-omisión a ese resultado no deseado?
¿Consideras que tal vez, sólo tal vez, la meta no era realista o no te gustaba o no creías en ella?
- Por último, mi recomendación es que tires a la basura la actitud/creencia ‘lo mejor está por venir’. En la vida nos sucede de todo: bueno, malo, regular, extraordinario. Observa tu pasado y verás que hay de ‘todo’ un poco. Ergo, en tu futuro habrá también de todo. Sé realista, usa tu sentido común. La vida humana es dura, también es maravillosa, cierto. La vida humana es maravillosa, también es muy dura, a veces, cierto. Cuánto mejor te entrenes para la adversidad más fácil te será lidiar con las vicisitudes de la vida y, curiosamente, más disfrutarás de la vida, más bendecida te sentirás y más te valorarás y darás gracias por ser tan resistente, perseverante, fuerte, valiente, alegre, animosa, abundante…
- Nada dura eternamente, ni lo bueno ni lo malo. ¡Afortunadamente!
- Fluye, vive acorde a tus principios y escala de valores.
- Sé simple, practica la sencillez y el agradecimiento.
- Sé cómo cuando eras en tu infancia: todo te asombraba, disfrutabas con cualquier cosa, eras de risa fácil, te divertías con la misma facilidad que respirabas y amabas sin más…
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UN POCO DE HADAMADRINING ES UN MUCHO DE COACHING.
“Rosetta Forner conoce los principios del bienestar del ser humano. Es la persona con la visión y el conocimiento precisos para arrancar las creencias destructivas, a veces, tan arraigadas en nuestra interpretación de la realidad, que remontan a nuestro nacimiento.” Elena Sancho Pereg, soprano
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