En España, la expresión ‘no te muerdas la lengua’ o ‘no pienso morderme la lengua’ así como su equivalente ‘sin pelos en la lengua’, se refieren al no callarse o no guardarse la opinión que sobre algo o alguien tenemos.
- Quien la lengua se muerde, en un sentido figurado, se deja dentro opiniones, sentires y pesares que, tarde o temprano, acaban por estallar de una y mil maneras. Esos brotes o estallidos de ‘furia’ suelen ser opiniones y sentires reprimidos. Mejor coger una almohada y ‘cantarle las cuarenta’, o sea decir lo que se piensa y siente, vaciar el interior asertivamente, claro, pero vaciarlo, sacarlo a la superficie, poner los límites.
Preferentemente a las mujeres nos han enseñado, insistido, impuesto diría yo, el ser calladitas. Aquí en España solemos decir ‘calladita, estás más mona (bonita)’. Ser amables, educadas, ponderadas, dialogantes… son sinónimos eufemísticos del ‘cállate la boca’. En cambio, a los hombres, si tienen carácter, son respondones, directos, agresivos, en suma, se les alaba. Que un hombre sea tildado de ‘agresivo’ es bueno, es un halago. En cambio, cuando de una mujer se trata, es cosa fea. Más vale que no le digan a una que es ‘agresiva’. ¿Por qué? Porque suele ser sinónimo de ‘histérica’ o de alguien que no sabe manejar sus emociones, pierde los papeles (estoy sembrada con las expresiones españolas), que, a su vez, significa ‘no manejar asertivamente la situación’, hablar sin razonar, decir lo que le pasa por la mente sin pensar antes en las consecuencias.
Como puede verse, de una manera u otra a las mujeres, sobre todo, nos han conminado a ser ‘dialogantes’, amables, condescendientes, a aparentar que dominamos nuestras emociones, aunque se nos ha permitido llorar en público (cosa que a los hombres les está vedado, no importa todo lo escrito sobre el metroemocional y etc).
Si me muerdo la lengua y no digo lo que pienso, siento u opino puede que caiga más simpática a más gente o puede que no. Ahora bien, ¿cómo me siento yo? Seguramente mal y, dependiendo de la gravedad del tema, incluso puedo llegar a sentirme tan mal que cree una úlcera de estómago, un resfriado, una afonía, anginas, dolor de cabeza o algo peor con el tiempo.
Lo confieso, no he sido de morderme la lengua. En ocasiones, me ha sucedido que, al confesar algo, o sea, expresar mi opinión acerca de un producto o de una persona, mi interlocutor se ha enfado e incluso retirado el saludo. Me sucedió en una ocasión en la que, en mi ignorancia, ya que desconocía que mi interlocutor era fan de un determinado autor, al decir yo que ‘no me gustaba tal escrito’, se enfadó tanto conmigo que, de haber estado en su presencia creo que me hubiera abofeteado o enviado a la caballería. Obviamente, me dejó de hablar, cortó toda relación profesional conmigo. Me quedé perpleja ante la reacción tan fanática de dicha persona. Eso sí, se me da muy bien agitar el inconsciente de mi interlocutor y hacer que se retrate (o sea, que se le mueva la careta o personaje de supervivencia o persona -concepto jungiano-, y muestre su verdadero rostro o, como poco, que asome la patita por debajo de la puerta.
¿Estoy arrepentida de haber dicho lo que dije (que no me gustaba tal autor)?
En absoluto.
Me libró de alguien fanático y de haber hecho negocios con alguien que no era recomendable.
Dar mi opinión, expresar libremente mi sentir y pensar, me ha proporcionado más beneficios que problemas por cuanto, al hacerlo, indirectamente he provocado que la gente se quitara la careta y se posicionara.
Nunca me gustó ser ‘princesa’, soy una reina con la corona bien puesta. Es lo que animo a todas las mujeres a ser (y a los hombres, también. En ese caso, reyes). Tragarse lo que se piensa, morderse la lengua, callarse la boca, decir lo que creemos que nuestro interlocutor quiere oír (ahora se lleva el ‘ser políticamente correcto’), no merece la pena ni a la larga ni a la corta.
Soy partidaria de ser asertiva, educada, respetuosa. Algo que rima perfectamente con el expresar el sentir y el pensar. Dar nuestra opinión no equivale a ser groseras, malas, maleducadas, agresivas, impolíticamente incorrectas (aunque a mí me gusta serlo, aunque no lo pretenda. Es lo que tiene el tener opiniones propias).
- Las mujeres (y los hombres), debemos atrevernos a decir lo que pensamos, a expresar nuestro sentir, a poner los límites. No hay nada malo en ello. La victimización a la que acuden muchas mujeres buscando disimular su malestar psicoemocional no es nada recomendable porque, además de no solucionar nada, empeora las situaciones y la persona acaba convencida de que no vale nada ni tiene derecho a ser respetada pues le ha propinado una patada a su dignidad. Resumiendo: victimizarse es ser una proscrita de sí misma.
Es bueno recordar que, cuando ponemos la cabeza sobre la almohada cada noche al ir a dormir, la única conciencia a la que le debemos respeto y de la que no podemos huir ni acallar, es la propia. A los demás se les puede mentir, engañar, hacer luz de gas… A la conciencia propia, no.
Si quieres quedar bien con tu conciencia. Si no quieres más dolores de cabeza ni de otra tipología, ni afonías ni… Exprésate. Expresa tu opinión, di lo qué sientes y piensas. Di ‘NO’ cuando quieras decir ‘no’ y ‘SÍ’ cuando quieras decir ‘sí’. Si sientes que alguien te ha ofendido o que ha traspasado tus límites sin tu permiso, házselo saber asertivamente. Si algo no te gusta, hazlo saber. Si quieres algo, atrévete a pedirlo porque el ‘no’ ya l tienes.
Ir por la vida de ‘políticamente correcta’ (PC) o de ‘cool’ (guay), o permitir que nos adoctrinen y nos conviertan en miembros del CdR (Club del Redil), puede que socialmente dé réditos, es decir, que seamos famosos, aceptados por nuestro círculo… Incluso que nos den un puesto de trabajo. Quien quiera ser PC, que lo sea siempre y cuando al serlo, no esté traicionando su integridad y dándole patadas a su dignidad o prostituyéndola que es peor. Puede que a la larga signifique la pérdida del sentido de una misma. En España decimos: ‘pan para hoy, hambre para mañana’.
En mi caso, prefiero tener menos fama, menos dinero, menos trabajo… porque no me gusta ser del CdR. Por eso, prefiero relaciones y trabajo donde mi dignidad brilla en toda su intensidad.
No me gusta morderme la lengua porque a mi psique le duele mucho y a mí, me gusta quedar bien con mi conciencia.
En el caso de que, a ti mujer, por dar tu opinión, te tildan de ‘agresiva’ o de ‘deslenguada’ o de algo peor, o te retiran el saludo, en lugar de ‘pedir disculpas’’, ajústate la corona y vete en busca de personas que honren tu luz. Eso sí, recuerda que para encontrar gente que honre, reconozca, valora, aprecie tu luz, la primera que debe hacerlo eres tú.
Recuerda (grábatelo en la corona):
- Tenemos con los demás el mismo tipo de relación que tenemos con nosotros mismos.
- Nadie nos hace nada que no le consintamos.
- Lo igual atrae a lo igual: sí soy león, y lo muestro, atraeré leones.
- Morderte la lengua, nunca más.
- Ponerte la corona y expresarte, siempre.
© Rosetta Forner 7.12.23
En las fotos, Rosetta viste diseños MATILDA: www.matilda.es
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