MUJER, QUE NO TE ENGAÑEN
Voy a compartir mi experiencia vital. Lo especifico porque, con sinceridad y honestidad, voy a hablar en base a mi experiencia personal y profesional (lo cual, son lo mismo puesto que se refieren a mi persona), el que sea válido para mí no excluye que sea aplicable a muchas personas sin que, ello, suponga que sea una ‘verdad universal’, sólo es 'mi verdad', mis conclusiones.
Vamos a ello.
Llevo los años suficientes en la Tierra y he trabajado en dos sectores profesionales, el primero de ellos el mundo de las agencias de publicidad, sector competitivo y profesional donde los haya. Mi época como publicista (mi último trabajo: Directora de Marketing Services en DMB&B, cargo al que accedí con tan sólo 29 años), fue muy fructífera y me enseñó casi todo lo que sé (más tarde llegó la PNL…).
Yo constaté que el famoso ‘techo de cristal’ no existía, que era (es) una invención de las perdedoras o de las que salen a perder y quieren ‘él éxito fácil’. Yo llegué por méritos propios, sin tener que ligarme o conquistar a ningún directivo (eso era práctica habitual en mi sector y en otros, en mi época y, al parecer, sigue siéndolo al menos en el mundo de la política española).
Mis abuelas eran mujeres de fuerte carácter e independiente criterio. Mi madre me enseñó a creer en mi y a cuidar de mí, mi padre siempre creyó en mí y estuvo encantado de que tuviera la personalidad decidida y rompedora que tenía su madre. Mi infancia es la razón de mis pilares psicológicos a prueba de fracasos y tormentas vitales.
Los años 80 y 90 del siglo pasado (el XX), en España al menos, fueron muy aperturistas y la mujer gozaba de mucha independencia, libertad e igualdad. Había muchas mujeres directivas en el sector publicitario e industrial (por ejemplo, la directora de Marketing de Citroen España era una profesional, mujer, muy respetada), las cuales aparecían en las revistas profesionales. Las feministas luchaban por la igualdad en el sentido profesional y académico. Habíamos alcanzado los mismos derechos.
Era una situación casi ideal.
En eso que cayó el muro de Berlín, el Comunismo no tenía razón de ser y decidió reinventarse para así reubicarse y seguir mangoneando.
Idearon enfrentar a las mujeres con los hombres, resucitar el machismo pero desde la venganza de la mujer hacia el hombre. Es más, usaron a los trans para destruir a la mujer. Y, por si esto no fuera poco, se afanaron en hacerle creer a la mujer que era víctima del hombre, es decir, si estaba en una mala relación sentimental, si él le pegaba o la maltrataba psicológicamente, su única respuesta debía ser la de quejarse y lamentarse de lo malo que era el hombre. Ahora bien, de dejarlo, ni hablamos. Me explico. El feminismo al que bauticé como hembrismo (la versión feminista del machismo), se ha centrado en hacerle creer a la mujer que es víctima única y exclusivamente. Lo cual ha derivado en que muchas mujeres soporten, aguanten y traguen en relaciones disfuncionales, se consideren inferiores a los hombres en el ámbito laboral, oculten su carácter y sus cualidades para no ser tachadas de ‘traidoras a la causa’ o de algo peor.
Las mujeres no somos tontas, ni lerdas ni víctimas.
Las mujeres somos responsables de los resultados no deseados en nuestras vidas.
NADIE NOS HACE NADA QUE NO LE CONSINTAMOS.
He insistido mucho en mis libros, vídeos y artículos en que hay que inculcarle a la mujer que es responsable de lo que permite en su vida, ergo, si algo no le gusta debe poner límites, orden.
Ninguna relación sentimental debe ser más importante que la mujer para sí misma.
Ningún complejo debería impedirla medrar en lo profesional.
No es malo ni vergonzoso estar sola, es decir, no tener pareja.
No es sinónimo de éxito el tener marido.
No se es una fracasada por no ser directiva o presidenta.
Ninguna mujer es menos valiosa en función o en base a su cargo, profesión, edad, físico, tamaño de su delantera (no se es más femenina ni menos en base a la talla del sujetador).
Ninguna mujer es tonta de nacimiento por lo que no debería permitir jamás que nadie, ya sea hombre o mujer, la trate como imbécil o incapaz.
Deberíamos dejar, como colectivo, de echarle la culpa a los hombres.
Nadie nos hace nada que no consintamos.
Ningún hombre tiene la obligación de hacer feliz a una mujer.
Si una mujer se topa con un hombre, en el terreno profesional, que no la valora o que no la respeta, ésta debería usar sus derechos y responsabilizarse de solucionar el tema.
Si en un trabajo, a la mujer, no se la valora en su justa medida, antes de buscarse otro puesto en otra empresa, debería reflexionar acerca de cómo contribuye por acción y/o omisión a ese resultado de ‘no valoración’. Con esta información debería reivindicar su posición y si no logra su objetivo, en ese caso, sí debería buscarse otra opción profesional.
Los hombres no son los culpables, no sólo ellos.
Mujeres y hombres: todos hemos contribuido por acción y omisión al resultado de esto que llamamos sociedad. Echarle la culpa a los ‘hombres’, no es la solución. Sinceramente, me parece el colmo del misoginismo que un hombre trans o uno que se auto perciba mujer (sucede aquí en España), pueda competir en un evento deportivo femenino, que le envíen a una cárcel de mujeres (casos de violadores) en vez de a una de hombr4es (donde, suele acabar violando a mujeres), o que entre en un vestuario femenino con todos sus atributos masculinos…
¿Nos hemos vuelto locos?
Mujer, que no te engañen.
Ser mujer no es un sentimiento.
Como mujer tengo los mismos derechos y responsabilidades que un hombre.
Como mujer, puedo y debo, usar mi inteligencia y méritos para competir en el mundo profesional sin temor a ser tachada de agresiva…
Ninguna mujer debería esconder su singularidad, personalidad, talento, capacidades… para parece menos que un hombre o para que otras mujeres no la critiquen.
Toda mujer es valiosa.
Toda mujer cuenta.
Lo mismo es válido para un hombre.
Todos somos personas, seres humanos.
Todos sufrimos, amamos, nos perdemos, necesitamos amor y creer en nosotros mismos.
El wokismo ha hecho mucho daño.
El falso feminismo o hembrismo ha ido en contra de la mujer.
Yo, como mujer, animo a toda mujer a que se ponga la corona y luche por sí misma.
‘Ponerse la corona’ es sinónimo de liderar la vida propia y exhibir al mundo tu genialidad.
Gracias por ser una mujer que cree en sí misma.
© Rosetta Forner
QUE NO TE LA DEN CON QUESO (Zenith)
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