Pareciera que el antídoto para el burnout es el balance entre la vida personal y el trabajo. Sin embargo en la vida actual, las mujeres especialmente, corremos el riesgo de hacer un sinónimo de estos dos conceptos.
Como vimos en el artículo anterior, el burnout no es un fenómeno exclusivo de la vida laboral. Pareciera que es el resultado social, cultural y económico de la mañana después del sueño americano. Crecimos pensando que con esfuerzo podríamos conseguir lo que nos propusiéramos. No obstante, la realidad nos confronta con el hecho de que no hay esfuerzo suficiente para alcanzar las expectativas que se nos presentan como demandas de ser perfectas en todo y siempre felices.
Para las mujeres, la raíz del burnout es más profunda. Desde que incursionamos en el mundo laboral, merecer un espacio entre los líderes y ganar reconocimiento han requerido de mucho trabajo extra. Aún hoy, en 2019, la brecha salarial de género nos recuerda que a pesar del esfuerzo invertido, al sistema todavía le tomarán 202 años reconocer de la misma forma el trabajo de mujeres y hombres. Esto no quiere decir que podamos bajar la guardia o que la lucha de millones de mujeres no haya servido para nada. Al contrario, se requiere de más esfuerzo y de más actores involucrados para que en el 2221 la realidad laboral sea justa.
Una forma de conseguirlo es teniendo a más mujeres en puestos de Alta Dirección y Consejos de Administración que puedan influir en la toma de decisiones de las empresas y gobiernos. No obstante sabemos que en México apenas el 25% de los puestos directivos son ocupados por mujeres pero solo el 6.8% de ellas participan en Consejos de Administración. Las razones son muchas. Si bien es cierto que las empresas deben abrir espacios que den cabida al liderazgo de las mujeres, también es cierto que no todas quieren ocupar estos puestos. No por falta de ambición, sino porque están conscientes de las implicaciones que tienen estas responsabilidades en su vida personal, salud física y mental.
¿Por qué las mujeres tienen estas consideraciones y los hombres no? Es una realidad que aunque las mujeres trabajamos más que nunca, las labores domésticas siguen siendo nuestra responsabilidad. Con esto no sólo nos referimos a las tareas concretas como lavar la ropa, hacer el aseo o preparar la comida. También la carga mental que implica coordinar los horarios y actividades de toda la familia: cuándo vacunar al perro, qué se tiene que comprar en el súper o la contención emocional que muchas veces las mujeres ofrecen cuando algún miembros de la familia está en apuros.
Además del trabajo y la familia, la mujer ideal es delgada, consume comida orgánica, hace ejercicio, tiene una vida sexual sanamente salvaje, es independiente y altruista. Estar a la altura de todo esto es virtualmente imposible porque requeriría de tres vidas lograrlo. Aún así, nos esforzamos... y cuando no nos sale, la sensación de culpa y de rabia es inevitable. Culpa por no aprovechar las oportunidades, por no pasar suficiente tiempo con los hijos, por no poder con todo. Rabia por que en el trabajo no nos entienden, porque los hijos no son perfectos, porque los otros se ponen en nuestro camino y por eso no lo logramos. No solo ponemos toneladas de presión sobre nosotras mismas, también sobre los que tenemos a nuestro lado.
El resultado de estas exigencias es obviamente el burnout. En un estudio realizado por BMC Public Health, se observaron tres etapas del progreso de esta “enfermedad” que se viven de forma distinta para las mujeres que para los hombres.
- Fatiga: cansancio emocional, falta de energía e incapacidad para reponerse de manera normal.
- Despersonalización: reacciones negativas y desinterés por el trabajo. Culpar a los otros por lo que sucede.
- Sensación de fracaso: dudar de las capacidades de la persona para realizar un trabajo.
Según este estudio, la principal diferencia es que los hombres no suelen llegar a la tercera etapa. Ellos podían seguir el tiempo que fuera necesario culpando a los otros como defensa a su cansancio. En cambio, para las mujeres las agresión no está dirigida hacia alguien más: va dirigida hacia ellas mismas.
¿Qué hacer para evitar o revertir el burnout? Por supuesto que encontrar el balance ayuda, mientras no se convierta en una lista interminable de requerimientos. No podemos menospreciar el efecto que tienen las redes sociales en nuestras vidas. Aunque sepamos que detrás de esas caras perfectas y esas experiencias envidiables hay inseguridad, soledad y mucho cansancio, vivimos bombardeados por imágenes edulcoradas que nos sumergen en la ilusión de que hay quienes sí viven esas vidas perfectas en las que todo se puede.
En la sociedad del burnout, el reto es saber que tenemos límites. Una vida balanceada empieza por saber que ni se puede todo, ni tenemos que aceptarlo todo. ¡Suena dramático! Pero tener la conciencia de que somos seres finitos y nos vamos a morir podría ser terapéutico si eso nos obliga a preguntarnos: ¿Vale la pena que se me vaya la vida en esto? ¿Al final de mis días, estaré satisfecho con el tiempo que invertí en cada cosa?
Si queremos ser CEO, emprender un negocio, hacer un doctorado o cuidar de nuestros familiares, debemos renunciar a la perfección y dejar que otros intervengan. Eso implica confiar y aceptar las consecuencias de que a veces sea tu pareja quien se haga cargo de la casa para que tú puedas dedicarle tiempo a tu empresa, que otras personas asuman el liderazgo para compartir la responsabilidad y preparar a nuevos talentos, o dejar pasar esa cuenta millonaria para darle prioridad a tu salud.
Como nos comparte @cris_educoach, “revertir el burnout radica en tomar nuevas decisiones y poner en claro las prioridades. Si tú no estás bien, no puedes aspirar a ningún tipo de balance."
Esta entrada fue publicada originalmente en el blog de Dalia Empower
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Acerca de la autora:
Isabel Rojo ha desarrollado su carrera profesional entre la Comunicación y el Psicoanálisis. A lo largo de sus 15 años de experiencia en el campo de la comunicación, el branding y el desarrollo de estrategias de contenidos para medios tradicionales y digitales, ha contribuido a la construcción y posicionamiento de diversas iniciativas para el sector público, privado y la sociedad civil. Es practicante de psicoanálisis. Actualmente está haciendo la Maestría en Psicología Clínica y la formación en psicoanálisis en el Círculo Psicoanalítico Mexicano.
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