Hoy os dejo una bonita fábula...
Un maestro sabio tenía cuatro alumnos que sobresalían sobre todos los demás. Un día se reunieron los cinco y el maestro se dirigió al primer alumno:
- Dime lo que ves cuando miras al mundo
- Veo salvajismo. El planeta está siendo ultrajado. El mundo huye de la verdad. Por todas partes se arrojan materiales contaminantes. Hay todo tipo de partículas contaminantes suspendidas en la atmósfera y hay lluvia ácida. Las selvas tropicales están siendo destruidas y también la capa de ozono. Hay mucha ignorancia y egoísmo. El mundo necesita mucha corrección.
El maestro replicó “tienes razón”, y acto seguido planteó la misma pregunta al segundo discípulo
- Dime, ¿qué ves en el mundo? –a lo que éste respondió
- Maestro, veo inutilidad. No se puede hacer nada para cambiar los caminos del mundo, aunque algunos se arrepientan y pidan el cambio. Aun así, el mundo está condenado por los actos de los seres humanos. La ciencia nos dice que está naciendo demasiada gente, que ya se ha producido demasiada destrucción, que se asigna muy poco dinero a la ciencia para que pueda mejorar la situación y que nadie se preocupa por la ética y los valores. Los delitos aumentan mientras las familias se corrompen. Ha dejado de imperar la ley.
- Tú también tienes razón. –y se dirigió al tercer discípulo diciendo: “Y tú, ¿qué ves?”
- Veo un mundo que necesita que se restaure la ley. No creo que toda esperanza esté perdida. Me animan las palabras de mis hermanos porque ellos también reconocen la necesidad de un cambio. Siento que la humanidad está dispuesta a cambiar y eso me da confianza. Todo buen gobierno es el de la gente para la gente. El cambio puede producirse por medio de la ley y del gobierno. La masa seguirá la acción justa y la actitud del gobierno. Los agentes del cambio existen, y son la ley y el gobierno.
- Tú también tienes razón.
Finalmente el maestro planteó la misma pregunta al cuarto discípulo:
- Y tú, ¿qué es lo que ves?
- Maestro, yo sólo contemplo milagros. La vida es un milagro; todos los seres son milagros; la conciencia es un milagro. Yo veo a Dios en toda la creación. Siento la belleza del amor en la fragancia de la flor, en la sonrisa del niño, en la calidez de los amantes y en el brillo de las estrellas. Cuando contemplo el mundo, me saludan sus misterios. Cada día despliega su belleza con asombro y reverencia. Sé que todas las cosas son buenas y que cada una de ellas expresa su bien de la manera que es adecuada en ese momento. Sé que eso de lo que hablan mis hermanos no es sino una ilusión, porque sólo lo eterno es real. Yo no quiero dar poder a los pensamientos de escasez, de limitación o de necesidad, porque lo único que se necesita de nosotros aquí es que contemplemos, que reconozcamos y que aceptemos. Sólo deseo dar al mundo la visión que he recibido. Porque, a través de estos modestos ojos y sentidos, mi corazón se acelera por la gloria del ser.
El maestro sonrió y les dijo:
- Cada uno de vosotros tenéis la bendición de vuestra visión. Tal como veis el mundo, éste se revela a vosotros. Conoceréis el mundo por vuestra visión de él. A cada uno de vosotros os acompañarán las obras de vuestra visión. Experimentaréis la vida según vuestra visión.
Somos nosotros quienes decidimos consciente o inconscientemente nuestra visión.
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