Me encanta asistir a foros de mujeres poderosas y mujeres líderes, porque siempre hay mensajes que inspiran. Tenemos la oportunidad de escuchar palabras de empresarios y empresarias, de mujeres y por las mujeres, para que sigamos en esta lucha por sobresalir.
Siempre hay muchas mujeres que asisten a escuchar, a inspirarse, a conectar y a aprender, mujeres con diferentes estilos de vestir. Algunas con sus mejores galas, otras casual profesional y una que otra con estilacho muy chic. Así fue como en uno de los eventos, la persona a mi lado me dice luego que terminaron de hablar: “Tú que te dedicas a esto, me tienes que decir qué opinas sobre la vestimenta de las que han subido al foro”.
Mi respuesta fue la siguiente: “Antes de comentar nada sobre su vestimenta, necesito saber qué quieren proyectar. Así podré entender si su vestimenta es la apropiada o no.” Se me quedó viendo con cara de “no te entendí.” Fue entonces cuando le expliqué a grandes rasgos lo siguiente:
Muchos profesionales que se dedican a la imagen, ya sea consultores, asesores, o diseñadores, como suelen etiquetarlos, deciden que pueden criticar atuendos y estilos de vestir tan solo por la profesión que los respalda. Es algo común de hacer. Opinar sobre la vestimenta de otras personas y hacer una crítica de si creen que es buena o mala. Un consultor en imagen o presencia ejecutiva se distingue de un fashion consultant ya que éste sí sigue lo que está a la vanguardia de las tendencias y las modas.
Ningún estilo es bueno o malo. Simplemente estamos interesados en proyectar lo que es importante para nosotros. Sin entender a detalle para hacer un diagnóstico de la persona que tienes en frente, no se puede criticar lo que tienen puesto. Recuerdo que le comenté que una cosa es que en lo personal no te guste el atuendo, y otra cosa es que esté mal. Esto marca la diferencia sobre tu opinión. Es válido decir “a mi no me gusta”, o “no es mi estilo”, pero otra muy diferente es decir “está mal vestida para subir al foro”.
Es como un cirujano plástico que venga a decirte que tu nariz es fea y que debes operártela cuando quizá para ti sea el sello de tu personalidad. Un amigo me platicó cómo un coach de liderazgo les fue a decir a sus directores que necesitaban coaching. ¿La razón? Porque al dar una plática estaba seguro que tenían problemas de comunicación que los podían llevar a un divorcio laboral. La directora con quien lo platicó estaba molesta. Esta persona ni siquiera hizo un diagnóstico del entorno ni de las personas. No hubo una tarea previa y arrojó una solución a un problema de una situación inexistente. Ellos no creían que estuviera fundamentada con datos lógicos. Tampoco se fundamentaba en hechos o un análisis más profundo como para tomarse la libertad de ofrecerla.
La vestimenta es definitivamente una representación del mensaje de estilos y de personalidad de cada quien. Es una forma de expresar que estás actualizado y que puedes destacar. Justo el otro día me comentaba una persona que no entendía cómo es que estaban quitando las corbatas para ir a trabajar. Las industrias se están relajando con los estándares de vestimenta. No están relajando el mensaje de credibilidad que quieren proyectar a través de sus equipos. En mi opinión, la clave está en lucir profesional.
Todo se trata de tener claro qué te distingue y cómo tus talentos experiencias y habilidades te representan. Si lo tienes claro y logras alinear esto con tu expresión no solo al vestir, sino en tu comportamiento, en el mensaje implícito con el que quieres destacar, entonces estarás construyendo un mensaje de valor sobre tu propia identidad. En otros artículos he destacado que definitivamente tienes que ser congruente con tu industria, tu profesión, tus valores y tu personalidad. En este mensaje, puede haber estilos y gustos. Lo que sí es una realidad, es que cuando no lo tienes claro, ese es el momento en el que confundes a otros. Es cuando voltean a ver más tu ropa que a ti. Es cuando el atuendo te usa a ti en lugar de que tú uses el atuendo.
Cuando te vuelves invisible porque no hay nada que te distinga en tu sello personal, o cuando por no poner cuidado a los pequeños detalles, parece que no te importan otros o inclusive ni tú mismo importas.
Un ejemplo reciente.
Cada quien es libre de vestir como quiere. Cada quien puede escoger lo que quiere vestir esté dónde esté. Lo que tiene que tener claro es asegurarse que su vestimenta manda mensajes intencionales de lo que lo distingue, de sus valores, de la importancia que le da a otros dependiendo de la industria o del lugar en el que se encuentre. Hay varios ejemplos. Uno reciente es Mark Zuckerberg, que tiene un estilo desenfadado y casual con sus camisetas y sudaderas. Cuando asisitió al congreso sabía que tenía que usar traje. Él no pierde su personalidad y su estilo. Solo alinea lo que importa para él y hace la deferencia hacia el recinto al que fue. Esto es muestra de respeto, no de demostrar que el que importa es él.
Antes de detenerte a criticar a alguien sobre cómo va vestido, detente unos segundo a pensar o preguntar, ¿tú qué quieres proyectar?
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