Durante décadas, se ha promovido una idea persistente: que una mujer debe elegir entre ser exitosa profesionalmente o ser una madre presente y comprometida. Esta dicotomía, además de ser falsa, ha limitado el potencial de millones de mujeres alrededor del mundo. En mi experiencia como conductora, junto con Ale Marroquín, del programa Mujeres Exitosas en nuestro canal RetosFemeninos TV en YouTube y Spotify, cada jueves, durante 6 años, hemos platicado con docenas de mujeres líderes que, al igual que Ale y yo, decidimos no renunciar a ninguno de los dos caminos, y hemos corroborado y demostrado que el éxito en ambos ámbitos es no solo posible, sino mutuamente enriquecedor.
La maternidad no es una barrera para el crecimiento profesional; por el contrario, puede convertirse en una poderosa escuela de liderazgo. ¿Acaso no requiere una madre habilidades como empatía, negociación, resiliencia, planificación estratégica y manejo de crisis? Justamente esas son competencias clave para cualquier líder en el mundo empresarial.
Lo que necesitamos es cambiar la conversación: dejar de preguntar cómo las mujeres pueden “balancear” ambas cosas como si estuvieran constantemente en conflicto, y comenzar a hablar sobre cómo integrarlas de manera armónica y estratégica.
En el liderazgo contemporáneo, las cualidades tradicionalmente asociadas con la maternidad —como la escucha activa, la empatía, la paciencia y la inteligencia emocional— son consideradas activos valiosos. Muchas de las mejores líderes que conozco y son mis amigas y compañeras, son madres que han sabido traducir su experiencia en casa en habilidades de equipo, comunicación efectiva y liderazgo humano.
Además, las madres suelen tener una visión más clara de sus prioridades y una gran capacidad para gestionar su tiempo. No tienen el lujo de la procrastinación ni de las reuniones eternas. Saben cómo tomar decisiones rápidamente, delegar con confianza y mantener el enfoque en lo importante. Esta claridad, cuando se traslada al entorno profesional, produce resultados tangibles y sostenibles.
Por otro lado, el ejemplo que una madre profesional ofrece a sus hijos es invaluable. Criar a niños y niñas que ven a su madre liderar, tomar decisiones y también estar presente emocionalmente en casa, forma futuras generaciones con ideas más equitativas sobre los roles de género y con una comprensión más humana del liderazgo.
La clave para que más mujeres logren esta integración de maternidad y éxito profesional está en la transformación de la cultura organizacional. Las empresas que valoran el talento femenino deben comprometerse con políticas reales de flexibilidad laboral, modelos híbridos, mentorías para madres que reingresan al trabajo, y sobre todo, liderazgos empáticos que entiendan que la vida personal y la profesional no se excluyen, sino que se potencian.
También es importante que redefinamos lo que significa “éxito”. No se trata solo de ascensos o salarios, sino de vivir una vida con propósito, impacto y equilibrio. El liderazgo no se mide únicamente por el cargo que ostentas, sino por el legado que dejas: en tu equipo, en tu empresa, en tu comunidad y, por supuesto, en tu familia.
Mi invitación a las mujeres que están leyendo esto es clara: no se disculpen por aspirar a todo. No pidan permiso para ocupar espacios. La maternidad no las debilita como líderes; las hace más completas, más sensibles, más humanas. Y a los líderes empresariales, les digo: apoyar a las madres no es filantropía ni indulgencia. Es visión estratégica. Una empresa que apoya a las madres líderes, está apostando por el futuro.
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