La bella durmiente o el olvídate de los besos adormecedores y cómprate un despertador.
Las hadas no siempre están risueñas, amables, encantadoras… O, deberían serlo, estarlo…? El hada número trece no fue invitada, que viene a ser algo así como que el hecho de dejarse fuera un don, supone un pasaje seguro al mundo de los problemas y los líos humanos.
En el cuento clásico, la Bella Durmiente es maldecida por el hada olvidada, condenada a pincharse un dedo y caer en un sopor eterno. Tiene suerte, aunque suene a irónico, porque tan solo once de las doce hadas habían ofrecido sus dones a la princesita recién nacida, ergo quedaba una por concederle un don.
“¡Menos mal!”
Sí, menos mal, porque el hada doceava logró rebajar un poco el maleficio: el sopor sería casi eterno, ya que si alguien le diese un primer beso de amor lograría despertarla.
“¡Oh, un ósculo milagroso!”
Los besos de por sí son mágicos pero este lo era aún más. Tendría que serlo. El beso no tenía opción.
Los reyes obligaron a quemar todos y cada uno de los husos habidos y por haber en el reino. ¡Ni una sola rueca debía quedar! No podían permitirse el lujo de que su amada niña se pinchase y quedase sumida en un sopor eterno.
Los años transcurrieron y llegó la edad prohibida, y con ella la curiosidad por la aventura, por explorar el mundo y esos espacios prohibidos o desaconsejados. Ah, esa manía que tienen los adultos de establecer normas, prohibiciones, maldiciones, castigos, amenazas y otras tonterías. El hada número trece no es sino la INDEPENDENCIA, la advertencia de lo que nos puede suceder si hacemos caso omiso de nuestro instinto.
“¿Mmmmmmmmm?”
Ah, se te acaba de quedar alelHado el semblante. Lo comprendo. Las doce hadas, en mi opinión, representan dones, esto es, capacidades o más bien, ‘normas’ que una mujer debe asumir, interiorizar, exhibir, guardar y procurar para ser aceptada en la sociedad. Para que todos la consideren la princesa ideal de los cuentos de hadas. Ahora bien, siempre hay un pero: la perfección estática, impuesta u obligada, no existe. Por eso existe el hada número trece, para trastocarlo todo, revolverlo todo, desarmarlo todo.
Nunca, la independencia, estuvo tan mal vista.
Nunca, la independencia, fue tan necesaria.
La Bella Durmiente nunca fue una princesita tonta y alelada.
“¿No?”
No.
La Bella, fue bella, eso sí, pero Despierta.
“¿¡Cómo!?”
En verdad, el hada número trece no largó ninguna maldición, más bien apareció para trastocar los planes de los reyes que querían hacer de su hija una princesita obediente, dulce y modosita, que siguiese sin rechistar a pie juntillas los preceptos que sus padres le diesen para sí. Un guión ajustado a las normas y dogmas del Club del Redil. O sea, una princesa que crece inocente y ajena a la vida de su inconsciente, se casa con quién se le hace ver que es su príncipe azul sin hacerle la prueba del algodón, o sea, sin averiguar si es rana o príncipe, si destiñe o no. Ninguna mujer debería aceptar que no tiene más destino que casarse, tener hijos y pasarse el resto de su vida en pareja tanto si es feliz como si no lo es. Toda mujer debería usar su don número trece, la independencia, y decidir por sí misma que desea para sí hijos, marido, carrera… ¿Qué, si y qué, no? Toda mujer debería ser reina, en lugar de princesa de atontadas entendederas esperando que un hombre le abra los ojos al mundo.
- Ésta es pues la historia de BELLA DESPIERTA.
Bella Despierta vino al mundo un día de solaz estío al despuntar del alba, ese instante en el que los pájaros abren sus ojos y giran sus alas hacia el sol naciente para celebrar el nacimiento de un nuevo día en libertad, un nuevo día para batir las alas del sueño, para sonreír, para bailar, para crear magia y abrazar la sorpresa de la inspiración.
Sus ojos albergaban la mirada eterna de esas almas que saben que sus alas no se cerrarán jamás. Esas almas cuyo latido despierta a los dormidos, hace recordar a los olvidados. Bella Despierta reía con una risa que evocaba el canto primigenio de las hadas. Todos en palacio se detenían para disfrutar de su risa. Todos querían divertirse con ella.
Al nacer las doce hadas aúricas la obsequiaron con dones y regalos para asombrar a todos los humanos. Eran las doce hadas favoritas de los reyes, los padres de Bella Despierta. No es que fuesen malas, simplemente eran políticamente correctas y se comportaban acorde a los designios y deseos de los reyes, esto es, no se salían ni un ápice del guión por ellos establecido.
“¡Me cachís con las hadas políticamente correctas!”
En honor a la verdad, he de confesar que estas no eran hadas en rango total, esto es, no eran hadas cien por cien, si no, brujas, que son las aspirantes a hadas, o sea, que están en prácticas. Y, con toda su buena intención de complacer a los humanos a los que protegen, cuidan y embrujan. Por eso, Independencia, que era un hada con todas las letras, decidió otorgarle a Bella Despierta el don que llevaba inscrito en todas y cada una de las letras de su nombre. Así fue como Bella Despierta abrió sus ojos a la realidad y se empeñó en defender su singularidad por encima de todo.
Pasaron los años. Y, cuando se acercaba su catorce cumpleaños, Bella Despierta decidió que ya era hora de ir al bosque a visitar a las brujas. Ellas, aprendices de hada, eran las que le habían otorgado tantos dones convencionales para que se adaptase sin problemas al guión que para ella habían elegido sus regios padres. Quería hablar con ellas, conocerlas, verlas cara a cara y preguntarles qué se suponía que tenía que hacer con todos esos dones redileros, porque no eran sino redileros al fin y al cabo. Bella Despierta era rebelde como corresponde a toda princesa que tenga por hada protectora a la gran Hada Independencia. Ello la hacía proclive a averiguar por sí misma el qué de las cosas, de ahí que las ruecas como simbología le fascinasen.
“Y, ¿qué significaban las ruecas palaciegas?”
La confección de modelos de conducta políticamente, o debería decir, regiamente correctos. Esa era la razón por la cual se había decretado que se retirasen del alcance de la princesa Bella Despierta: para que no se enterase de que había otra vida, otras posibilidades, otros mundos, otras maneras… La libertad en suma para decidir el ser independiente de pensamiento, obra y alma. La independencia era el salvoconducto para poder escribir el guión vital que a una mujer se le pasase por el arco de triunfo, y así colocarse una corona en lugar de una diadema aflojada.
Bella Despierta emprendió su camino al bosque donde sabía hallaría a las aprendices de hada. Quería sonsacarles dónde habían guardado las ruecas del reino, para así poderse pinchar simbólicamente con la experiencia de la vida humana. Necesitaba aprender, sumergirse en la realidad auténtica. Quería vivir en suma, despertar a la vida, dejar los confines de la seguridad del mundo de sus padres, esos dominios protectores, cálidos y amables, donde todo era fácil, previsible y conocido. Las aprendices de hada guardaban a buen recaudo las ruecas para que nadie pudiese conocer el lado menos amable y dulce de las diferentes realidades: todo en este mundo tiene su opuesto. Por consiguiente, el don de la belleza, tenía en la fealdad su opuesto. Y, el de la simpatía, lo tenía en la bordez. Opuestos temibles. El lado oscuro de los dones, era temido y proscrito en el reino.
Bella Despierta estaba decidida a recuperar el lado oscuro. Quería estar completa.
Quería sentir su otro lado.
Quería independizarse, salir al mundo, saborear la libertad de ser una misma. Y, eso solo lo podía conseguir enfrentándose a todos y cada uno de los husos del reino.
Nadie quería saber nada de lo qué podía haber más allá de los confines del reino. Nadie, excepto Bella Despierta que era conocedora de la leyenda según la cual la princesa que se pinchase un dedo con la aguja de una rueca caería en un sopor, un sueño profundo del que sólo podría sacarla el beso de un hombre. Que venía a ser algo así como que si un hombre no te elegía por esposa, te daba apellido y castillo, tu vida no sería, no existiría. A las mujeres se las asustaba y amedrentaba insistiéndoles en que no buscasen por su cuenta, no explorasen el mundo, no osasen adentrarse en el conocimiento, ni tomar decisiones por su cuenta. Eso era ‘pincharse el dedo con la aguja de la rueca’.
“¿Ergo?”
Ergo, el beso de un príncipe venía a ser el sinónimo o metáfora de que la vida de una mujer no comenzaba hasta que un hombre la desposaba, la elegía, la asumía como propia para protegerla, darle sentido a sus días.
Ergo las princesas que no recibían ese ósculo despertador quedaban relegadas al mundo de la independencia, y ese era ciertamente maldito.
“¿Maldito?”
Sí, maldito. Recordemos que el hada Independencia no fue invitada a la fiesta de bautizo de Bella Despierta.
La independencia no era bienvenida en el reino de las tradiciones redileras donde las mujeres debían ser despertadas a la realidad de la vida de la mano de un hombre. Las mujeres que usaban manejar los husos por su cuenta eran señaladas con el dedo…
Y…
¡Tengo otra teoría! Al fin y al cabo, un beso no tiene por qué provenir de afuera.
“¿No?”
No.
Perfectamente puede tener su origen en el alma, en el interior. Déjate de cuentos y despierta.
Despierta a la vida.
Despierta a ti, este es el mensaje del nuevo cuento.
- Moraleja y Metamensaje:
El ósculo metafórico del despertar es el que se dan los dos aspectos del espíritu al encontrarse en el sueño del alba, cuando el alma abre sus alas y muestra su rostro en la vida humana.
El beso es la unión de los dos aspectos, de los opuestos en el corazón del alma.
A ello se debe, que ningún hombre puede despertar del letargo a ninguna mujer.
Tampoco mujer alguna puede despertar a un hombre de su letargo.
Sólo el alma se despierta a sí misma cuando usa la independencia de criterio para resolver el misterio de su singularidad.
Sé independiente, y sé siempre tú.
No pospongas tu vida en espera de que un hombre –o una mujer- llegue y te despierte.
Nadie nos despierta, nadie excepto nosotros. Por eso, seas hombre o mujer, no duermas tu vida.
Despiértate.
Asume todos tus aspectos.
Une tu luz con la oscuridad.
Casa al alma con tu humanidad.
Haz que todos y cada uno de tus aspectos, matices, capacidades, dones y talentos despierte a la luz.
Llénate de independencia.
Independízate del criterio de los demás, y vive tu vida como más te plazca. Despierta, siempre.
Independiente, siempre.
Ya lo sabes: si duermes, cómprate un buen despertador.
Vídeo en LA VIDA EN ROSETTA: https://youtu.be/L2vm6NGVnNY?si=yT6-HWo9ojmJm3Vt
(c) Fuente. MENOS CUENTOS Y MÁS HADAMADRINING (Amazon)
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