Les comparto esto que escribí hace algún tiempo, espero sea de su agrado. Disfrútenlo.
Entre más pienso en las relaciones, confianza, fidelidad, amistad, y todo aquello que conocemos como “noviazgo”, comienzo a darme cuenta de que existen muchos déficits en nuestra construcción de una idílica relación amorosa.
Pensamos que todo es miel sobre hojuelas, que la persona que esta a nuestro lado es lo más parecido a la perfección, que jamás nunca habrá algo que nos podrá separar, entonces todo pareciese un sueño sacada de la más romántica película hollywoodense, al estilo de comedia-romántica o drama, para aquellos que prefieren la intensidad. De pronto un día, cual disco rayado, todo se viene abajo, que el mensaje de una muchachita entrometida, aquella plática escondida del ex, y muchas otras cosas que preferiríamos mantener en el exilio, se descubren; entonces, aquello que conocíamos como un estado de relajación total, es decir confianza plena, se rompe, es como un hilito de media se jala y se jala, hasta que sin darnos cuenta es un agujero que no se puede ocultar, ni por más que queramos cocerlo o ponerle esmalte de uñas, nunca volverá a ser como aquella media recién comprada.
Y ¿a dónde voy con todo esto?, pues bien, lo que estoy tratando decir, es que no existe una relación ideal, que la fidelidad es una utopía, no se quién dijo que existía, o cómo se llego a pensar que el ser humano (hombres y mujeres) podría mantener tan tremenda carga en sus hombros; no digo que los hombres por su condición de “macho cazador”, tenga mayor justificación de tener un canita al aire, o como yo lo digo un “gustito momentáneo”, ni que la mujer sea una santa sacada del mero altar eclesiástico, y que no pueda ni voltear a ver un buen chamarro masculino, ¡No!, todos estamos expuestos a cometer tan horrorosa traición, una noche aventurera y sin darnos cuenta o talvez si, estamos cometiendo adulterio.
Hay que dar un hojeada a la historia, para verificar la teoría que he puesto en entre dicho, el ¿ser humano puede o no puede ser fiel?, habrá que preguntarle a las y los mayores infieles que ha dado la humanidad, o aquellos que traen marcados en la frente traidores. A ver, observemos, según mi busqueda de google, hay una lista interminable de personajes históricos que han sucumbido al deseo, entre ellos tenemos a: Helena de Troya, Alejandro Magno, Cleopatra, etc., etc., quién sabe cuales hayan sido sus razones legitimas para cometer este delito.
Esto solo son datos históricos; ahora bien, más en actualidad y después de haber tenido una serie de platicas profundas con buenos amigos al respecto, no he podido llegar al meollo del asunto, si no que se me ha nublado más la vista, y me encuentro parada en donde empece. De un lado tenemos a los pensadores positivos, aquellos pobres insolentes que creen que la fidelidad existe, y su mundo es color rosita pastel, afirmando que cuando tenemos el ojo bien rellenito, no existe fuerza humana que haga voltear la cabeza hacia otro prospecto; y desde la otra trinchera tenemos a los que se apegan más a la realidad, creen que las cosas pasan y que somos seres humanos y se comenten debes en cuando ciertos errores, que si nos ponemos del lado victimario, es impensable imaginarse a “nuestro” individuo en dicha situación.
En los últimos días, este cuestionamiento me ha dado tantas vueltas en la cabeza, tal cual carrusel; no he podido bajarme de él, tratando de poner un pie abajo, me remonto; otra vez la fatídica pregunta vuelve a parecer en mi mente, y la respuesta nunca suele ser la más acertada, y entonces, ¿será que no existe solución? Desde mi perspectiva, la infidelidad es como aquel secreto de estado, que todo mundo conoce, pero preferimos hacernos de la vista gorda y no conocer mucho al respecto, seguimos nuestro camino sin voltear, aún cuando sepamos de ese constante mal acechador, que tarde que temprano se meterá en nuestras entrañas ya sea como el traidor o víctimas traicionadas.
A lo largo de mi pobre existencia, y digo pobre, porque no soy la mujer más experimentada, ni mucho menos, soy una simple espectadora de la realidad. Me he topado con que mamá, hermanas, amigas, y hasta yo misma hemos estado del lado perdedor de la historia, hemos llegado a sentir ese resentimiento que entra por las manos, apuñala al pecho, se atora en el estómago y se manifiesta en lágrimas, y en las ganas de agarrar un bate de béisbol, pegarle con todas nuestras fuerzas al enemigo y mandarlo directito a home run (o como se diga), una muy vivida imagen que me encantaría realizar. Todas y cada una, tenemos un común denominador, el dolor prevaleciente, y la pregunta ¿perdonar o no?, algunas optaremos por lo primero y otras tantas bienaventuradas decidiremos seguir adelante sin aquel individuo, rata de dos patas, bicho rastrero, que buena descripción hizo Paquita la del Barrio, antes de que el agujero en la media se vuelva irremediable.
Por: Yoshi Arámburo
Correo: x_yoshi24@hotmail.com
Twitter: @yosh_aram
Comentarios