Infartos al miocardio, así como accidentes cerebrovasculares son algunas de las consecuencias.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte a nivel global, al provocar 17.9 millones de fallecimientos al año, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Tan solo en México, durante 2021 y con base en datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 113 mil 899 personas perdieron la vida a causa de dichos padecimientos, de las cuales 62 mil 617 fueron hombres y 51 mil 276 mujeres.
Información consultada por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) señala que cuatro de cada cinco defunciones por enfermedades cardiovasculares se deben a cardiopatías coronarias y accidentes cerebrovasculares, y una tercera parte de estas ocurren en personas menores de 70 años, según la OMS.
Un artículo científico publicado a finales del año pasado en la revista especializada de la Asociación Médica Estadounidense, JAMA Network Open, advierte el vínculo entre el estrés y los padecimientos cardiovasculares.
La investigación evaluó a 918 pacientes que tenían alguna variante de este tipo de enfermedades a quienes dividió en dos grupos para someter a cada uno a un tipo de estrés específico: el físico y el mental. Los participantes se inscribieron entre junio de 2011 y marzo de 2016 (último seguimiento, febrero de 2020).
Entre los resultados más relevantes está que en ambos grupos las personas experimentaron isquemia miocárdica –una reducción significativa del flujo sanguíneo a los músculos del corazón, que puede ser un desencadenante de eventos cardiovasculares–, siendo el grupo expuesto al estrés mental el que presentó más probabilidades de sufrir un ataque cardíaco no mortal o de morir de una enfermedad cardiovascular en los años siguientes.
Aunado a ello, otro estudio conocido en el círculo médico como Interheart publicado en la revista médica británica The Lancet, en 2004, demostró que es el estrés mental o psicológico uno de los factores que más influye en sufrir un infarto al corazón, aún por encima de la obesidad, la mala alimentación, consumo de alcohol, diabetes y sedentarismo.
El estrés es la primera causa de insomnio o de mala calidad del sueño y además, las manifestaciones son tan únicas como el organismo que lo experimenta. Tanto a nivel fisiológico, como cognitivo y de comportamiento, el estrés se hace visible a través de una amplia gama de respuestas. Cada persona lo procesa de manera distinta y puede presentar señales como dolores de cabeza, acné, hábitos compulsivos o irritabilidad.
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