- Ir de cama en cama como hacen los machistas misóginos, no es estar liberada sino estar puteada.
Los hombres que se prestan a ese juego de hacerles creer a las mujeres que están liberadas, son de igual des-calidad que ellas. De igual desesperación emocional que ellas. De igual hambruna espiritual que ellas.
Los orientales que saben mucho de chakras y de cómo las energías espiritual y emocional se traducen en el cuerpo físico, recomiendan el ser respetuoso con el cuerpo porque es el templo del alma. Lo cual equivale a no mercadear con el mismo y permitirle a cualquier bandido u forajido espiritual que pase por la calle que se meta en él. Si ese proceder tuviese efectos balsámicos en el cuerpo, por decir algo, las prostitutas y toda su clientela machistorra sus semblantes no tendrían esos ‘aires’ de podredumbre, desesperación, ausencia de felicidad, negrura, o infernalidad. Sus rostros humanoideos reflejarían otras cosas, acaso luz, serenidad, complacencia, bondad, inocencia… Ahora bien, solo reflejan ‘los males de su alma’. Por el contrario, las personas que aman están con las personas que aman y tienen una sexualidad sana, esto es, respetuosa con sus almas, ofrecen un semblante risueño, límpido, abierto como cielos de primavera, luminoso como amaneceres de estío, angelical en su latido.
¡Vaya diferencia entre unos y otros!
¡Déjate de cuentos y que no te la den con queso!
Cree en lo que quieras creer, como si quieres creer en el pato Donald o en Sanpitufíndelasvaritasmágicas. Eso sí, ten creencias propias, no impuestas. Ama a quien te dé la gana. Ten la edad que te dé la gana tener. Yo tengo cuatro, a saber: la biológica, la cronológica, la almistica (la de mi alma), la de mis hormonas, y la que me pasa por la varita.
Comparte tu vida con quien te dé la gana, independientemente de la edad (y su tipología), de la clase social, laboral y fameril. Sal y entra con quién quieras cuando tú quieras y cómo quieras. Pero, sal a tu aire. No le permitas a nadie que te amargue el capuchino. Atrévete a tener sueños, proyectos, ideas, metas… Sobre todo, atrévete. Date el regalo de ponerlos en práctica. Inténtalo, aunque solo sea por darle en los morros a los redileros.
Cada vida en la Tierra es única, irrepetible. Se una persona feliz, triste, alegre, dinámica, olvidadiza, melancólica, despistada, osada, creativa, genial, diferente, perezosa, laboriosa, estudiosa, campechana, famosa, anónima, diversa, común… pero tú, siempre tú dejándote de cuentos. Atreviéndote a vivir tu cuento como a ti te de la real y hadada gana.
Mi destino humano no es más fácil ni más difícil que el tuyo. Simplemente es diferente. Y ello se debe al tipo de creencias (ideas con las que lleno mi ordenador central) que decido tener y a la actitud con la decido tomarme las cosas. Muchas han sido las personas que no han creído en mí, muchas. Si bien, fueron más las que vieron mi luz, y todo ello se debe a que me he empeñado siempre en exhibir, pasear y brillar mi luz hadada por donde quiera que vaya. Yo soy lo mejor que me ha podido pasar. Lo he contado muchas veces: aterrice entre los de mi manHada de alma. Lo hice porque no podía no hacer otra cosa que escoger a los míos: me lo había ganado por derecho propio de responsabilidad espiritual. Confieso que se me da muy mal eso de ‘culpabilizar o responsabilizar a otros de mis cosas o desaguisados vitales’. Por ello, uso mi varita para asumir responsabilidades. Lo cierto es que me encanta (¡cómo no!) ser el artífice de mi propio destino. He aprendido que hay un tipo de destino que está en mis manos, y otro que me excede (el de los otros). El cruce de los diversos libres albedríos existentes en el universo produce estos resultados. Aprender a vivir con la frustración nos hace libres, felices y ligeros de equipaje vital. Aunque admito que a veces lo único que está en mis manos es cómo vivir esos ‘resultados’ u obstáculos que los demás, léase la sociedad del Club del Redil, se empecina en colocar en mi camino. Me recuerdo a mí misma que siempre puedo saltármelos. Hace ya tiempo, y cada vez más frecuentemente, que me topo con personas que están hasta la mismísimas de ‘cumplir con las reglas del CdR’.
¡A la porra con las malditas reglas!
Lo legal no suele ser ético ni humano.
Un manojo de poderosos, como en la Edad Media, se proclaman ‘señores recaudadores, legisladores. Es más, se otorgan muchos otros cargos’ para con ellos darnos en las narices. Que no queremos pasar por el aro, pues una de amenazas marchando. Que persistimos, una de multas marchando. Que nos seguimos tomando al pairo lo que nos dicen, una de guardia pretoriana marchando. Comprendo perfectamente a los que han decidido hacerle un honroso corte de mangas a la hacienda pública que ni somos todos (los poderosos y los amiguetes saben y pueden escabullirse), ni recaudan con nuestro beneplácito ni para nuestro bien. ¡Ayyyy!, que te veo venir con eso del ‘servicio o bien social de las carreteras, guarderías y demás mandingas despistadoras de la buena fe de mucha gente.
¡Déjate de cuentos!
Abre los ojos: somos esclavos con pase pernocta a nuestra casa que tampoco es nuestra claro, ni aunque la hayas pagado es tuya. Te la presta el Estado siempre y cuando le sigas pagando la cuota anual al ayuntamiento de turno o no se le pase por la cabeza al gobierno de turno el expropiártela en nombre del reparto equitativo de la riqueza (lo que pasó en Rusia en el lejano 1900 y algo cuando a los bolcheviques les dio por arramblar con la propiedad ajena). Y, si te lo dejan en herencia, paga o se lo llevarán todo. Ergo, mejor vivir de alquiler y que pasen la mano por el vacío. Y, si no, todos a las cabañas.
¡Esto tiene que cambiar!
No existe la propiedad privada, porque el ‘señor feudal de turno’ (Hacienda), siempre anda a la caza y captura del bien privado para desposeerlo y así acumular en nombre del ‘bien común o social’.
¡Mentiras!
¡Pamplinas!
Lo mismo que en la edad media el señor feudal tenía súbditos (esclavos sin DNI o sin marcar) que producían para el ‘señor’, y pobres de ellos que no se portasen bien (los azotaban, torturaban, apaleaban, encerraban o colgaban para escarnio de los rebeldes), así nos sigue sucediendo en pleno siglo XXI: es la prueba palmaria de que las cosas no han evolucionado. Seguimos en las antípodas de la liberación humana. Somos esclavos de un poder económico que nos aprieta el gaznate hasta dejarnos sin aliento.
Nos dicen cómo debemos comer, dormir, ser, vestir, qué zapatos llevar, cómo maquillarnos, lo que está IN y lo que está OUT, y seguimos como borreguitos el dictado fiel.
¡Qué barbaridad!
A ver cuando nos dejamos de cuentos y mandamos a la porré todos esos mandamientos borreguiles. Por mi parte te diré que desde hace tiempo procuro ponerme lo que me gusta, me sienta bien o me pasa por la varita, esté o no de moda. Me niego a recauchutarme para parecer una muñeca estirada y alelada del CdR, me niego a tener cara de susto o de velocidad. Me niego a tener falso aspecto de joven. No me gustan las arrugas. Pero no estoy dispuesta a pasar por quirófano para falsear mi infelicidad interior y tratar de disimular una ausencia de luz hadada. Prefiero un rostro con arrugas, pero divinamente auténtico y humano que uno liso pero de clon humanoide al que le ha abandonado la luz de la singularidad. No somos maniquís sin nada dentro, pero lo parece. Ahora, en vez de cultivar el alma se lleva el cultivar la silicona.
¡Déjate de cuentos!
Ponte el color de pelo o el sombrero que te dé la gana (la cabeza es un buen lugar para lucir la creatividad), exhibe tu singularidad y pásate por el arco de triunfo las simplezas del CdR. Ni estar más o menos estirado, delgado, atribulado, siliconeado… te dará la felicidad ni el exhibir tus kilitos, tus líneas de expresión, tus michelines, tus canas, tus neuronas te la quitará. Muy al contrario: el dejarte de cuentos te aligerará peso de las alas y podrás volar más y mejor. Te lo garantizo. Da un placer inmenso el saltarse las reglas del CdR, hacerle corte de mangas y pasar a hacer de nuestra vida un lugar donde merezca la pena vivir.
Yo, cada día, me voy dejando de más cuentos… Cada día, más y más…
Será la edad o serán las experiencias vitales, los coscorrones, los sueños rotos, los aciertos, las promesas que nunca llegaron, los objetivos alcanzados, las luchas desiertas, las penas compartidas, las soledades a solas, las compañías sin más compañía que la de otro que se sentía igual de solo que uno mismo, los trofeos logrados a un precio desorbitado, el olvido de la fugacidad del tiempo terreno...
Será por todo eso y por mucho más por lo que, cada día, me entreno más en el dejarme de cuentos. A nadie le importa más que a mí lo que me suceda a mí, el cómo yo me sienta o me halle. A nadie. Por más que alguien nos ame, la vivencia de la realidad de nuestra situación es personal e intransferible. Los demás pueden pasarlo mal al vernos tristes, pero nunca llegan a sentir o a palpar la desolación en la que hemos encerrado nuestra alma. Por eso, por nosotros, hemos de procurar ser honestos y considerados con nosotros mismos. De paso, contribuiremos indirectamente a la felicidad de otros, de esos que nos aman, de esos a los que les importamos de verdad.
- El amor sincero y verdadero, empieza por uno mismo.
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