Juan Luis, tiene cinco meses sin ver a sus hijos de 8 y 12 años, por más que lo intenta, su esposa María no le permite acercarse a ellos bajo el argumento de que no es buena influencia para ellos. El, a pesar de no desearlo, ha empezado a asesorarse para poder lograr la convivencia con sus hijos, derecho que no solo él tiene sino también ellos, sus hijos.
Y como éste caso tantos más, hombres y mujeres sufriendo la imposibilidad de compartir su vida con sus hijos, pareciera que con el divorcio o separación, quién fue el amor de la vida del que se divorcia o separa, repentinamente y sólo por ése hecho se vuelve todo un delincuente, un peligro y por tanto no se le permite la convivencia con sus hijos y se le arrebata toda posibilidad y derecho de disfrutar a su hijo o hijos.
No dejo de reconocer que hay situaciones en que sí amerita su separación, como el caso de que hubiese violencia física, mental o incluso sexual, sin embargo, en la gran mayoría de los casos no es así.
Sería sabio, digno y totalmente sanador para las partes involucradas reconocer que a quién se pretende tratar como delincuente fue elegido para ser la madre o padre de su hijo o hijos. Asumir en el divorcio la propia responsabilidad de la disolución del vínculo, el poder tener la humildad de reconocer que cada uno tuvo participación para ése desenlace, aunque no lo parezca. Lo que se rompe es el matrimonio ó la relación de pareja como en el concubinato (conocido también como unión libre), sin embargo siempre estarán vinculados, siempre tendrán un lazo de amor invisible que los unirá que son los hijos, el vínculo continuará, aún sin vivir juntos, aún en el odio, aún en el resentimiento, aún sin verse. Lo que es mas me atrevo a afirmar que a más odio, a más pleito, a más deseo de lastimar más apego hay.
El problema, el grave problema, NO es el divorcio, es cómo vive y supera la pareja el divorcio, cómo logran construir una relación de respeto después del divorcio, respeto que quizás estando en pareja dificilmente lo lograron tener y nunca hay que perder de vista que los hijos silenciosamente están escuchando, observando, aprendiendo y si les va muy bien desaprendiendo todo lo que ven de sus padres.
¡Cuidar su alma es uno de los grandes privilegios y compromisos que los padres tenemos!
Asesórate, infórmate, antes de hacer ó tomar cualquier decisión.
Lic. Claudia Torres G.
Abogada y coach legal.
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