Antes de hablar del TRIUNFO vs FRACASO una mención al 20 de agosto día mundial de la FELICIDAD porque, da la casualidad, que fue el día elegido por mis padres para casarse. Mi madre aterrizó (nació) un 20 de enero, y escogió otro 20, en este caso de agosto, para casarse con mi padre. De hecho, han sido un matrimonio feliz (casi 63 años, menos 10 días), hasta la marcha de mi madre de este mundo terrícola. Mi madre sonreía muy a menudo, tanto que la bauticé como ‘sonrisa Rosita’, una más bonita, obviamente para mí, que la de la famosa Mona Lisa.
Dicho esto, vayamos al tema que nos ocupa.
Los ‘fracasos’ son tan solo ‘resultados no deseados. Ergo, son información que debemos analizar con el propósito de conocer ‘cómo contribuimos por acción u omisión o ambos’ a ese resultado no deseado.
Nos enseñan que debemos enfocarnos en el ‘triunfar’ sin incluir u obviando que nadie nace enseñado y que aprendemos a base de ‘ensayo-error-ensayo-error-reintento-mejora-ensayo-error-ensayo-mejora…’ así hasta perfeccionar nuestra ‘fórmula’ o lo que es lo mismo, aprendizaje. Por eso dicen que la ‘experiencia es un grado’. Nadie nace enseñado ni catedrático en nada incluidos los genios que deben añadir a su genialidad la práctica si quieren darse la oportunidad de mostrar ese talento al mundo.
Si dejásemos de ver o de calificar los ‘errores’ como FRACASOS y, a su vez, dejásemos de envolverlos en papel de ‘trauma, miedo, vergüenza o motivo para rebajarnos la autoestima’, nos iría mejor.
Si de pequeños nuestros padres nos animaron a volver a ponernos en pie toda vez que nos caíamos de culo al intentar ponernos de pie y caminar erguidos en vez de a gatas, de mayores, les emularemos animándonos a nosotros mismos a ‘re-intentarlo’ sin menosprecio de nuestra dignidad ni de nuestra valía.
‘Vivan los ensayo-error’, debería ser nuestro nuevo lema.
Hace cuatro veranos decidí volver a nadar, pero esta vez en el mar tal y como hacía de jovencita. El primer verano logré hacer 200 brazadas. Todo un logro, dado que hacía más de cuarenta años que no había nadado en el mar y unos seis que había dejado de ir a nadar a la piscina municipal. El segundo verano llegué a 800 brazadas. El tercero logré hacer 3.000, sí, han leído bien, tres mil. Actualmente, hago unas dos mil trescientas de media cada día. He reaprendido a nadar y, sobre todo, he aprendido a conocer el mar y sus corrientes. ¿Cómo ha sido posible? He ido cada día, invierno y verano, con frío y con calor, con el mar en calma y con olas: ensayo-error-ensayo-logro. Al no haberme amilanado ni asustado al ver las olas, al haber perseverado, al haberme dicho a mí misma ‘tú puedes, tienes fuerza y fondo’, he logrado lo que hace tan solo cuatro veranos era impensable para mí.
Nunca me he asustado ante los retos. Pongo proa a la meta, asumiendo los ‘ensayos-errores’ y el esfuerzo que conlleva el intentar, primero, y más tarde, lograr lo que uno se propone.
Los ‘errores’ o 'fracasos' son tan solo información valiosísima que debemos analizar si queremos lograr alcanzar la meta propuesta.
Los ‘errores’ o 'fracasos' son tan sólo ‘resultados no deseados’ o ‘maneras de hacer una bombilla que no funciona’ parafraseando a Thomas Edison.
En ‘la tempestad’ se muestran una serie de capacidades y de actitudes que, de usarlas con fundamento, nos proporcionarán la victoria deseada.
Nadie saca músculo sin agarrar una pesa.
Sin esfuerzo, sin perseverancia, sin moral o sin darse ánimos, sin creer en uno mismo y sin la convicción de que ‘después de la tormenta sale el sol’, no sería posible avanzar.
Me encanta ‘equivocarme’, es uno de mis derechos preferidos ya que me proporciona ‘ensayo-error...’, experimentar, probar, crear y recrear sin menoscabo de mi creatividad sino todo lo contrario.
La próxima vez, abraza el ‘fracaso’ en lugar de tirarlo a la papelera del desprecio. Todos esos ‘errores’ (recuerda: resultados no deseados), son el pavimento de tu camino al éxito si sabes usarlos debidamente.
© Rosetta Forner 4/08/25
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