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¿Alguna vez sentiste que estabas haciendo todo bien… y aún así terminaste endeudada?

No porque te faltara inteligencia. No porque no supieras sumar y restar. Sino porque nadie te enseñó a ponerle límites al miedo, al deber ser, a las expectativas.

Durante años nos enseñaron a ser las que sostienen.

Las que resuelven. Las que “no se rajan”.

Y cuando la vida se complica —porque sí, se complica— muchas veces el crédito aparece como ese salvavidas que te permite seguir cumpliendo con todo…aunque por dentro sientas que te estás rompiendo.

Pero el crédito no siempre salva. A veces solo alarga la sensación de que no puedes parar.

Y lo sé porque yo lo viví.

El día que confundí crédito con oxígeno

Me quedé sin trabajo. Sin ingresos. Sin red de seguridad. Y con una montaña de responsabilidades a cuestas.

Y claro: el crédito apareció como un respiro. Una forma de seguir. De no frenar. De sostener lo insostenible con tal de que nadie notara que me estaba ahogando.

Pagué una tarjeta con otra tarjeta. Compré tiempo. Pero no compré paz.

Hasta que un día lo vi claro: Ese “aire” que el crédito me estaba dando… me estaba asfixiando.

Y entonces hice algo que me devolvió más poder que cualquier límite de crédito aprobado:

Me puse en movimiento.

Y me puse a vender alfajores en el colegio de mis sobrinas.

Sí, yo: con estudios, experiencia profesional, y un ego herido.

Me paré afuera del colegio de mis sobrinas y vendí alfajores caseros como si mi dignidad dependiera de eso. Porque sí: dependía de eso. De recordar que, aún con miedo, podía volver a elegirme.

El crédito no es el enemigo. Pero puede ser un falso aliado.

El crédito bien usado te da opciones. Pero el crédito usado desde el vacío, desde el cansancio o desde el deseo de agradar… te quita poder.

Y no es casualidad que tantas mujeres estemos endeudadas.

No porque seamos irresponsables. Sino porque durante décadas se nos educó para poner primero las necesidades de los demás. Y postergar —una y otra vez— nuestras verdaderas prioridades.

Ahí es donde nace la deuda emocional: en cada “sí” que dijiste cuando tu cuerpo gritaba “no”. En cada compra hecha para no parecer “pobre”, “fracasada”, “descuidada”.

En mi metodología de los 7 chakras financieros, el plexo solar es el que regula nuestra voluntad, el coraje para tomar decisiones conscientes y la energía vital para sostenerlas.

Cuando lo bloqueamos —por miedo, por culpa, por presión— comenzamos a operar desde el automático. Desde la desconexión.

Desde la deuda.

Pero ese poder no se perdió. Solo se prestó. Y se puede recuperar.

¿Cómo?

Volviendo a elegir. Volviendo al cuerpo. Volviendo a una misma.

Hoy quiero regalarte un ejercicio que no viene en ningún manual de finanzas personales:

  1. Haz una lista de tus deudas. Todas. Sin juicio.

  2. Pregunta a cada una:

    • ¿Qué parte de mí entregué aquí?

    • ¿Qué quería evitar o compensar?

    • ¿Qué puedo elegir distinto, hoy, desde mi poder?

Este ejercicio no va a reducir tu saldo. Pero puede devolverte algo mucho más valioso: tu soberanía.

Porque al final…

No le debes solo al banco. Te debes una nueva historia con el dinero.

Una donde tu valor no se mide por lo que debes, sino por lo que decides.

Una donde el crédito no es un rescate… sino una herramienta que tú sabes usar.

Una donde tú llevas el volante. Y confías, de nuevo, en lo que puedes crear.

Si este texto te movió…

Quiero decirte algo importante: no estás sola.

Cada día acompaño a mujeres que como tú se están preguntando: “¿Cómo llegué aquí?”

Y más importante aún: “¿Cómo salgo desde este lugar hacia uno que me honre?”

Por eso creé mi programa “Identidad Financiera Consciente: Alineando tus 7 Chakras Financieros.” Un espacio seguro, íntimo y poderoso donde trabajamos tu relación con el dinero desde el cuerpo, la emoción y la acción.

Y donde, sobre todo, te recuerdas que tú sabes, tú vales y tú puedes.

¡Primero tú, luego el dinero!

Cuando quieras, aquí estoy.

Te abrazo fuerte, Marijó

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