“La Diosa Minerva llegó hasta la casa de la Envidia, una casa sucia, cubierta de oscuro y fétido fango. Se encuentra escondida en la profundidad de los valles, donde el Sol no puede penetrar jamás y por donde no pasa viento alguno; una vivienda sombría, impregnada de un frío paralizante, que no conoce el fuego y siempre se encuentra envuelta en la más densa oscuridad.
Cuando Minerva llegó a aquel lugar, se detuvo delante de la casa…y golpeó la puerta con la punta de su lanza, y ante el golpe las puertas se abrieron y revelaron a la Envidia sentada adentro, ocupada en devorar un plato de carne de víbora, el alimento con que nutre su maldad.
Al verla, Minerva apartó la mirada. Pero la Envidia se levantó pesadamente del suelo, dejando los cadáveres semidevorados, y salió de la casa arrastrando el paso. Cuando la Envidia vio a la Diosa en toda su belleza y luminosidad con su resplandeciente armadura, gimió…
El rostro de la Envidia estaba enfermizamente pálido, todo su cuerpo era flaco y consumido, y además bizqueaba en forma espantosa; sus dientes estaban descoloridos y putrefactos, sus ponzoñosos pechos tenían un tinte verde y de su boca goteaba el veneno. Sólo la visión del sufrimiento podía llevar una sonrisa a sus labios. Nunca supo de la dicha del sueño, pues su preocupación y su ansiedad la mantenían en permanente vigilia.
Miraba con odio a los hombres y mujeres de buena fortuna y se volvía más flaca ante la visión de uno de ellos. Royendo a otros y siendo roída, era su propio tormento. Minerva, a pesar de la repulsión que sentía, se dirigió brevemente a la Envidia, diciéndole: “Instila tu veneno en una de las hijas de Cécrope, su nombre es Aglauro. Esto es lo que te pido”. Sin una palabra más, la empujó hacia el suelo con su lanza y dejó la Tierra, elevándose hacia las alturas.
Por el rabillo del ojo, la Envidia vio como la Diosa se perdía de vista, murmurando y furiosa de que el plan de Minerva resultara exitoso. Lugo tomó su cayado, rodeado por completo de zarzas espinosas, se envolvió en nubes negras y se alejó. Dondequiera que iba, aplastaba los campos floridos, hacía marchitar los pastos, dejaba mochas las copas de los árboles, y con su aliento contaminaba a la gente, sus ciudades y sus hogares. Hasta que al fin llegó a Atenas, el hogar de la gracia y la riqueza, pacífica y próspera. La Envidia casi no pudo dominar el llanto al no ver motivo alguno para lágrimas.
Luego entró al cuarto de la hija de Cécrope y llevó a cabo las órdenes de Minerva. Tocó los pechos de la niña con su mano empapada en malicia, le llenó el corazón con agudas espinas y, rozándola con su aliento, hizo que el negro y malvado veneno se dispersara por su cuerpo hasta los huesos, instalando ponzoña en lo más profundo de su corazón. A fin de que la causa de su mal no tuviese que ser buscada muy lejos, colocó ante los ojos de Aglauro una visión de su hermana, del afortunado matrimonio de aquella hermana (Con el Dios Mercurio) y del dios en toda su belleza; y exageró la gloria de todo ello. Así Aglauro fue atormentada por tales pensamientos, y la celosa ira que ocultaba fue devorándole el corazón. Día y noche suspiraba, sin cesar torturada, y en su absoluta miseria fue consumiéndose en un lento declinar, como cuando el hielo se derrite bajo el ardiente sol. El fuego que se avivaba en su interior ante el pensamiento de la suerte y la buena fortuna de su hermana era como el arder de las malezas, que no estallan en llamas pero no por eso son menos consumidas por ese arder en rescoldo”
Todos tenemos momentos de debilidad, de decisiones equivocadas provocadas por la ignorancia, la manipulación o desesperación, somos humanos, lo que sí es bien cierto que nuestras palabras y actos son la consecuencia de nuestra felicidad o desdicha.
Vivimos en un mundo muy competitivo y a la vez, egoísta, el esfuerzo que tenemos que hacer es el doble para sobresalir y lograr éxitos, ya que si te distraes y decides competir por envidia te auguro un camino con desdichas, enfermedades y un alto grado de soledad. ¿Alguna vez has confesado sentir envidia? Pero envidia, por favor, no digas envidia de la buena, esa jamás ha existido, si es así, reivindícate.
“No pierdas tiempo en pensar qué hacen los demás, el tiempo mejor empleado es pensar qué está haciendo por ti”
Recuerda, Tú tienes el Control, Tú eres lo más importante. Que Dios te bendiga, nos vemos el próximo martes. Gracias.
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