Hace unos días, en una columna de un programa de televisión le pregunté al periodista al comenzar el espacio, si alguna vez se había sentido en el límite y él me respondió que sí, que varias veces. Yo trasladé entonces esa pregunta a la teleaudiencia y en este momento te la trasmito a ti: ¿cuántas veces te has sentido en tu vida, en el límite? Y cuando me refiero a ese límite, no es solamente entra la salud y la enfermedad, entre saber lo que hacer y no saber lo que hacer, es ese límite que tiene que ver también con reacciones que tenemos muchas veces en forma desmesurada o desproporcionada frente al suceso que nos tiene como protagonistas.
Y yo creo que cada ser humano en algún momento de su vida se ha sentido con esa quizás desagradable sensación de estar en el límite. En el límite de nuestras fuerzas, en el límite de nuestro control emocional, en el límite del funcionamiento de nuestro cuerpo físico, en el límite del pensamiento.
Y… claro, surge inmediatamente la idea y el concepto de que lo ideal sería no llegar a esa situación tan extrema. Pero… a la vez también tenemos que preguntarnos: ¿por qué llegamos a ese tipo de situaciones? ¿Por qué se nos dan en la vida circunstancias y escenarios que nos hacen sentir como que el precipicio está ahí, a un paso, a centímetros de donde estamos? Y sin embargo, con uñas y dientes nos aferramos a la vida y nos aferramos al equilibrio y nos aferramos a intentar mantener esa armonía y esa paz interior. ¿Por qué? Porque por sobre todas las cosas prima el deseo de vivir. Y prima el deseo de VIVIR CON DIGNIDAD.
Y ahora veamos entonces por qué llegamos tantas veces a estar en ese límite. Y llegamos, en primer lugar, porque tanto tú, como yo, como todas las personas, no somos iguales los trescientos sesenta y cinco días del año, ni somos iguales durante toda la vida. Entonces cuando uno piensa en los acontecimientos en los que se ve involucrado, muchas veces uno dice, caramba, veinte años atrás o diez años atrás yo no hubiera reaccionado como reaccioné hoy. ¿Qué me pasa? ¿Estoy envejeciendo? ¿Estoy más intolerante? ¿Estoy más irritable? ¿Estoy más sensible? Y sí, quizás haya un poquito de cada una de esas cosas como los ingredientes de una comida que uno va agregando hasta darle la forma definitiva. Así somos los seres humanos también. Somos la suma no solamente de las cosas que nos pasan sino también de las transformaciones que suceden en ese mundo interior que cuando se confronta al mundo externo hace que nosotros emocionalmente reaccionemos de una u otra forma frente a las situaciones que nos convocan.
Aquí la interrogante es: ¿esas reacciones, son favorables para nosotros? ¿Nos dejan un saldo positivo o todo lo contrario, nos sumen en una oscuridad cada vez más profunda, en una angustia, en un no saber qué hacer, en una inseguridad, en una falta de certeza?
Y… si la respuesta que tú estás pensando llegara a ser positiva, urgentemente tenemos que empezar a modificar nuestra manera de responder frente a este tipo de situaciones. Y si bien es cierto que no somos las mismas personas porque a todos nos suceden cosas y eso nos va modificando y nos va transformando, también tenemos la obligación de darnos cuenta que si la manera de reaccionar frente a las cosas que nos suceden termina siendo francamente negativa para nuestra salud física y nuestra salud emocional, se torna absolutamente necesario ver cómo podemos hacer para modificar ese tipo de reacciones.
Y uno va a los libros y va a los libros de medicina y va a los libros de psiquiatría y no hay ninguna receta para poder cambiar cómo reacciono yo frente a las cosas que me pasan. No es afuera que tengo que buscar, es adentro. Tengo que empezar a mirar hacia atrás, la historia de mi propia vida, para ver cómo llego, a través de qué caminos termino llegando a reaccionar de esta manera desmesurada y tan contraproducente para con mis intereses.
Y sí, seguramente, en ese análisis retrospectivo, en ese análisis hacia atrás, que voy a hacer sobre los episodios que pautaron mi vida, me voy a encontrar con que tengo algunas o muchas carencias en mi autoestima y que gran parte de mis reacciones, muchas veces, vuelvo a repetir, desmesuradas o desproporcionadas, tienen que ver con esa ausencia de confianza en mí mismo que hace que vea a todo lo que está a mi alrededor como un enemigo potencial y a su vez también una falta de respeto por mi propia persona, porque me he dejado invadir, me he dejado manipular, me he dejado llevar muchas veces hasta el límite, porque muchas veces no es que yo solo haya llegado al límite, sino que me he dejado pasivamente transportar hasta esa situación tan desfavorable y tan incómoda para mi persona.
Pero como no hay mal que dure cien años, siempre llega el momento en el cual nosotros reaccionamos y nos damos cuenta que de esta manera no podemos seguir viviendo y no podemos seguir reaccionando.
Ahora, ¿dónde está la llave de este tesoro? ¿Está en cambiar las circunstancias externas y a los demás? ¿Los escenarios que se mueven alocadamente día a día delante de nuestros ojos? O quizás el cambio sea mucho más reflexivo y esas modificaciones las tengamos que hacer nosotros de la piel hacia adentro, mirándonos en ese espejo del alma y tomando un café con nosotros mismos. Uno, o varios, para empezar a armar nuevamente ese rompecabezas que es la vida de cada uno de nosotros, para poder, en primer lugar, entendernos a nosotros mismos.
Dr. Walter Dresel
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