"Qué torpe soy", "no me sale", "no puedo". Reconozco que, a veces, me descubro enviándome estos mensajes a mi misma cuando he hecho algo mal o ni siquiera he podido hacerlo. ¿Te ha pasado alguna vez? Probablemente, sí. Y esta reflexión me ha llevado a compartir contigo algunas claves acerca de cómo influye la manera en que nos hablamos.
El lenguaje que usamos no solo refleja lo que pensamos, sino que también moldea cómo nos sentimos y actuamos. Cada palabra que elegimos, ya sea para hablar con los demás o para hablar con nosotras mismas, tiene el poder de influir en nuestra autoestima y en las decisiones que tomamos. Pero, ¿somos realmente conscientes de cómo nuestras palabras impactan nuestra vida diaria?
El poder de las palabras
La forma en que nos expresamos crea una narrativa interna que puede ser nuestra mayor aliada o nuestra peor enemiga. Frases como “no soy lo suficientemente buena” o “esto es demasiado difícil para mí” actúan como barreras mentales que limitan nuestro potencial. Por el contrario, mensajes como “estoy aprendiendo” o “soy capaz de superar este reto” pueden transformar nuestra perspectiva y darnos el impulso necesario para avanzar.
Diversos estudios psicológicos han demostrado que el lenguaje positivo mejora nuestra confianza y bienestar general. Por ejemplo, sustituir el “no puedo” por el “todavía no lo domino, pero estoy trabajando en ello” cambia completamente el enfoque de la situación, convirtiendo un obstáculo en una oportunidad de aprendizaje.
Porque el lenguaje no solo describe la realidad; la crea. Cuando hablamos en términos de posibilidades, abrimos la puerta a nuevas experiencias y soluciones. Por ejemplo:
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De la queja a la acción: Cambiar “no puedo creer que esto me esté pasando” por “¿qué puedo aprender de esta situación?” nos empodera para tomar el control.
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De la autocrítica al autocompasivo: Sustituir “soy tan torpe” por “estoy aprendiendo y mejoraré con práctica” refuerza una narrativa positiva.
Nuestro cerebro está programado para creer lo que repetimos con frecuencia. Por eso, al elegir conscientemente palabras que refuercen nuestras capacidades y potencial, estamos entrenándolo para adoptar una actitud más resiliente y segura.
La influencia del lenguaje externo
El lenguaje que recibimos de los demás también tiene un impacto profundo en la percepción de nosotras mismas. Comentarios negativos o críticas constantes pueden erosionar nuestra confianza, mientras que palabras de apoyo y reconocimiento construyen una base sólida para nuestra autoestima. Por ello, es fundamental rodearnos de personas y entornos que fomenten una comunicación positiva.
Por eso, quiero compartir cuatro sencillos consejos para que pongas en práctica y notes el cambio positivo que suponen:
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Cuida tu autodiálogo: Detecta frases negativas recurrentes y reemplázalas por alternativas constructivas. Por ejemplo, cambia “nunca seré capaz de hacerlo” por “voy a intentarlo hasta lograrlo”.
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Refuerza tus logros: Habla de tus éxitos, por pequeños que sean, y reconoce tus avances.
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Habla en positivo: Incluso al enfrentar retos, usa un lenguaje que inspire acción. Por ejemplo, en lugar de decir “es difícil”, di “es un desafío que puedo superar”.
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Evita las etiquetas: Frases como “soy mala en esto” solo refuerzan una identidad limitada. Cámbiala por “estoy mejorando en esto”.
No olvides que el lenguaje es una herramienta poderosa que puede empoderarnos o debilitarnos. Cambiar nuestra narrativa no va a ocurrir de la noche a la mañana pero cada pequeño esfuerzo por elegir palabras positivas y constructivas tiene un impacto acumulativo en nuestra autoestima, nuestras acciones y nuestra vida en general.
Empieza hoy. Cambia tus palabras y observa cómo cambia tu mundo.
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