Si algo va mal en nuestra vida, la pregunta clave que cada uno de nosotros tiene que hacerse es si puedo hacer algo para mejorar las cosas. Y si la respuesta es positiva, supuestamente, el siguiente paso sería hacerlo. Si por el contrario, no podemos hacer nada, entonces hay que dirigir el esfuerzo a no atormentarse por cosas que están fuera de nuestro control.
El autor norteamericano Stephen Covey en su libro: “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, explicaba claramente esta situación, diciendo que las preocupaciones que tenemos los seres humanos, ocupan una superficie como si fuera un círculo muy grande y dentro de ese círculo grande existe otro círculo más pequeño al cual él llama en su libro “el círculo de influencia”. ¿Qué significa eso? Que las preocupaciones pueden ser muchas, pero solamente aquellas que están dentro de ese pequeño círculo de influencia, son las que nosotros podemos resolver. Las otras, sí nos pueden atormentar, pero no tienen solución por parte nuestra. Entonces si bien es difícil admitir esto último de tratar de esforzarse por no atormentarse por aquellas cosas que no podemos resolver, siempre podemos intentar aprender cómo conseguir esto. Y les puedo asegurar, que en la medida que uno aprende a controlar esa desesperación por resolver cosas que están fuera de nuestro alcance, comienza a generar emociones positivas, comienza a descubrir qué a pesar de las dificultades, hay cosas buenas en la vida y qué es lo que se necesita hacer. Sería bueno comenzar el día, por ejemplo, mañana, preguntándose qué hay de bueno en mi vida. Separar las cosas conflictivas, las cosas negativas, las cosas que tenemos por resolver de las cosas buenas. Y vamos a poner un ejemplo, de cuáles son las cosas buenas: lo más sencillo, me puedo levantar, me puedo bañar, me puedo vestir, puedo salir a la calle a cumplir con mi trabajo, con mi profesión, con mi estudio, y así sucesivamente, podemos ir encontrando otra cantidad de cosas buenas.
Y la segunda pregunta que nos podemos hacer es: ¿qué es necesario que haga? Y entonces, qué hay de bueno en mi vida es una pregunta que ayuda a centrarse en las cosas positivas y la segunda pregunta nos ayuda a recordar que nuestra vida y nuestro bienestar son responsabilidad nuestra. Qué tengo que hacer para que haya cosas buenas en mi vida, y para que yo me pueda sentir bien con ella. Y nos predispone entonces a ser activos, a ser protagonistas, a ser propietarios de nuestra propia vida y de nuestras propias acciones.
Y el mundo raramente ha considerado el bienestar y la felicidad como un estado que merezca el mayor respeto.
De cualquier manera, si nos encontramos alguna vez con alguien que es feliz la mayor parte del tiempo, a pesar de las adversidades, tenemos que reconocer que la suya, sin duda, en este mundo occidental en el que vivimos, es una meta espiritual a la cual vale la pena aspirar, llegar.
Pero para todas estas cosas, es indudable que nosotros necesitamos tratar de ser autónomos e independientes.
Qué significa hablar de autonomía, qué significa celebrar el valor del individualismo, de la persona, qué significa esto cuando hablamos de autorresponsabilidad.
Es decir, qué de alguna manera, primero tenemos que derribar algunos mitos. Que cuando hablamos de autonomía, o de autoestima, o de individualismo, de autorresponsabilidad, creemos que estamos generando un ser humano egoísta, un ser humano poco solidario, un ser humano que es incapaz de contener la necesidad de un semejante. Y nada que ver esto con la realidad.
La idea de autorresponsabilidad, muchas veces la interpretamos como que tenemos que asumir cargas y obligaciones solamente, por lo tanto, la equiparamos a una tarea extremadamente pesada. Sin embargo, ser autorresponsable puede representar también decir que no a asumir algunas cargas que para empezar quizás tú nunca debiste haber aceptado. Y aquí hablamos del peso de las culpas. Mucha gente cree que es más fácil, menos problemático, decir que sí a pedidos que son muy poco razonables y lo prefieren a defender sus propios intereses.
Asumir responsabilidades que en realidad corresponden a los demás, significa comportarse de una manera irresponsable hacia uno mismo.
Dicho de otro modo, no nos estamos respetando y cuando no nos estamos respetando, estamos haciendo añicos nuestra autoestima, la estamos destruyendo, la estamos desmoronando, la estamos literalmente haciendo desaparecer.
Todo ser humano, hombre o mujer, niño inclusive, necesita saber dónde terminan sus derechos y sus deberes y dónde empiezan los derechos y los deberes de los demás.
Tenemos que tener bien claros esos límites porque es preciso que sepamos qué es lo que depende de nosotros y qué es lo que no depende o está fuera de nuestro control y lo que sí es responsabilidad nuestra y lo que no es responsabilidad nuestra.
Si llegamos a entender entonces, que ser autorresponsables e independientes significan determinadas cosas, veremos que son esenciales para la realización personal, fundamentales para que nosotros podamos elaborar un código ético y moral para poder vivir insertados dentro de una sociedad.
La independencia y la autorresponsabilidad son indispensables para el equilibrio emocional y para el bienestar psicológico.
La esencia de la independencia es generar una forma de pensar propia, auténtica, coherente, a la cual estamos dispuestos a defender porque tenemos la íntima convicción de que esa forma de pensar es la correcta. Y a su vez, aplicar una reflexión crítica sobre los valores y las creencias que nos ofrecen o que piensan los demás. En una palabra, es intentar vivir según los propios principios. Y, por otra parte, la esencia de la responsabilidad, es la práctica de conseguir ser uno mismo, la causa de que se produzcan los efectos que queremos y es opuesta a esperar que otros resuelvan por nuestra vida.
Dr. Walter Dresel
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